Reflexiones de una oveja feminista

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El pasado miércoles marché por primera vez desde hace tres años en la marcha del Día Internacional de la Mujer aquí en Monterrey. La última vez había sido aquel domingo del 2020, días antes del fatídico 13 de marzo. El año siguiente, no salí a las calles debido al confinamiento y en el 2022 no estaba viviendo aquí.

Antes de seguir, quiero clarificar que esta no es una crónica del día. No sé las cifras exactas del número de mujeres que marchamos ese día (ya que la cifra varía en 24 mil y 30 mil personas, dependiendo del medio al que te remitas), ni conozco a ciencia cierta el itinerario establecido que debió haber seguido la marcha. 

Para mí, año tras año, este es un día emocionalmente desgastante; ver mis redes sociales plagadas de publicaciones mostrando las cifras de violencia exorbitantes (las cuales no son novedad, pero salen a relucir con la conmemoración del día), recibir mensajes de personas felicitándome (los cuales incluyen el esporádico mensaje de la clínica de depilación que frecuento sobre los descuentos por ser Día de la Mujer) y marcas y personas compartiendo palabras de “aliento” o “motivación” hacia las mujeres por primera y única vez durante el año. Todo me parece desgastante. Esto sin hablar de la montaña rusa de emociones que implica el decidir salir a marchar. Sin importar si es tu primera o tnésima vez, nunca te acostumbras del todo a lo que estás a punto de vivir.

Este 8 de marzo no fue la excepción-, Desde el momento en que me levanté me sentí exhausta. Entiendo perfectamente a la gente que decide no salir a las calles a manifestarse, no comentar ni compartir nada al respecto y no tener que lidiar con los comentarios y preguntas del día después. 

¿Y qué opinas sobre los destrozos? ¿Crees que es necesario? ¿Qué opinas sobre el incendio de la puerta de Palacio de Gobierno? 

Estoy harta de que se planteen las preguntas equivocadas. Sin embargo, al recibirlas, ¿cómo respondo de manera sincera? ¿Debería responder? ¿Cómo se puede externar una opinión crítica y honesta hacia personas escépticas del movimiento sin crear una percepción que desestime todo el trabajo de activismo que crea impactos tangibles en la sociedad? ¿Cómo digo que no me sentí segura en la marcha sin recibir miradas de desaprobación?

Hay algunos puntos que no cuestionaré sobre lo ocurrido el miércoles pasado. Primero, sí, faltó organización. No se respetaron los contingentes preestablecidos poniendo en peligro a las infancias y a otros grupos de mujeres vulnerables. Segundo, no fue una marcha separatista, había hombres sin importar el contingente del que se trataba, lo cual puede generar que la marcha no se palpe como un lugar seguro para quienes nos manifestamos. Tercero, la brutalidad por parte de la policía de Monterrey es inexcusable. Retener en Palacio de Gobierno sin el debido protocolo a 16 personas que estaban ejerciendo su derecho a la protesta es una violación innegable a sus derechos humanos. 

Ante mis ojos, elegir mantenerse al margen de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora es una estrategia de autocuidado, no de tibieza. 

Yo soy, y he sido por los últimos años, lo que coloquialmente se conoce como la “oveja feminista” entre mi familia y amistades. Para quienes no conocen el término, la analogía a la que hace referencia es bastante obvia: la oveja negra, aquella que destaca por crear disturbios y se vincula con aspectos normalmente percibidos como negativos, como la rebeldía. 

Por años, recibí miradas y comentarios respecto a que mis creencias políticas y sociales estaban infundamentadas, que se trataban de necesidades inventadas y reclamos innecesarios. Fueron más veces de las que puedo contar que se me pidió (o a veces suplicó) cambiar de tema durante una conversación. A muchos adultos, específicamente a aquellos bien entrados en su cuarta década o más, no les agrada que una adolescente intervenga en su diálogo de política en la sobremesa sacando a relucir temas de menstruación digna o aborto legal. 

Fue hasta hace algunos años que la evasión de temas para no generar incomodidad fue reemplazada por preguntas de genuino interés entre mi círculo de amistades. Fue hasta hace algunos años, que mis amigas y mi mamá empezaron a marchar conmigo. 

Definitivamente hubo un cambio cultural, paulatino e inesperado a la vez. Me di cuenta de esto el miércoles, cuando una amiga se acercó a mí y me dijo: “Hoy voy a salir a marchar por ti. Quiero que veas el impacto que tienes en la gente”. Mi pesadumbre y angustia se aligeraron un poco después de esa conversación. 

