Yo pago tu salario

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El salario es la remuneración que alguien recibe por trabajar. Se trata, en principio, de un intercambio. Sin embargo, por alguna razón hay quienes creen que pagar un sueldo, contraprestación o salario les faculta para exigir lo que sea de sus trabajadores y dirigirse a ellos de forma prepotente.

¿Cuántos de ustedes han tenido que realizar favores o labores que no corresponden con su puesto de trabajo? ¿Cuántos han escuchado o dicho la frase “para algo les pago”, buscando justificar estas conductas?

¿Cuántos de ustedes han tenido que realizar favores o labores que no corresponden con su puesto de trabajo? ¿Cuántos han escuchado o dicho la frase “para algo les pago”, buscando justificar estas conductas? Muy diferente es el favor a la empresa o al patrón hecho por voluntad del trabajador al que realiza por verse forzado y/o chantajeado.

Hay también un mundo de diferencia entre una llamada de atención, incluso enérgica, al insulto o a la humillación. Pero tristemente pocos patrones lo entienden así y parece ser que cuando hay tan pocas oportunidades de trabajo y tanta necesidad económica, el cacicazgo moderno encuentra un terreno perfecto para perpetuarse; es lo que hay, y si no, ahí está la calle.

Sin embargo, cuando la ciudadanía se considera “patrona”, parece estar contaminada por los mismos vicios. Y es que tal vez por esta misma pobre cultura laboral, muchas personas se creen legitimadas para insultar y faltar el respeto a deportistas, artistas y servidores públicos justificándose en que “nosotros les pagamos”. Quizá por eso consideren que éstos deberían actuar de forma servil y complaciente hacia nosotros.

“Yo te pago, por mí comes, muéstrame respeto”.

En el caso específico de los servidores públicos, es cierto que han construido una pésima imagen a través de décadas repletas de casos de nepotismo, compadrazgo y en muchos casos de preocupantes niveles de ineptitud, además de nulas habilidades para dirigirse a la ciudadanía.

Hemos visto y sufrido a recepcionistas, enfermeras, doctores, directores, secretarios, delegados, policías, agentes de tránsito y un largo etcétera de servidores públicos que no cuentan con las aptitudes requeridas o que constantemente pecan de prepotencia. Muy probablemente ustedes tengan ejemplos y anécdotas al respecto.

Me parece que pagar impuestos y en consecuencia, parte del salario de los servidores (ojo, los ingresos de la Administración Pública no dependen exclusivamente de los impuestos), de ninguna manera nos faculta para insultarlos o humillarles.

Y aunque me parece prudente y necesario exigir sanciones, el despido o enjuiciamiento de servidores públicos ineptos, prepotentes o corruptos (básicamente el cumplimiento de la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos), también me parece que pagar impuestos y en consecuencia, parte del salario de los servidores (ojo, los ingresos de la Administración Pública no dependen exclusivamente de los impuestos), de ninguna manera nos faculta para insultarlos o humillarles.

Es por eso que las medidas tomadas hace unos meses por la Dirección de Atención Ciudadana para los servidores públicos indicándoles que tendrían que saludar a los ciudadanos de la siguiente manera: “Buen día, mi sueldo se paga con sus impuestos, le atiende… en qué le puedo servir”, me parecen inútiles además de populistas, humillantes e inútiles.

En nada solucionan el servicio deficiente ofrecido y sólo generan una falsa idea de cambio, además de seguir fomentando la percepción de que quien recibe nuestro pago nos debe sumisión.

Y lo considero así, porque en nada solucionan el servicio deficiente ofrecido y sólo generan una falsa idea de cambio, además de seguir fomentando la percepción de que quien recibe nuestro pago nos debe sumisión.

¿Qué tal te parecería saludar a tu patrón o firmar tus correos con la frase: “Buen día, mi sueldo se paga con su dinero”? Se trata de la colecta del aplauso fácil, de la solución superficial, de un burdo placebo que de nada servirá si no vemos cambios positivos en el servicio público y sanciones a quienes las merezcan porque en ese tema, tristemente, nos hemos acostumbrado a que nunca pase nada.

Sea en tu espacio laboral o en el servicio público, la prepotencia jamás estará justificada y nadie bajo ninguna circunstancia nos debe más que respeto, nunca sumisión. Saquemos al cacique de una buena vez y exijamos lo que se debe exigir. Nada más.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

Desigualdad social = inseguridad

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Hemos vuelto a escuchar y a decir que hay que andar con cuidado. Nadie sabe a ciencia cierta cómo es que se anda de esa forma, pero básicamente nos dan a entender que consiste en reincorporar el miedo a nuestras rutinas.

