Jorge y Javier: hacia 2190 días de lucha

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“La verdad, por más que se oculte, no dejará de ser verdad, y la mentira, por más que se propague, seguirá siendo mentira”-Mahatma Gandhi

Están por cumplirse 6 años del suceso en el que dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey, Jorge y Javier, fueron abatidos por miembros del ejército. Para los padres, habrán de cumplirse seis años de lucha ininterrumpida en los que han tenido que plantar cara a la falta de respuesta de las autoridades correspondientes; para otros, habrán de cumplirse seis años de esfuerzos por enterrar la verdad y cultivar la mentira entre los ciudadanos con el fin de justificar lo ocurrido. Finalmente, para muchos de nosotros se van a cumplir 6 años en los que abrimos nuestro corazón y nos dimos cuenta de la clara ineficiencia de usar la fuerza bruta para combatir un problema que solo podrá ser solucionado apelando a la razón y no al instinto.

al estar por cumplirse 6 años de este homicidio… nos queda claro a varios de nosotros, que solo la unidad entre la sociedad va a ser la que nos ayude a traer al país un estado de derecho verdadero, en el que la justicia no intente ser enterrada por quienes están encargados de administrarla, en donde no se incrimine a quien sufre un delito ni los servidores públicos huyan de sus responsabilidades.

Asimismo, cada año cumplido se ha observado cómo los estudiantes, los amigos, así como los padres de Jorge y Javier dan testimonio de fortaleza ante una de las más grandes luchas que los mexicanos hemos vivido desde que, vaya la redundancia, tenemos memoria: la lucha contra el olvido sistemático. Estoy seguro que este último concepto no sorprende al lector, pues se trata de uno de los mayores obstáculos que todo movimiento que exige la impartición de justicia, afronta. De la matanza de Tlatelolco al suceso de Acteal, de Atenco a Ayotzinapa, son claros los ejemplos, no solo de patrones similares en cuanto a los abusos de autoridad, sino también en cuanto a los muros gubernamentales concebidos como una clara (desde mi punto de vista, recalco) ineficiencia voluntaria y un encubrimiento aparente de, al menos una parte del estado, al momento de brindar justicia y resolver de manera pronta y expedita tales eventos.

Para los padres, habrán de cumplirse seis años de lucha ininterrumpida en los que han tenido que plantar cara a la falta de respuesta de las autoridades correspondientes; para otros, habrán de cumplirse seis años de esfuerzos por enterrar la verdad y cultivar la mentira entre los ciudadanos con el fin de justificar lo ocurrido.

Ahondando en lo anterior, parece no existir ni vergüenza ni honor entre algunos cuerpos pertenecientes al sector gubernamental. Al observar el uso de tácticas como el colocar armas de fuego en los estudiantes del Tecnológico de Monterrey abatidos con el fin de justificar su ataque, así como apreciar en un momento, la afirmación de estar vinculados los normalistas desaparecidos de Iguala al crimen organizado con el fin de desacreditar, frente a la sociedad, su estatus de víctimas de desaparición forzada; me atrevo a asegurar que mientras tengamos esta clase de personas dentro del gobierno no podremos conseguir un México mejor para las futuras generaciones, y mucho menos vamos a lograr resolver el problema del crimen organizado, el cual aún acecha a nuestra nación.

Por otra parte, al estar por cumplirse 6 años de este homicidio perpetrado por agentes gubernamentales, nos queda claro a varios de nosotros, que solo la unidad entre la sociedad va a ser la que nos ayude a traer al país un estado de derecho verdadero, en el que la justicia no intente ser enterrada por quienes están encargados de administrarla, en donde no se incrimine a quien sufre un delito ni los servidores públicos huyan de sus responsabilidades. Dicho en otras palabras, solo la unidad social podrá hacer que tengamos una nación que los mexicanos que dieron su vida en la revolución y la independencia soñaron: un México que sea, tal como como su definición dicta, un “ombligo de la luna” en su máxima extensión de la palabra.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

México y el Caudillismo

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“Un hombre hará la diferencia, pero una sociedad hará la revolución”

Nuestro país puede concebirse de diversas formas: como una nación llena de retos en cuanto a las áreas económicas, sociales y de derechos humanos, e igualmente como un pueblo pluricultural que ha tenido el privilegio de contar con una inmensidad de culturas y tradiciones, tanto mestizas como aquellas provenientes del México prehispánico. Es en ese factor pluricultural que puede apreciarse uno de los aspectos más arraigados que tenemos algunos mexicanos: el caudillismo. Considero de gran importancia expresar una postura personal respecto a este concepto, el cual, bajo mi punto de vista, se encuentra considerablemente establecido en nuestra visión individual y colectiva.