Ser la oveja feminista es cansado. Toma mucho tiempo poder vislumbrar los altos retornos de inversión que tienen todas esas horas en las que causaste incomodidad y todos los desacuerdos que ocasionaste. Sin embargo, he aprendido también que el costo de oportunidad de quedarnos calladas es muy alto. Sí, ser la oveja feminista de la familia casi siempre es difícil, pero siempre termina valiendo la alegría. Sí, valiendo la alegría en lugar de la pena, como diría mi mamá. 

De todo esto me di cuenta la semana pasada.

En medio de todo el caos y la confusión entre contingentes, cambios de ruta, grupos de feministas liberales y radicales; me di cuenta que iba marchando con mi propio (sub)contingente conformado por un caleidoscopio de mujeres con pocas cosas en común, pero unidas por su rabia: mi mamá, mi tía, mis primas, mis amigas, las amigas de mis amigas, amigas lejanas y otras que, por razones del azar, nos encontramos marchando después de cinco o seis años de no vernos. 

Todas tenemos razones distintas para salir a la calle y gritar. Leí un cartel que decía “Es tu historia personal la que te hace feminista” y no podría estar más de acuerdo. 

No pudimos terminar el recorrido. Al ir de regreso hacia Palacio de Gobierno, algo (no sé que) pareció bloquear la ruta y la gente comenzó a correr hacia los lados. No soy católica, pero sí creo que la mejor comparación para describir lo que vimos fue lo que la Biblia narra cuando Moisés partió el Mar Rojo. La multitud, unánimemente, se partió en dos permeando caos y creando un riesgo de estampida.

De un momento a otro, junto con todas, comenzamos a correr. En algún punto, me caí, me levantaron, solté mi cartel, lo dejé tirado e intenté que mi mamá saltara conmigo una de las bardas que cercan los espacios verdes de la Macroplaza. Mi mamá tiene un moretón gigante en su pierna para constatar lo sucedido.

Desconozco que sucedió. Duró poco, la gente detrás de nosotras sí pudo completar la ruta. ¿Lo más surreal de toda esta escena? Atestadas de adrenalina, vi a una de mis primas sacar nuggets de pollo del Mcdonald’s de su bolsa. Cuando vio que la miraba me dijo, “¿Quieres un nugget para el susto?” y todas nos atacamos de la risa, todavía no nos pegaba el cansancio.

La marcha de este año fue una marcha atípica por muchas razones: duró mucho tiempo, los medios atestiguan que atendió un número récord mujeres (y para muchas de ellas se trató de su primera manifestación), los chistes de “Samuel Teslabañas” abundaron y vimos a una mujer en moto que interrumpió la protesta y empezamos a vitorear como “Motomami”.

Me demoré en escribir esto porque tardé en procesar todo lo vivido esa noche del miércoles pasado. Sigo carente de voz, cansada y con las rodillas raspadas como salida de recreo en primero de primaria. 

Espero que para quienes haya sido su primera marcha, su experiencia haya sido plena y se sigan animando a salir a tomar las calles. Es nuestro derecho como ciudadanas, pero considero que es nuestra obligación como mujeres mexicanas.

Y para quienes se sintieron insatisfechas por la marcha debido al reggaeton, el glitter y la falta de solemnidad en todo momento. Creo que también tenemos que reconocer las formas de resistencia desde el arte y la ternura, que son igual de igualmente válidas que aquellas que nacen de la rabia y el coraje.

Sí, el 8M es un día sumamente desgastante, pero también es un perpetuo recordatorio de que no estoy sola y que la vida es un trago menos amargo acompañada de mi contingente, las mujeres de mi vida.



#8M: ¿Para Qué?

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I.PAN Y ROSAS

A mediados del siglo XIX, se vivía una época donde las mujeres se incorporaban a la producción, cada vez más. Entre roles y estereotipos, se abrieron paso al mundo laboral, dominado por los hombres.

Hace 160 años, el día 8 de marzo de 1857, 40 mil obreras huelguistas marcharon por las calles de la ciudad de Nueva York, hacia el parque Washington Square. Entre insultos y chiflidos, costureras de la compañía Lower East Side marcharon, protestando por las terribles condiciones de trabajo en las que las tenían sus patrones: salarios minúsculos, prestaciones nulas y jornadas de más de 12 horas.

Las costureras de Lower East Side no iban a permitir que las pisotearan sólo por ser mujeres, ya que los hombres la tenían mucho mejor que ellas (los salarios de ellas eran entre un 60% y un 70% menor al de ellos[1]).