En San Pedro Garza García, el municipio “blindado”, ocurrieron robos a vehículos en la más reciente semana o, para ser más precisos, los delitos cometidos en los últimos días tuvieron mayor difusión mediática.

¿Por qué? Porque en San Pedro Garza García, el municipio “blindado”, ocurrieron robos a vehículos en la más reciente semana o, para ser más precisos, los delitos cometidos en los últimos días tuvieron mayor difusión mediática.

Digo lo anterior, debido a que en realidad San Pedro no ha estado precisamente exento de delitos en los últimos meses. Ni siquiera de robo de vehículos. Así lo muestran estudios como el semáforo delictivo publicado en www.nuevoleonseguro.org.mx mensualmente. A través de estos indicadores podemos percibir cómo, en dicho municipio, algunos crímenes como el robo a negocios y a automóviles aparecieron en amarillo o en rojo durante casi cada mes del último año.

La histeria, las hipótesis y conspiraciones, aunque de forma momentánea, han vuelto a formar parte de nuestras pláticas e invadido nuestros teléfonos y correos electrónicos.

La histeria, las hipótesis y conspiraciones, aunque de forma momentánea, han vuelto a formar parte de nuestras pláticas e invadido nuestros teléfonos y correos electrónicos. Nos dicen que se trata de delitos aislados, campañas mediáticas de desprestigio, pactos rotos, transiciones de gobierno, disputas políticas, pleitos por territorio entre carteles o bandas de delincuentes y un largo etcétera.

Al mismo tiempo, cadenas alarmistas y de procedencia indefinida nos son enviadas con las mejores intenciones pero con poca responsabilidad; en nuestra época nada debe ser creído ni compartido sin cuestionar las fuentes.

Paralelo al breve periodo de histeria que vivimos, se “filtró” también un audio en internet en el que Marcial Herrera, Secretario de Seguridad Pública de San Pedro, se muestra enérgico y decidido de forma casi pasional a reducir los delitos en el municipio. Muchas personas se sintieron más tranquilas al escuchar su enojo y preocupación mientras a otros les pareció muy curioso que se filtrara ese conveniente mensaje.

Evidentemente, siguen abiertas las heridas que dejaron las todavía recientes épocas oscuras en materia de seguridad. La sola idea de aproximarnos a un retorno de esa situación, es un temor que naturalmente genera inquietud en los ciudadanos; el hecho de que los crímenes no desaparecieron sino que sólo se alejaron de sus casas, municipios o Estados, le es indiferente a muchos.

Puede ser que la situación de San Pedro haya generado una paranoia infundada y que vaya a ser controlada eventualmente. Sin embargo, la reacción de sus ciudadanos evidencia varios aspectos que siguen presentes en la mente de todo el país.

Existe un temor que tristemente sí es fundado y es el de ser víctimas de algún crimen pues sabemos que en dicho caso enfrentaríamos casi desnudos a la barbarie desde la más profunda de las soledades; no hay confianza en la policía ni en los jueces ni hay verdadera esperanza de justicia.

El Índice Global de Impunidad nos ubica como el segundo país con mayor impunidad del mundo.

La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre la Seguridad Pública presentada el año pasado, mostró que 9 de cada 10 delitos en México quedan impunes, mientras que el Índice Global de Impunidad nos ubica como el segundo país con mayor impunidad del mundo; decía bien Peter Villaume que la esperanza de impunidad es para algunos la mayor invitación al crimen.
Cuando el crimen, en su veleidoso devenir, aumenta, no sabemos qué es específicamente andar con cuidado.

Hubo quienes se encerraron en sus casas, otros desarrollaron fobia a las camionetas nuevas o a los vehículos viejos mientras que algunos sentían una muy racista desconfianza respecto personas de rasgos indígenas que mostraran lujos o conductas despilfarradoras; el racismo no sólo radica en dudar de la procedencia de sus recursos, sino en el vergonzoso hecho de que la mayoría de los pobres en México sean de raza indígena al grado en que su opulencia resulte para muchos sospechosa.

Los índices de pobreza y falta de oportunidades que van desde mala alimentación, nula educación y falta de acceso servicios de salud, parecen ser preocupantes para muchos solamente cuando están relacionados con la criminalidad.

Los índices de pobreza y falta de oportunidades que van desde mala alimentación, nula educación y falta de acceso servicios de salud, parecen ser preocupantes para muchos solamente cuando están relacionados con la criminalidad: carne de cañón o paja seca, les llaman. Les consideran más fáciles de seducir porque reconocen lo adverso de sus circunstancias pero si no son riesgo, no parecen importar mucho.

