El Espacio nos pertenece a todos

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¿Alguna vez nos hemos puesto a pensar en lo importante que es para una ciudad contar con espacios públicos de calidad? Honestamente yo no, por lo menos no tanto como debería hacerlo. 

La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a un evento donde se habló del espacio público y una de las ponentes, Ximena Peredo, dijo una idea que me dejó marcada pues no había reflexionado en que entre dos factores que me rodean existe una relación. La cito a continuación:

“Creo que si dignificamos nuestro espacio público vamos a atender todo. Para mi, arreglar las banquetas es un problema que va a afectar positivamente la percepción de seguridad; vamos a volver a salir, vamos a discriminar menos, porque el espacio público es donde todos valemos igual. En el mall no todos valemos igual. En el espacio público otra vez volvemos a ser sociedad, en el parque donde no pagamos para entrar”. 

Antes de continuar daré un contexto para que ustedes, mis lectores, se den una idea del impacto que me causó esa frase. ONU-Hábitat definió en 2015 el espacio público como: “lugares de propiedad pública o de uso público, accesibles y agradables por todos de forma gratuita y sin afán de lucro. Esto incluye calles, espacios abiertos e instalaciones públicas.”

Cuando encontré esa definición e intenté trasladarla a mi vida obtuve resultados prácticamente nulos. Tengo carro, y normalmente me desplazo en él, por lo que pocas veces tengo la necesidad de caminar. Cuando se trata de hacer ejercicio pago un gimnasio, por lo tanto, mi conocimiento de parques cercanos a mi casa es casi inexistente. Siempre estudié en escuelas privadas y cuando debía ir a la biblioteca asistía a las de esas instituciones, por esa razón no tengo conocimiento de la calidad de las instalaciones de escuelas públicas o de si cerca de mi hogar hay alguna biblioteca del municipio. 

Que mal me sentí cuando caí en cuenta de que yo, definiéndome como una persona que busca la igualdad de derechos, de oportunidades y una sociedad unida que pueda hacer cambios positivos, no me he dado la oportunidad de convivir con mi comunidad más que cuando realizo voluntariados y actividades con la parroquia a la que asisto.

Y es que Ximena tiene toda la verdad diciendo que en el espacio público valemos igual y nos convertimos en sociedad. No todas las personas tienen la oportunidad de asistir al cine o a un concierto, o de ir a un centro comercial a comprar. Incluso en las personas que asisten hay diferencias pues algunos tienen mayor poder adquisitivo que otros y se nota en las bolsas de compras que cargan. 

Pero cuando vas al parque, cuando caminas por la calle, todos somos iguales. ¿Acaso un niño en los juegos infantiles excluye a los demás por su forma de vestir o de hablar? No, porque el hecho es que están ahí jugando, igual que él. ¿O acaso al caminar para tomar el metro o el camión una persona le dice a otra que se retire porque no pertenece a ese lugar? No, porque justo en ese sitio, en ese presente, son iguales y se enfrentan a lo mismo. 

Sin espacios públicos nos convertimos en ciudades segregadas, con líneas divisorias claras que van desde el género o la situación económica hasta la religión o la raza. Sin espacios públicos se limita la movilidad de los ciudadanos, crece la tensión social, aumenta la delincuencia, se promueve la inequidad, disminuye el desarrollo económico y se deja de pensar en problemas del medio ambiente como la calidad del aire.

Es cierto que el reto de mantener los espacios públicos le toca a los municipios, pero nosotros también tenemos un papel primordial en su cuidado. Salgamos a la calle para observar cómo estamos, pensar en cómo queremos estar y reclamar lo que nos toca. Asistamos a actividades que nos ayuden a reconstruir los parques y las calles. No seamos indiferentes cuando no nos afecta porque la ciudad nos pertenece a todos, no a unos cuantos. 