Al llegar a Washington Square, llamaron la atención de las costureras que se encontraban en la fábrica Cotton Textile, quienes, al igual que las de Lower East Side, eran abusadas laboralmente. Alrededor de 120 a 150 costureras de esta fábrica (no hay certeza sobre este dato numérico), quisieron declararse también en huelga y unirse a la marcha de sus compañeras. Al percatarse de la incitación en sus obreras, el dueño de Cotton Textile ordenó que cerraran las puertas de la fábrica, imposibilitándolas de asistir a la marcha y obligándolas a seguir produciendo.[2]

A la fecha, no se sabe a ciencia cierta si lo que siguió fue por orden del dueño de Cotton Textile, pero hubo un incendio provocado en la fábrica que acabó con la vida de las costureras. Su delito, querer exigir igualdad. Su consecuencia, la pérdida de la vida de una de las formas más atroces: las quemaron vivas.[3]

Éste fue el primer antecedente del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, que después se nombraría también como Día Internacional de la Mujer, nada más, por la Organización de las Naciones Unidas en 1975.

Pero no fue ni la primera ni la última vez en que las mujeres trabajadoras se organizaron para luchar por sus derechos. 51 años después, también en marzo, 15 mil costureras se movilizaron en la misma ciudad bajo la consigna “¡Pan y rosas!”, para exigir mejor paga, una jornada más humana y prestaciones sociales, así como el fin del trabajo infantil y el derecho al sufragio.[4]

La lucha de las mujeres nació de las obreras. Éstos son algunos antecedentes (por supuesto que no los primeros) del movimiento feminista.

II.MUCHAS GRACIAS, PERO…

Hace seis días se conmemoró el Día Internacional de la Mujer. Era de esperarse que el 8 de marzo iba a estar plagado de videos, columnas, artículos y mensajes de Whatsapp machistas, así como de valientes intentos de feministas por contestar a ese incansable intento del patriarcado por conquistar nuestros espacios.

Después del breve recuento histórico, queda claro por qué las feministas decimos que el Día de la Mujer es un día que se conmemora y no se celebra. Pero, ¿por qué pedimos que no nos feliciten?

Se agradece el gesto, pero muchas veces las personas desconocen la raíz de su felicitación. Que se nos festeje el hecho de “ser mujer” tiene varios problemas de fondo.

Primeramente, reproduce la idea de que sólo hay un tipo de mujer, lo cual es excluyente para las demás. Ésto es un problema análogo al que generó el Frente Na(z)ional por la Familia, que “defiende” (¿de quién?) un único tipo de familia, excluyendo a las que no encajan en ese modelo tradicional (y eso que las familias no tradicionales son, en conjunto, mayoría en México; pero ese es otro tema[5]).

Generalmente, cuando pensamos en “mujer” pensamos en el arquetipo de la mujer tradicional[6], con estereotipos y roles de género. Por ello, lo mejor es hablar de “las mujeres”. Así, en plural.

En segundo lugar, la felicitación por ser madres, esposas, hermanas, hijas y novias continúa perpetuando la idea de las mujeres únicamente en función de su relación con hombres y no como seres independientes y autónomos.

Este problema es preocupante, ya que se ha incursionado incluso en el pensamiento de los hombres progres que se autodenominan feministas, pero que no lo son:  “yo soy feminista, porque tengo madre/esposa/hija.”

¿Por qué son incorrectas este tipo de consignas? Porque reproducen la idea de que nosotras sólo merecemos respeto e igualdad de derechos porque funcionamos a un hombre. Ésto no tiene nada de feminista. No deben de luchar por los derechos de las mujeres y respetarnos porque somos sus hermanas o novias, hay que hacerlo porque también somos seres humanos.

Lo que me lleva al tercer punto: hay que luchar, no celebrar. Felicitarnos el 8 de marzo invisibiliza una fecha que conmemora un hecho político, volviéndola algo vacío. Un hombre feminista[7] no invisibiliza nuestro movimiento, sino que, en la medida de lo posible, cede sus espacios a éste, habla con los demás hombres sobre sus privilegios y llama la atención cuando uno de sus amigos dice algún comentario misógino. Un hombre feminista no felicita a las mujeres en “su día”, sino que se une al movimiento por la igualdad de derechos de todas las personas.

 

III. FEMINISMO(S): AYER Y HOY

A todo ésto, cabe preguntarse: ¿qué es el feminismo? En una definición básica y general del concepto, el feminismo es un movimiento heterogéneo que busca alcanzar la igualdad de género. Es heterogéneo porque hay muchos feminismos, muchas formas de analizar la opresión y luchar por la igualdad. Por ello es que, generalmente, hablamos de feminismos, en plural.