Tristemente he escuchado a quienes afirman que la solución está en construir canchas de fútbol en barrios humildes o en darles cursos de superación personal a los jóvenes que forman parte de pandillas; creer que la pobreza del país se soluciona engañando o entreteniendo a quienes la padecen, no sólo es un indicador de preocupantes niveles de ignorancia e insensibilidad, sino también es síntoma de vivir en una burbuja de tungsteno reforzado.

La pobreza, la falta de oportunidades, el distanciamiento abismal entre clases sociales y la impunidad, son algunos factores que inciden directamente en la criminalidad del país.

La pobreza, la falta de oportunidades, el distanciamiento abismal entre clases sociales y la impunidad, son algunos factores que inciden directamente en la criminalidad del país. Esos factores persisten y van más allá de personas o partidos políticos y principalmente: existen aunque estén lejos de nuestras casas, existen más allá de personas o partidos políticos.

Trabajar en ellos parece ser el único camino no autoritario ni despótico, pero requiere de esfuerzos que no son menores ni mucho menos fáciles, y sus resultados, evidentemente, no se verán en menos de seis años. Así que el temor puede seguir siendo controlado con estrategias superficiales y con valentía populista.

Así hemos vivido por años, ¿qué más da?

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“Todos sabemos…”: Sobre el gobierno, los medios y la cortina de humo

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Se supone que todos sabemos que “El Chupacabras” fue una farsa para distraer la atención respecto al FOBAPROA. Que el gobierno se inventó unos náufragos en 2006 para disimular un fraude electoral y un osito panda en los años ochenta para que los mexicanos olvidaran la inflación. Que la influenza H1 N1 fue también una cortina de humo para desviarnos de las matanzas en el país. Que todos los logros deportivos son siempre comprados por los gobiernos y que se trata de, frase favorita de muchos, de: “Pan y circo” (¿Cuál pan?)

En este sentido, algunos afirman que la captura del “Chapo” (al principio aseguraban que no era él sino un actor), su posterior fuga y recaptura habrían sido todos montajes, algo incluso sugerido por Pedro Ferriz de Con.

¿Por qué regresar al “Chapo” al penal? Supuestamente para disimular el aumento del dólar que, dicho sea de paso, no estaba despertando ira incontenible en los ciudadanos ni originado protestas o manifestaciones masivas.

¿Por qué regresar al “Chapo” al penal? Supuestamente para disimular el aumento del dólar que, dicho sea de paso, no estaba despertando ira incontenible en los ciudadanos ni originado protestas o manifestaciones masivas.

Es cierto que estas hipótesis no se encuentran sustentadas en evidencias claras sino más bien en sospechas y conjeturas que a veces resultan un tanto absurdas y hasta risibles.

Es verdad que existen ejemplos múltiples casos de falsedad en la información difundida por el gobierno y los medios de comunicación.

Sin embargo, también es verdad que existen ejemplos múltiples casos de falsedad en la información difundida por el gobierno y los medios de comunicación.

Como ejemplos recientes, están los múltiples montajes de Genaro García luna, ex secretario de seguridad pública y personaje infame de nuestra historia reciente; los casos de Florence Cassez, la liberación de Rubén Omar Romano o el de Osvaldo Aguilar Martínez, son sólo algunas de sus nefastas aportaciones casi hollywoodenses.

El historial de nuestros medios informativos tampoco es muy positivo. Desde las épocas en las que Zabludovsky emitía únicamente las versiones oficiales de Tlatelolco o la guerra sucia de los años setenta hasta las noticias difundidas por él mismo y los demás medios en relación a las elecciones de 1988 y 2006, las matanzas de Acteal y Agua Blanca en los años noventa, la ocupación ilegal de Canal 40 en 2003 o la Casa Blanca de las Lomas. Tristemente son pocos ejemplos y deprimentemente corresponden a un período comprendido desde la década de los años sesenta hasta nuestros días.

Sin olvidar que las conclusiones de casos como el asesinato de Luis Donaldo Colosio, las muertes de Juan Camilo Mouriño y Blake Mora, ambas en idénticas circunstancias, los casos Paulette o Ayotzinapa, por mencionar algunos, han sido cuando menos cuestionables.

Considerando este contexto, resulta comprensible la desconfianza de los ciudadanos en relación a la información oficial. Resulta lógico y hasta imperativo que seamos siempre críticos frente a las noticias que recibimos.

