“La teoría económica solo tiene un éxito moderado en la predicción del comportamiento porque, como todos sabemos, las decisiones a menudo no son racionales o se basan en un análisis defectuoso de las consecuencias de la elección. Es por eso que el mundo está hecho un lío.”
–Stephen Hawking
Tras hablar de la coyuntura inflacionaria en editoriales pasadas, en diversas pláticas y reflexiones ha surgido la duda de por qué la economía mundial es prácticamente dependiente de una moneda en “en la realidad no tiene valor”. Como dice Francis Fukuyama en su libro Trust (1995), la creación de la prosperidad en una sociedad está basada en la honestidad y confianza, y aunque parezca utópico, tiene un poco de sentido si pensamos al dinero fiduciario como aquel contrato de confianza de valor. Recalcamos que la palabra fiduciario viene del latín fiduciarius, o sea, que depende de crédito (en un sentido literal) o confianza. Pues bien, uno entiende que una moneda tenga un valor intrínseco (por estar hecha de algún metal, tal vez oro o plata), pero ¿y los billetes?
En la teoría económica, el dinero tiene tres funciones que lo distinguen de cualquier otro activo: como medio de cambio, unidad de cuenta y depósito de valor. Dichas funciones comenzaron a cumplirse a través de la incursión del papel moneda en nuestra sociedad.
Los primeros billetes o papeles monedas surgen por la imposibilidad de cargar la cantidad de oro, plata, o cualsea el metal precioso que se tratara como medio de cambio en las sociedades antiguas. El primer billete, de hecho, se creó en China en el siglo VII, con la finalidad de reducir la circulación de metales (monedas) por la escasez de cobre, pero lo que en principio se ideo como una medida temporal resultó, al acumular mucho más dinero en menos espacio, a ser la gran solución en el transporte de grandes cantidades a lo largo y ancho del Gran Imperio de la dinastía Tang.
En Europa, aunque Marco Polo ya trajo noticias del novedoso sistema monetario chino, no será hasta el siglo XVII cuando se creen los primeros billetes y es también en este caso por razones de necesidad durante la Guerra de los 30 años. Como dato, por ahí de 1694, después de establecerse el Banco de Inglaterra, comenzaron a circular los billetes de lo que hoy es la moneda viva más antigua: la libra.
El papel moneda era cambiable sin limitación de tiempo por moneda metálica y respaldado por su equivalente en metales preciosos. No fue hasta finales de la segunda guerra mundial con la llegada de los Acuerdos de Bretton Woods que se sistemizó. Dicho evento fue el resultado de la conferencia monetaria y financiera de las Naciones Unidas luego de su creación en 1944. De los acuerdos celebrados en el complejo hotelero homónimo se establecieron reglas financieras y comerciales entre los países; de esta conferencia nace el FMI, la OMC y el Banco Mundial. El nuevo orden económico internacional se asentaría sobre un sistema monetario internacional que adoptaría el patrón oro-divisas. Estados Unidos se comprometería a mantener el precio del oro en 35 USD por onza, de esta forma, se mantendría fijo el precio del dólar, pasando a ser la moneda de referencia en el comercio mundial. Por su parte, el resto de los países fijaron el precio de sus divisas en relación con el dólar americano.
Si nos ponemos un poco conspiranoicos (o tal vez realistas), como establecería Greoge Soros, sería el comienzo del orden económico estadounidense, sistematizando la política económica a conveniencia a través de instituciones bajo el objetivo de combatir déficits en balanzas de pagos de países desfavorecidos luego de las guerras mundiales.
No fue hasta 1971 que el gobierno de Richard Nixon se enfrentó a un problema: los dólares superaron las reservas de oro del país, de manera que el precio del oro en dólares superó el precio fijo del oro. Por lo tanto, luego del incremento de los gastos en el gobierno americano que no ayudó precisamente, Nixon decidió seguir un consejo del famoso Milton Friedman: eliminar la convertibilidad del dólar en oro.
El tener un sistema completamente fiduciario tuvo sus grandes consecuencias, que serán abordadas después. Pero una idea que sí me gustaría implantar es que, bajo la coyuntura actual de creciente inflación, deuda y crisis, no se vería descabellada la idea de contar con el auge de una nueva moneda, tal vez la China (yuan)… o cripto (¿?).
Hablar de a dónde se dirige el dinero es un tema digno de profundizar. Tal vez China se encuentre haciendo su mayor esfuerzo por continuar siendo el protagonista de la economía mundial actual, aunque luego del COVID, sus consecuencias y cómo está reaccionando el gobierno chino, no le estén resultando las cosas al 100%.
En cuanto a las criptomonedas, sin duda, blockchain ha venido a revolucionar el mundo; sin embargo, no considero que este activo pueda cumplir con las funciones descritas al principio de este texto. ¿Cómo confiar en un activo que quiere comportase como moneda, pero se especula demasiado con él? Además de que al ser finito tendría un principio deflacionario respecto a los bienes y servicios que pudiera comprar (aquí hago sugerencia de leer la columna de hace 15 días). El considerar a una moneda como inversión a plazo te haría caer en una especie de trampa de liquidez desincentivando el consumo.