Ahora bien, se preguntará el lector ¿Qué es el caudillismo? Tal interrogante debería responderse con otros cuestionamientos los cuales he escuchado al tratar temas de política junto a otros compañeros, tales como: ¿Dónde quedaron los héroes que nos dieron la independencia? ¿Dónde quedó la gente como Morelos y Zapata?

El caudillismo no es más que la concepción que poseen una parte de los mexicanos en cuanto a la forma en la que ellos mismos verán llevada a la realidad aquella lucha por un México mejor. Entrando un poco a los elementos que integran el caudillismo es visible una postura quietista, entendiéndose como una esperanza pasiva y carente de movimiento, o, dicho en otras palabras: una esperanza con cadenas en vez de alas. Este quietismo va a la par con el aspecto intrínseco del caudillismo, el cual es el concepto de una figura arquetípica, mesiánica e idealista de una persona que llevará a cabo un cambio hacia todo el país. Desde figuras pertenecientes a siglos pasados como Emiliano Zapata o Benito Juárez, hasta las más contemporáneas como Fabio Beltrones (al menos para los militantes del PRI), Andrés Manuel López Obrador con su partido MORENA o nuestro gobernador en turno, Jaime Rodríguez Calderón con la bandera “independiente”, sobran los ejemplos de figuras arquetípicas responsables de mantener al caudillismo en el pensamiento de una parte de la población.

Recordando el artículo 39 de la Carta Magna, la soberanía reside en el pueblo, por lo que le corresponde, no a un líder “ejemplar” ni a un político fabricado cambiar al país, sino que corresponde a cada uno de nosotros hacer tal empresa.

Por otra parte, resulta imprescindible recalcar que esta noción ha sido mantenida y explotada por parte de algunos individuos pertenecientes al sector gubernamental; un ejemplo visible se encuentra en la educación básica, especialmente en las clases de historia que llevábamos cuando niños. A lo establecido anteriormente habría que agregársele, con el fin de complementar, la siguiente pregunta ¿En qué páginas de nuestros libros de historia se les hizo un énfasis a las personas que lucharon junto a las figuras de Morelos, Juárez o Villa? Aunado a lo anterior, no debe olvidarse el factor de explotación del caudillismo, utilizado en gran parte por actores políticos (actor en el amplio sentido de la palabra); desde la apariencia pueblerina de Fox durante su campaña presidencial, hasta la figura del “joven” que representa a un PRI “renovado” que brindó Peña Nieto, el caudillismo funge como una herramienta utilizada por la burocracia política.

Finalmente, luego de observar los alcances de tal concepción poseída por un grupo de paisanos, de recalcar la acción de conservación y explotación de esta misma por parte de entes políticos y de mencionar ejemplos clásicos y contemporáneos de caudillos, el lector habrá de tener la pregunta sobre ¿Qué hacer? La respuesta, a diferencia del inicio, debe contestarse ya no con otras preguntas cual Sócrates, sino con una afirmación: La democracia representativa no es votar un día, y callarse tres años. Con esto quiero decir que, la democracia que reconoce nuestra constitución no tiene cabida que una persona arquetípica haga su voluntad luego de ser votada por la mayoría, tampoco tiene cabida que los mexicanos bajemos nuestra voz hasta encontrar a otro individuo que siga nutriendo este círculo vicioso.

Recordando el artículo 39 de la Carta Magna, la soberanía reside en el pueblo, por lo que le corresponde, no a un líder “ejemplar” ni a un político fabricado cambiar al país, sino que corresponde a cada uno de nosotros hacer tal empresa.

…el lector habrá de tener la pregunta sobre ¿Qué hacer? La respuesta, a diferencia del inicio, debe contestarse ya no con otras preguntas cual Sócrates, sino con una afirmación: La democracia representativa no es votar un día, y callarse tres años

Termino con la siguiente frase, la cual, espero un día sirva para erradicar este caudillismo y nos ayude a cosechar una democracia representativa auténtica; “Un hombre hará la diferencia, pero una sociedad hará la revolución”.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”