En tiempos de coronavirus

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Cómo nos ha cambiado la vida en tan sólo una semana… Hace 14 días sabíamos que existía un nuevo virus que amenazaba la vida de las personas en China, en Europa y en algunas otras partes del mundo, sin embargo era totalmente ajeno a nosotros. El primer caso llegó al país; aún considerábamos que era sólo una persona, que todo estaría bien y seguimos saliendo a la calle a trabajar, a la escuela, a ver a nuestros amigos y familiares. 

Poco nos duraría el pensar que esto era algo lejano y que no nos contagiaríamos. Comenzaron las compras de pánico, se acabaron los antibacteriales, los limpiadores, el alcohol, el papel de baño, las latas. ¿Y el que no alcanzó a comprar por falta de dinero o tiempo? Pues a ver cómo le hace, yo ya aseguré lo mío. 

En Nuevo León, el Gobernador Jaime Rodríguez empezaba a solicitar cuarentena voluntaria y el Alcalde de San Pedro, Miguel Treviño, aislamiento obligatorio. Por el contrario, el Presidente Andrés Manuel López Obrador le decía a la gente que no se preocupara, que saliera a las calles. 

Se cancelaron clases, eventos masivos, reuniones de gobierno; a varias personas les dieron la oportunidad de realizar home-office, a otras les dijeron que debían seguir asistiendo a sus lugares de trabajo, y a las menos afortunadas las despidieron pues, si la economía disminuía, las empresas no serían capaces de pagar los sueldos.

Las familias se reencontraron en sus casas. 30 minutos juntos a la hora de la cena se convirtieron en 24 horas de convivencia, algunas con resultados exitosos, otras considerando comenzar a jugar Big Brother para eliminar miembros del hogar. 

Los padres han tenido que adaptar sus rutinas para atender de tiempo completo a sus hijos, sobre todo a los más pequeños, creando para ellos actividades entretenidas que los ayuden a pasar el rato. Los maestros han tenido que adaptar el contenido de sus clases para poder ofrecerlas en línea, y no sólo los que trabajan en las universidades, sino también los que se ganan la vida enseñando baile, pintura, música, fotografía, o cualquier otra afición que se venga a la mente. 

Los alumnos también han tenido que cambiar sus rutinas adecuando espacios para poder tomar sus materias, pudiendo despertar más tarde de lo normal, arreglándose menos sin el miedo a sentirse juzgados pues, al final, todos están detrás de una pantalla. 

¿Y la vida social? Difícil tener una en este momento. Los restaurantes entregan a domicilio o para llevar; los centros sociales, cines, bares y parques públicos están cerrados; las celebraciones religiosas, sin importar la creencia que se profese, se han cancelado; y el espacio más seguro para encontrarte con otra persona es a metro y medio de ella para disminuir la posibilidad de contagio.

Muchos se preguntan si esto terminará pronto, si después del receso de Semana Santa podremos volver a nuestra vida normal… la respuesta no está clara, tal vez no sea así. Lo que es seguro es que si queremos que esto dure el menor tiempo posible debemos acatar al pie de la letra las indicaciones, no del gobierno, sino de organismos internaciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

Es difícil, es cierto, lo es para todos; pero más difícil sería si no tuviéramos las herramientas electrónicas que se han desarrollado a lo largo del tiempo. La mejor manera de estar unidos con nuestros seres queridos hoy es permanecer separados. 

Somos fuego, somos valientes, ¡somos historia!

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El pasado 8 de marzo ocurrió un evento histórico en el país: miles de mujeres salieron a las calles a marchar por su seguridad y sus derechos, los que han sido pisoteados una y otra vez por el gobierno. 

Se realizaron 60 manifestaciones a lo largo del país siendo las de mayor concurrencia, de acuerdo con cifras oficiales, las de Ciudad de México con más de 80 mil asistentes, Guadalajara con 35 mil y Monterrey, con una grandiosa cantidad de 15 mil mujeres, un número nunca visto en una movilización feminista en la ciudad. 