Pero todos los feminismos tienen (por lo menos) dos puntos en común: 1. existe un sistema patriarcal que ha vulnerabilizado y oprimido a las mujeres; y 2. tenemos que hacer algo para erradicar esa situación. Cabe citarse: “una de las pocas cosas en las que todos los feminismos coinciden es que se trata siempre de una teoría crítica. Una teoría que trata de pensar desde los márgenes, de buscar alternativas, de transformar una realidad social que nos enoja e indigna.”[8] Es a estos principios comunes a los que nos referimos cuando hablamos de feminismo, en singular.

El 8 de marzo abundó la doble moral de ciertos hombres: felicitaron a las mujeres, pero criticaron el feminismo (sin conocerlo, obvio). Muchas instituciones y medios de comunicación compartieron videos dándole difusión al movimiento feminista y conmemorando el Día de la Mujer.

Los trolls no tardaron en aparecer. Repetían una y otra vez las mismas críticas: “las feministas de hoy son un chiste, no como las verdaderas feministas de antes”, “el feminismo ya no es necesario”, “las mujeres tienen las mismas oportunidades que los hombres, o más”, etcétera.

Quiero desmentir estas tres típicas frases que dicen ciertos hombres para desacreditar el movimiento – y que únicamente prueban su desconocimiento en el tema.

¿A qué se refieren los trolls con “las feministas de antes”? Generalmente, la mayoría se refiere a las feministas de la Primera Ola (en la versión americana de la historia oficialista del feminismo, misma que es la equivalente a la Segunda Ola en la versión europea)[9], es decir, a las sufragistas.




Las personas que dicen este tipo de cosas, piensan que las únicas pugnas válidas de las mujeres son las de los derechos civiles y políticos. Piensan que las mujeres que hoy pugnamos por la erradicación de la cultura de la violación[10] y por un feminismo más incluyente (interseccional[11]), peleamos contra algo que no existe y que ya no es necesario. Ésto resulta irreflexivo, pues que haya igualdad formal (a nivel constitucional) no significa que haya igualdad sustantiva.

Además, como todo movimiento ideológico y social, el feminismo ha evolucionado. Lo que comenzó como feminismo blanco, hoy ya no es aceptable entre las feministas por ser racista y trans-exclusivo. A base de prueba y error, las feministas hemos construido nuestro movimiento – por lo que, obviamente, (casi) nada se parecen el feminismo blanco y el feminismo interseccional, por ejemplo. Ésto no es un problema, sino todo lo contrario.

Ahora bien, la lucha desde y para las mujeres sigue teniendo vigor. Hoy, en México:

  • El 65% del trabajo total de las mujeres, se integra por labores no remuneradas en el hogar;[12]
  • La brecha salarial de género tardará por lo menos otros 156 años en cerrarse;[13]
  • 81 de cada 100 víctimas de violencia sexual son mujeres;[14]
  • Sólo se consigna al 1% de los agresores sexuales (siendo que el 90.5% son hombres);[15]
  • El 93% de las mujeres víctimas de violencia de pareja no recibió ayuda médica o psicológica alguna;[16]
  • 1.4 millones de mujeres sufren acoso sexual en el trabajo (ésto, sin contar la cifra negra de 99.7%);[17]
  • Sólo 11 mujeres han sido Ministras en toda la historia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación;[18]
  • Sólo 7 mujeres han sido Gobernadoras de entidades federativas – y una de ellas fue solamente por interinato;[19]
  • Hemos tenido 0 mujeres como Presidente de la República; y
  • Hay 7.2 feminicidios al día.[20]

Los datos no mienten: la violencia contra las mujeres no es cosa del siglo pasado, como los anti-feministas se empeñan en desinformar. La violencia de género, en sus múltiples facetas, se da aquí y ahora.

Nos queda mucho camino por recorrer para alcanzar la igualdad de género; aunque, incluso si ya la hubiéramos alcanzado, valdría la pena seguir luchando: hay que seguir luchando para no retroceder.

Hace aproximadamente un mes, el Presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, despenalizó la violencia doméstica en su país (siempre que el agresor no reincida en un periodo de un año y no ocasione lesiones mayores a la víctima).