Por el contrario, internet puede ser percibido por algunos como un medio de comunicación más libre pues, en principio, cualquier persona puede difundir contenido sin más interés que el de informar y sin depender de patrocinios o intereses ni estar sujeto a censura; los portales y blogs que se monetizan gracias a anunciantes o los asesinatos a colaboradores del blog del narco, derribarían un poco esta idea.

Pero aún dejando a un lado los patrocinios y la censura, la libertad de internet tiene otra implicación importante: la confiabilidad del contenido.

Tú mismo puedes abrir un blog en el que publiques cualquier hipótesis descabellada que se te ocurra y difundirla a través de redes sociales.

Lo poco fidedigno de la información oficial no debe llevarnos a entonces creer a la información contraria sino hacernos críticos frente a ambas fuentes.

Y es que lo poco fidedigno de la información oficial no debe llevarnos a entonces creer a la información contraria sino hacernos críticos frente a ambas fuentes.

Repetir “todos sabemos” o conspiraciones de internet no sería resultado de un pensamiento crítico y quizá te colocaría en una posición tan inocente como la de quien cree ciegamente en la información oficial.

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Chapo: Sálvanos de ISIS.

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La semana pasada se dijo que “El Chapo” amenazó a ISIS. Todo surgió de una nota falsa creada a manera de sátira por la página Thug Life Videos que, para no variar, fue tomada como auténtica por diversos medios de información supuestamente serios.

Durante días pasados también circularon enlaces a sitios web de apariencia poco fidedigna que aseguraban que los narcotraficantes habían advertido a los terroristas que no se acercaran a México.

Durante días pasados también circularon enlaces a sitios web de apariencia poco fidedigna que aseguraban que los narcotraficantes habían advertido a los terroristas que no se acercaran a México.

Como de costumbre, sin cuestionar mucho la fuente, las notas se hicieron virales. (¿No les pareció cuando menos cuestionable la posibilidad de que “El Chapo” se pusiera a escribir correos electrónicos desde donde quiera que esté?)

Y es que desde que se hizo público el extraño y desconcertante video supuestamente elaborado por el grupo terrorista de Medio Oriente donde aparecían múltiples banderas, entre ellas la nuestra, el tema de “la amenaza de ISIS a México” originó diversas noticias, opiniones, bromas, hipotéticos y, por supuesto, notas falsas que buscan hacerse virales.

En muchas personas ha surgido la siguiente pregunta: ¿quién nos defendería en caso de que los yihadistas llegaran a México? Aparentemente el ejército, la policía o el Estado no les generan mucha esperanza.

Imagino que más por ocio que por un verdadero temor, en muchas personas ha surgido la siguiente pregunta: ¿quién nos defendería en caso de que los yihadistas llegaran a México? Aparentemente el ejército, la policía o el Estado no les generan mucha esperanza.

Tal vez por ello, el tema de los narcotraficantes como los auténticos héroes defensores de la patria se vuelve atractivo para crear contenido falso con potencial de difusión masiva.

La pésima imagen del Estado mexicano no es precisamente sorprendente. De acuerdo con Consulta Mitofsky, la confianza en las instituciones se sitúa en su nivel más bajo desde 2004. Por ejemplo, de una escala del 1 al 10 la presidencia obtuvo un 5.7, la policía un 5.3 y el ejército un 7.1 que aunque es alto, representa su calificación más baja en los últimos 11 años.

Pero no sólo disminuye la confianza en el Estado sino que, extrañamente, parece aumentar en ciertos aspectos la que existe hacia los narcotraficantes. Aquellos que supuestamente son los enemigos de la población de pronto se transforman en esperanza y héroes; ha sido tal el fracaso de las autoridades en los últimos 10 años que la gente además de creerlas incapaces de derrotar a los criminales, parecen preferir que sean éstos quienes nos defiendan en caso de un ataque extranjero.

A falta de policía, que el ladrón me defienda de los demás ladrones.

A falta de policía, que el ladrón me defienda de los demás ladrones.

Y es que además de la población, algunas figuras públicas han hecho en el pasado algunas manifestaciones al respecto.

Recordemos aquella lamentable carta escrita por Kate del Castillo cargada de un maniqueísmo casi infantil en la que invitaba al “Chapo” a “mejor traficar con el bien” (lo que sea que eso signifique) o a Susana Zabaleta declarando que se alegraba por la fuga del mismo narcotraficante porque “él sí ayuda a la gente”.

Estos cambios en la percepción que existe del crimen organizado, además de ser en enorme medida responsabilidad de un Estado que lleva años siendo ineficaz en garantizar la seguridad independientemente del partido en el poder, me parecen un error craso de la población.