Dejando de lado las cifras, en esta ocasión quiero compartirles mi experiencia. En una de mis publicaciones anteriores comenté que soy una mujer que desde hace relativamente poco se siente identificada y comprometida con la causa feminista; es por eso que este 8M viví mi primera marcha. 

Cuando se hizo el llamado al paro del 9 de marzo y se dio a conocer la fecha de la movilización en la CDMX comencé a buscar información sobre la convocatoria de Nuevo León; para mi sorpresa, no encontré nada. Se me hizo algo extraño, pero pensé: “tal vez aún es muy pronto y no sé quién hará el llamado”. Por una semana investigué diariamente, pero al no hallar un evento o una imagen lo dejé de lado. 

Dos semanas antes de la fecha llegó a mi la invitación por medio del Frente Feminista UDEM. Me emocioné mucho pues por fin tendría la oportunidad de manifestarme con mis hermanas feministas. Llamé a mi mejor amiga para preguntarle si me acompañaría, me dijo que sí y lo agradezco inmensamente pues, honestamente, no quería ir sola. 

Una semana antes comencé a arrepentirme. ¿Y si era inseguro? ¿Y si me pasaba algo? ¿Y si no me sentía incluida? Estaba muy nerviosa, no sabía cómo sería, lo que experimentaría, o a lado de quién estaría. Aún el sábado en la noche pensé en escribirle a mi amiga para decirle que no iría, pero no lo hice. 

Llegó el domingo, me preparé, me encontré con mi acompañante y salimos destino a la Explanada de los Héroes. Es casi imposible describir lo que sentí al llegar, tanta alegría, tanto orgullo, pero a la vez tanta impotencia por las que, aunque quisieran, no podían estar con nosotras. 

Lo primero que pude apreciar fue la Fuente de Neptuno teñida de rojo; lagrimas de tristeza rodaron por mis mejillas al pensar que mi sangre podía ser la siguiente en derramarse. Esas lágrimas se transformaron en felicidad pura al llegar al punto de reunión y ver tantas niñas, jóvenes, adultas y mujeres de la tercera edad con pancartas, pañuelos, ropa y maquillaje de los colores característicos del movimiento. ¡No podía creerlo!

Al son de la batucada se entonaban cánticos y se reunían los contingentes. Poco a poco cada uno, siguiendo el orden previamente establecido, se ordenó en la calle para comenzar a marchar. Aún estaba nerviosa, pero tenía en mi mente todas las indicaciones que se habían dado en redes sociales. Mi amiga y yo nos tomamos fuerte de la mano para permanecer juntas pasara lo que pasara y entonces, comenzó…

El miedo se fue, nos convertimos en luchadoras. Caminamos juntas, gritamos juntas, nos protegimos entre nosotras; no éramos sólo dos personas que llegamos en el mismo auto, éramos miles convertidas en una misma, consientes de que nos cuidábamos entre nosotras y que la voz de una, era la de todas. 

Entiendo que no todas las mujeres están de acuerdo con estas manifestaciones, con la forma en la que se hacen, pero tendrían que estar ahí para entender el amor y el apoyo que se siente, para comprender que la causa de una no es la destrucción de la otra. 

Las presentes el 8M marchamos por todas: por las niñas, por las jóvenes, por las adultas y por las ancianas, por las que ya no están, por las que pudieron quedarse, por las que están por venir. Nos movemos porque queremos un México seguro, buscamos un país donde no nos falte una más; nos movilizamos porque estamos convencidas de que, si alguna de nosotras es la siguiente, queremos ser la última.

Rodearme de mujeres empoderadas me hizo sentirme fuerte, ellas me abrazaron y me dieron la bienvenida. Gracias a las que tienen mucho tiempo en esto porque me han inspirado y ayudado a deconstruirme. Y a ti lector/lectora no te pido que estés de acuerdo, pero si que nos permitas luchar, porque cuando logremos estar todas, tú también serás beneficiado.

Seguridad, ¿cuándo responder el país?

