Por primera vez, la ciudadanía podrá votar directamente para definir quiénes integrarán los juzgados y tribunales del país. Se trata de un momento que implica grandes retos, pero también una oportunidad para fortalecer la legitimidad del Poder Judicial.
Durante años, el acceso a la impartición de justicia ha estado reservado a quienes han recorrido una carrera larga, rigurosa y muchas veces silenciosa. Esa trayectoria no debe minimizarse. La formación jurídica, la experiencia, el conocimiento técnico y la ética profesional, deben seguir siendo el fundamento principal de quienes imparten justicia.
Pero ahora se suma una nueva dimensión: la confianza social. No para sustituir los méritos, sino para complementarlos. La legitimidad judicial, hoy más que nunca, se construye en el equilibrio entre la preparación sólida y la conexión con las exigencias de una ciudadanía que espera instituciones cercanas, transparentes y eficaces.
Este proceso ha generado críticas, y muchas de ellas son válidas. Cambiar las reglas en un poder que históricamente se ha mantenido al margen del debate público genera incertidumbre. Pero ante ese escenario, la respuesta no puede ser la indiferencia. Debemos asumir con responsabilidad este nuevo modelo y participar activamente en él. Porque si de algo depende su éxito, es de que las mejores mujeres y los mejores hombres lleguen a ocupar estos espacios.
No basta con tener buenas leyes. Necesitamos buenas personas aplicándolas. Personas que sepan decidir en contextos complejos, que escuchen, que argumenten, que resuelvan. Personas juzgadoras con vocación, con carácter, con claridad y con gran sentido humano.
Quienes hemos trabajado en la justicia sabemos lo que implica una resolución. Sabemos que detrás de cada caso hay una historia, un derecho, una vida. Por eso es tan importante que esta elección sirva para consolidar perfiles con integridad y compromiso real con el país.
Esta es una gran oportunidad para abrir el Poder Judicial a la participación democrática sin renunciar a su rigor. Para renovar la confianza sin debilitar la técnica. Para recordar que la justicia debe sostenerse sobre principios firmes y no sobre intereses subjetivos.
Y eso empieza por no olvidar nunca, lo más importante: que las personas juzgadoras deben ejercer su cargo sin presiones, sin manipulaciones, con justicia.