No se trata de comenzar a creer en las autoridades sin que éstas brinden resultados, sino de no olvidar a los responsables de crímenes indescriptibles. Tanto el crimen organizado como el Estado con su ineficacia y en ocasiones con abuso de poder o hasta coludidos con los delincuentes, han lesionado seriamente a nuestro país.

Tristemente ninguno de los dos bandos es heroíco, y pensar lo contrario es acercarse a perdonar lo imperdonable.

Más allá del romanticismo que pueda existir en las historias de los delincuentes, y reconociendo algunos de sus actos de altruismo, no deben olvidarse sus actos de sadismo y crueldad; más allá de los aciertos que hayan tenido las diversas autoridades del país, no deben olvidarse sus errores ni tampoco sus acciones criminales. Tristemente ninguno de los dos bandos es heroico, y pensar lo contrario es acercarse a perdonar lo imperdonable.

La esperanza de una hipotética defensa patriótica del “Chapo” Guzmán y los demás narcotraficantes en caso de un ataque extranjero, además de ser un tanto fantasiosa, representa idolatría a figuras que no deberían gozar de ella; pero principalmente es testimonio de la poca fe que los mexicanos tenemos en nuestras autoridades que han sido ineficaces, corruptas y, en muchos casos, criminales.

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¿Quieres ser mi amigo o ganar millones?

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Quizá habrás recibido alguna vez solicitudes de amistad en Facebook de personas atractivas que quieren conocerte. A veces incluso tienen amigos en común contigo.

No olvidemos los ya ancestrales correos del príncipe de Nigeria que quería heredarte su fortuna, la lotería de Inglaterra que te habías ganado al azar sin comprar boleto y demás historias peculiares que circulan aproximadamente desde 1998 hasta nuestros días.

¿Qué hay de las cadenas que fueron mudándose de presentaciones mal hechas en Power Point en tu correo electrónico a publicaciones de Facebook y ahora a mensajes y videos de Whatsapp?

Así es, no eres una persona tan enterada ni tan irresistible… o quizá un poco. ¿Por qué un poco? Porque tu información puede ser útil para diversos fines.

Lamento informarte que la inmensa mayoría de los mensajes que recibías y de las personas desconocidas sumamente atractivas que quieren amistad contigo en Facebook son falsos. Así es, no eres una persona tan enterada ni tan irresistible… o quizá un poco.

¿Por qué un poco? Porque tu información puede ser útil para diversos fines.

Las intenciones en algunos casos son evidentes. Existen estafas directas y sencillas en las que rápidamente te hacen la petición. Algo que ocurre con algunos correos electrónicos o en las ya conocidas llamadas telefónicas de familiares en otro país e incluso en las extorsiones.

Pedirte que pagues algún gasto para ayudar a alguien que no conoces y crees no recordar o pagar para posteriormente recibir varios millones de dólares o un automóvil, debería hacerte sospechar.

En otros casos, el trabajo es un poco más elaborado y los móviles un poco más variados y difíciles de descifrar.

Puede ser que al reenviar, dar “like” o descargar archivos adjuntos, no sólo estés propagando información alarmista carente de fundamento sino que quizá estés dando acceso a tu información.

¿Para qué quieren tus datos? Ya sea para fines ociosos como crear perfiles falsos para contactar a otras personas o tener tu foto porque le pareces una persona atractiva a alguien, para formar parte de bases de datos que se venden a empresas sin muchos escrúpulos que te llenarán de publicidad o, lo obvio, tener acceso a tu información bancaria.

Y finalmente, el trabajo más “sofisticado” que consiste en crear páginas web falsas de instituciones bancarias, dependencias gubernamentales y enviarnos correos con estos remitentes alterados.

De acuerdo a la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), el robo de identidad en 2015 ha aumentado en más de un 100% en relación con 2014.

¿Por qué hablo de ésto? Porque, de acuerdo a la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), el robo de identidad en 2015 ha aumentado en más de un 100% en relación con 2014.

Entre los motivos aún encontramos el extravío o robo de documentos físicos pero la ciberdelincuencia cada vez se involucra más en este tema, desde las clonaciones de tarjetas hasta las de credenciales de elector con las que se solicitan créditos hipotecarios.

Los esfuerzos para la protección de datos en nuestro país han sido acertados pero nos exigen enterarnos más de sus alcances o, por ejemplo, entender para qué tener un aviso de privacidad o por qué consultarlo, así como tomar medidas para proteger nuestra información.