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Hablar del Sistema de Justicia Penal Mexicano algunas veces parece broma y es que la prensa, y los mismos informes de gobierno, nos dejan ver inconsistencias entre los hechos y las repercusiones. O, según sea el caso, los protocolos necesarios no se llevan a cabo correctamente por lo que una sentencia puede ser derogada y los criminales liberados. 

¿De dónde viene la idea de hablar de este tema? Esta semana los medios de comunicación y las redes sociales tuvieron su lupa en varios casos, entre ellos dos de los que hablaré a continuación: la reapertura del caso del “asesino de Cumbres” Diego Santoy, homicida de los hermanos Peña Coss de 3 y 7 años, y la tortura, violación y asesinato de la niña Fátima de 7 años. 

El 14 de febrero los neoleoneses y el país entero amaneció con la noticia de que los abogados de Diego Santoy Riveroll ganaron un amparo que anula la condena de 138 años que recibió por los crímenes de asesinato de los hermanos Peña Coss, intento de asesinato de su exnovia Erika Peña Coss y secuestro de Catalina Bautista, la trabajadora del hogar de la colonia Cumbres. 

¿Por qué el caso de un criminal convicto será reabierto y se dictará una nueva sentencia? Porque no existe constancia de que al realizar los careos del caso estuviera presente la defensa de Santoy, por lo que se habría violado su derecho previsto en el artículo 20 Constitucional a un debido proceso. 

Eso quiere decir que después de casi 14 años del crimen y nueve de la sentencia alguien se percató de un error en los interrogatorios cara a cara por lo que se tendrán que realizar nuevamente. Esto podría afectar la sentencia que ya de por si se había reducido a 71 años por buena conducta. Siete careos están programados para el próximo 28 de febrero a partir de las 09:00 horas. 

La Fiscalía de la Ciudad de México está trabajando en el caso de la niña Fátima que fue reportada como desaparecida el 11 de febrero y encontrada cuatro días después dentro de un costal. Es bien valorado lo que las autoridades están logrando sin embargo sus métodos pueden ser ampliamente cuestionados. 

¿Qué las autoridades se negaron a recibir la denuncia de desaparición? ¿Qué los videos donde se muestra el rostro de quien sustrajo a la niña de la escuela fueron revelados posterior a su muerte? ¿Qué el neoliberalismo es culpable de los feminicidios? No hay manera de borrar estas dudas, ni de cambiar lo que ya se hizo, pero sabemos que si es posible condenar a los responsables de esta muerte. 

Esta vez no se debe tomar a la ligera el asesinato de una menor. ¿Tenemos que recordar el caso Paulette? La niña de 4 años que fue reportada como desaparecida y nueve días después encontrada muerta a los pies de su cama. Sus padres y niñeras fueron detenidos como principales sospechosos, se buscó por toda la casa, más de 200 personas entraron al cuarto de la pequeña, reporteros y policías incluidos, hubo una confesión… 

Y, ¿cuál fue la resolución de este posible crimen? Cuando encontraron a la pequeña envuelta en sábanas manchadas de sangre con un pijama que se puede ver doblada en la esquina de la cama durante una entrevista se decretó que su muerte se debió a una asfixia accidental que ocurrió porque la niña cayó por un espacio entre el colchón y la estructura y no pudo pedir ayuda pues sufría de discapacidad motriz y de lenguaje.

Yo quisiera hablar del sistema de justicia y sentirme segura, sentir que nuestros niños, jóvenes, adultos y ancianos están seguros, pero esto no está sucediendo. Señor presidente, todos los mexicanos le pedimos que invierta en seguridad, que haga controles de confianza y que se modifiquen los sistemas de denuncia. Eso como mínimo… 

Quiero tener la confianza de salir a la calle y saber que voy a regresar. Quiero sentir que mis futuros hijos van a estar seguros y que nunca voy a temer al verlos alejarse de mi puerta. La seguridad es un derecho humano y una responsabilidad del Estado. ¿Acaso exigirla es demasiado?