Hace aproximadamente dos meses, Donald Trump, un (presunto) acosador serial, tomó protesta como Presidente de los Estados Unidos de América. Hace dos días, en Guatemala, murieron quemadas 39 niñas – y contando – en un albergue para víctimas de violencia doméstica, cuando protestaban por las agresiones sexuales en dicho lugar.  Estos acontecimientos son prueba de que cuando creemos que hemos conquistado una causa, es cuando más debemos de combatir para mantenerla. Por ello, nunca será absurdo hablar de feminismo.




Es por todo lo anterior que, en fechas como el 8 de marzo, las mujeres intentamos visibilizar las violencias diarias de la que somos víctimas.

El Día Internacional de la Mujer existe para conmemorar las luchas feministas – como la de las costureras de la fábrica Cotton Textile –, no para celebrar. El 8 de marzo es un día para recordar que aún no hemos alcanzado la igualdad y para inspirarnos a seguir peleando por ella.

 

 

[1] González, Elena. Historia del 8 de marzo: Día Internacional de la Mujer. Disponible en línea: <http://tinyurl.com/blog-egonzalez-8m>.

[2] Ulloa Ziáurriz, Teresa. 8 de marzo: Un Día de Lucha por los Derechos de las Mujeres. Disponible en línea: <http://tinyurl.com/8m-cimac>.

[3] Centro de Documentación del Inmujeres. Antecedentes del 8 de marzo de 1857. Disponible en línea: <http://tinyurl.com/cedoc-inmujeres-08031857>.

[4] Ulloa Ziáurriz, Teresa. Op. cit.

[5] Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. Boletín de prensa 038/2016: Pronunciamiento del Conapred sobre el matrimonio igualitario. Disponible en línea: <http://tinyurl.com/conapred-0382016>.

[6] Guil Bozal, Ana. El papel de los arquetipos en los actuales estereotipos sobre la mujer. Disponible en línea: <http://tinyurl.com/arquet-mujeres>.

[7] Soy una feminista que piensa que los hombres sí pueden ser feministas, pero reconozco que hay algunos feminismos que consideran que no pueden serlo, sino que únicamente pueden ser aliados. Esta última también es una postura válida. Para mí, un hombre feminista es un hombre que reflexiona sobre sus privilegios y busca renunciar a ellos, dándoles su espacio a las mujeres, reconociendo su movimiento y abogando por sus derechos. Sobre este tema, recomiendo leer este artículo: Utt, Jamie; McCrayer, Jenika. Can Men Be Feminists? And 9 Other FAQs We Often Get from Men. Disponible en línea: <http://tinyurl.com/feminist-men>. Si les interesa un contenido más detallado, recomiendo leer Men and Feminism: Seal Studies, libro de Shira Tarrant.

[8] Flores Garrido, Natalia. Feminismos, en plural. Disponible en línea: <http://distintaslatitudes.net/feminismos-en-plural>.

[9] Para conocer más de la historia oficialista (europea) del feminismo, recomiendo leer el libro Feminismo para principiantes, de Nuria Varela.

[10] Aquí desarrollo un poco más este tema: <http://tinyurl.com/blog-msv-cdv>.

[11] Recomiendo leer este artículo: Uwujaren, Jarune; Utt, Jamie. Why Our Feminism Must Be Intersectional (And 3 Ways to Practice It). Disponible en línea: <http://tinyurl.com/intersecc-fem>.

[12] Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. Estadísticas a propósito del Día Internacional de la Mujer, 2016. Disponible en línea: <http://tinyurl.com/est-8m-2016inegi>.

[13] Foro Económico Mundial. Informe Global de la Brecha Salarial de Género, 2016. Disponible en línea: <http://tinyurl.com/genderpaygap-wef>.

[14] Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas. Primer Diagnóstico sobre la Atención de la Violencia Sexual en México, 2015. Disponible en línea: <http://tinyurl.com/ceav2015-violenciasexual>.

[15] Ibídem.

[16] López Barajas, María de la Paz. Violencia contra las mujeres en México: tendencias actuales. Disponible en línea: <http://tinyurl.com/VCM-mex-tendencias>.

[17] Ramírez, Gabriela. Reportaje especial: Víctimas de hostigamiento sexual a la deriva. Disponible en línea: <http://tinyurl.com/acosolaboral-997>.

[18] Martínez Rivas, Julio. La historia de las mujeres en la Suprema Corte. Disponible en línea: <http://tinyurl.com/mujeres-scjn>.

[19] Milenio Digital. Las gobernadoras que ha tenido México. Disponible en línea: <http://tinyurl.com/gobernadoras-milenio>.

[20] ONU Mujeres. La violencia feminicida en méxico, aproximaciones y tendencias 1985-2014. Disponible en línea: <http://tinyurl.com/onumujeres-2014>.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”