Es importante conocer la relevancia de nuestros datos, saber para qué los utilizan quienes nos los piden y en su caso, ejercer nuestro derecho a que su utilización sea limitada o eliminada si así nos interesa. Tienes ese derecho.

Es importante conocer la relevancia de nuestros datos, saber para qué los utilizan quienes nos los piden y en su caso, ejercer nuestro derecho a que su utilización sea limitada o eliminada si así nos interesa. Tienes ese derecho.

Finalmente, usar tanto el sentido común como el crítico: no van a llegar súper modelos o millones a tu vida de la nada, y la información relevante difícilmente va a ser transmitida por cadenas. Te advierto que ni Hotmail ni Facebook ni Whatsapp tienen planes de cobrar por su servicio y, en caso de que cambien de opinión, que reenvíes un mensaje no va a modificar dicha circunstancia.

Cuestiona la información que llega a tí, consulta fuentes, analiza remitentes y deja de ser crédulo y, de paso, protege tus datos.

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París en Inglaterra

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Criticado por muchos, el balompié muchas veces ha sido pretexto para exacerbar el patrioterismo, pues al final se trata de una confrontación entre representantes de dos naciones, y los sentimientos o resentimientos fácilmente pueden salir a flote. Javier Aguirre alguna vez le llamó: “La guerra sin muertos”.

Al final se trata de una confrontación entre representantes de dos naciones, y los sentimientos o resentimientos fácilmente pueden salir a flote. Javier Aguirre alguna vez le llamó: “La guerra sin muertos”.

A veces estos enfrentamientos no sólo involucran a naciones sino que en ocasiones a ciudades o hasta a barrios de un mismo pueblo. Motivos geográficos, históricos, socioeconómicos o incluso religiosos, enemistan a los seguidores de dos oncenas al grado en que la victoria de un equipo más que ser vista como un triunfo deportivo que en nada cambia nuestras vidas, es percibida como la derrota de la cosmovisión contraria. Les ganamos.

Los partidos entre Serbia y Croacia (repúblicas ex yugoslavas), Fenerbache y Galatasaray (zona europea contra zona asiática de Estambul) Celtic y Rangers (Católicos contra protestantes de Glasgow) desgraciadamente muchas veces han llevado a sus aficionados a conductas violentas.

No olvidemos la “Guerra del fútbol” entre Honduras y El Salvador a finales de los años 60, o a los mexicanos que cantaron “Osama, Osama” en un México contra Estados Unidos en Guadalajara.

Más cerca de nosotros, no olvidemos la “Guerra del fútbol” entre Honduras y El Salvador a finales de los años 60, o a los mexicanos que cantaron “Osama, Osama” en un México contra Estados Unidos en Guadalajara.

Podría decirse que los futbolistas suelen entender mejor que se trata de un juego (o tal vez el temor a suspensiones o lesiones los haga entenderlo mejor) y aunque no pocas veces se han visto rebasados, la realidad es que las agresiones son más comunes y extendidas en la tribuna.

Las colectividades reunidas parecen formar entes que manifiestan ideas o sentimientos de forma simplificada a través de frases breves o conductas más primitivas. No hay diálogo entre los miles de un color y los miles del otro. Además de las obvias imposibilidades físicas, tal vez principalmente porque no se trata del espacio idóneo y porque ahí se siente mucho más de lo que se piensa.

Pero estos entes colectivos de comportamiento precario no siempre han sido violentos, sino que a veces han sido lapidarios al abuchear o rechiflar a mandatarios como Díaz Ordaz o Miguel de la Madrid, o se han hermanado a pesar de la enemistad de sus gobiernos como en el partido entre la Alemania Federal y la Alemania Democrática de 1974, o en el Estados Unidos contra Irán de 1998 en el que los jugadores de ambos equipos se tomaron la foto juntos.

Y todo esto nos lleva al día de ayer en Wembley. Si bien es cierto que la rivalidad entre ingleses y franceses es más bien añeja, seguía pareciendo impensable que una enorme colectividad británica entonara la Marsellesa francesa en territorio inglés, y sin embargo, esto ocurrió antier durante el partido entre Francia e Inglaterra.

Los muertos no tienen la culpa de sus gobiernos y eso ni a través de la “representación popular” puede negarse.

Nadie se detuvo a pensar en para qué serviría, qué cambiarían, si había otros conflictos de mayor relevancia en el mundo, si los gobiernos occidentales han castigado cruel y severamente al Medio Oriente, si hay otros muertos que también merecen importarnos, sino que simplemente así lo sintieron: mostrar apoyo a los franceses por los hechos lamentables de la semana pasada, pues al final, los muertos no tienen la culpa de sus gobiernos y eso ni a través de la “representación popular” puede negarse.

La Marsellesa cantada con francés mal pronunciado no cambia nada, al igual que el abrazo de alguien no te regresará a un ser querido que ha muerto, o las lágrimas no te devolverán a tu perro perdido (a menos que comas comida para perro en exceso, como sugería Homero Simpson). Pero no deja de ser un gesto de apoyo que no debemos privar de su nobleza por el pragmatismo: no sirve de nada pero significa mucho.

La condena a las potencias occidentales por su brutalidad en Medio Oriente —muchas veces disfrazada o callada—, la solidaridad con los sirios, musulmanes o con otros sucesos lamentables no es excluyente de un abrazo a los ciudadanos franceses que fueron víctimas el viernes y a una colectividad dolida más por la pérdida de sus personas que por la vulneración de su gobierno o de sus principios ideológicos. Después de todo, nadie le dedicó nada a sus gobernantes ni les pidió que invadieran o tomarán represalias.

Más allá de los dirigentes del país, de sus representantes deportivos, territorios o incluso lenguajes, los miles de un color sintieron la necesidad de abrazar a los miles de otro color, y la forma que encontraron de hacerlo fue cantando al unísono la misma canción.

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#Todosvigilamos

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En las pantallas de hoy bastan unos segundos para definirte. Ya sea a través de fotos o videos de tus errores y estupideces, o incluso mediante la revelación de tus conversaciones privadas. El contexto no importa, no hay tiempo para eso. Eres lo que nos mostraron que eres. Eres unos cuantos segundos.

Combinemos lo anterior con la oportunidad de mostrarte una versión moldeada de mí, esa posibilidad de crearme una personalidad virtual sustentada en no más que publicaciones y opiniones emitidas en redes.

¿Puedo entonces denostarte y humillarte por hacer o decir algo que no me gusta o que considere incorrecto? ¿Puedo insultarte y difundir las imágenes de tus actos para invitar a los demás a participar en una suerte de linchamiento exprés?

Y es que al condenar, pretendo demostrar mi integridad como persona y ciudadano. Entre más enérgicos sean mis reclamos, más compromiso con mi causa mostraré. Al agredir al “incorrecto” en sus bienes o en su persona (verbal o hasta físicamente) para grabar sus reacciones o al divulgar su rostro a través de las redes sociales, me siento “proactivo”, creyendo que le doy una “lección” y convenciéndome de que estoy “haciendo algo” para mejorar la situación.

Esas personalidades virtuales ya han caído víctimas de algunas ridiculizaciones. Por ejemplo: Durante el mes de abril de 2014, el sitio www.npr.org publicó en redes sociales un enlace titulado: Why Doesn’t America Read Anymore? (¿Por qué Estados Unidos ya no lee?). Al abrir el enlace, solamente te mostraba un mensaje diciéndote que habías abierto un artículo de broma, no obstante, mucha gente compartió el artículo acompañado de opiniones extensas y enérgicas, evidentemente resultantes de no haber ni siquiera abierto el artículo para leerlo.

Otro caso fue la broma de 4chan denominada: #Pissforequality (Orina por la equidad) en la que se invitaba a la gente a orinarse en los pantalones y compartir su foto en redes sociales para “crear conciencia” contra la violación provocando que, al paso de unas horas, múltiples “activistas” de sillón llenaran Twitter y Facebook con sus desagradables imágenes.

Lo anterior ha sido descrito por el comediante estadounidense Bill Maher como: Lazy Liberalism (Liberalismo perezoso) en el que regañar se convierte en el sustituto de verdaderamente hacer algo.

Lo anterior ha sido descrito por el comediante estadounidense Bill Maher como: Lazy Liberalism (Liberalismo perezoso) en el que regañar se convierte en el sustituto de verdaderamente hacer algo, y en el que mis actos se dirigen más a sentirme bien conmigo mismo, reforzando la personalidad que he creado, que en hacer sentir bien a los supuestos beneficiarios de mi lucha virtual. Sin embargo, estas inquisiciones virtuales no sólo son llevadas a cabo por personas de pensamiento liberal sino también por conservadores.

Ejemplos hay muchos, desde “buenas conciencias” que difunden imágenes de personas estacionadas en lugares para discapacitados hasta quienes buscan publicar tus fotos privadas para que los demás sepamos “la clase de persona que eres” (promiscuo, vicioso, etcétera) o, tal vez, cómo ya ha ocurrido, intenten hacer pública tu orientación sexual para ridiculizarte. Y es que en este contexto de difusión de actos que desapruebo para sustentar mi personalidad virtual, o en el abuso del anonimato de las redes, ¿quién decide qué sí se publica, y qué no? ¿Cuál linchamiento está justificado, y cuál no?

No voy a profundizar sobre el hecho de que quienes realizan estos juicios de valor parecieran darse “baños de pureza”, ya que nunca he creído que para emitir una opinión debas ser alguien ejemplar; precisamente uno de los aspectos más importantes de la objetividad es la irrelevancia del emisor, es decir: si hay evidencia o sustento para tu dicho, éste es válido sin importar quién y cómo seas. Pero hablemos del cómo se hacen estos juicios.

Partamos de que nadie tiene derecho a afectar las pertenencias de otro ni de exponerlo a la luz pública para ocasionarle un perjuicio. Muy diferente es una llamada de atención personal a quien, por ejemplo, se estacionó en un lugar para discapacitados a un acto de vandalismo sobre su automóvil o un insulto acompañado de la difusión de su imagen, justificando ambas conductas en una supuesta lección moral o “súper cívica”.

Las redes sociales se transforman en la hoguera a la que arrojo a quien no me gusta, para que los demás me acompañen a castigarle.

Las redes sociales se transforman en la hoguera a la que arrojo a quien no me gusta, para que los demás me acompañen a castigarle. El ojo de las “buenas costumbres” al acecho de todos nosotros es tan indeseable como confuso: ¿cuáles costumbres son las “buenas”?

El anonimato en algunos casos, las personalidades virtuales en otros y la indiferencia e incompetencia de las autoridades para actuar de manera eficiente en relación a determinadas conductas, han propiciado un ambiente de acción y difusión ciudadana totalmente descontrolado con consecuencias positivas en algunos casos con la revelación de actos de corrupción, delitos o casos de pederastia, y fatales en otros, como aquellas personas que han sido duramente castigadas por el repudio y la ridiculización que han generado incluso suicidios.

John P. Barlow en 1996 publicaba la Declaración de Independencia del Internet rechazando tajantemente la intervención de cualquier gobierno a intentar regular lo que ocurría en el ciberespacio. Actualmente, la regulación sigue estando pendiente y sujeta a múltiples claroscuros pero parece cada vez más evidente que no puede seguir siendo un espacio totalmente desierto y carente de reglas.

La conocida como “Ley Fayad” pretendía deficientemente legislar, entre otros temas, sobre esta materia: la difusión de imágenes privadas. Pero padecía de lo mismo que sus antecesoras; existía la posibilidad de una interpretación que castigara a quienes difunden actos de corrupción o ilegalidad.

La conocida como “Ley Fayad” pretendía deficientemente legislar, entre otros temas, sobre esta materia: la difusión de imágenes privadas. Pero padecía de lo mismo que sus antecesoras; existía la posibilidad de una interpretación que castigara a quienes difunden actos de corrupción o ilegalidad.

El tema no es sencillo pero sí es apremiante y en virtud de que el día de hoy todos en todo momento podemos transformarnos en vigilantes, nos vemos obligados a enfrentar una pregunta esencial: ¿quién vigilará a los que vigilan? Y principalmente: ¿cómo vigilarán a los que vigilan?

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

Los grandes jefes

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¿Cuántas personas piensan y repiten convencidos que lo que necesitamos es alguien en el poder con carácter, “mano dura” y mucho valor? ¿Cuántos han invocado el retorno de personajes autoritarios, o incluso justificado sus acciones o hasta sus crímenes? Y finalmente: ¿Cuántos han emitido sus últimos votos, en cualquiera de los niveles de gobierno, con estas ideas como base?

El hambre, la injusticia y recientemente la inseguridad nos han llevado a la desesperación y a casi suplicar por la llegada de un gran jefe que dé solución a todas nuestras inconformidades.

Ello no es un hecho ajeno a los políticos ni a sus asesores de campaña que elaboran eslóganes, promesas y anuncios basados en estas ideas. “No les temblará la mano” o “Arreglarán conflictos en quince minutos”. A pesar de su repetición constante, estas estrategias siguen causando fervor en el electorado que acude muchas veces crédulo y apoyando incondicionalmente a un personaje “valiente” y “directo”.

Persiste la idea de que los gobernantes son Jefes, y que en consecuencia deben de ser fuertes y estrictos. Grandes justicieros que sin miramientos hacen que todo funcione “como debe funcionar”. El problema es que ni las buenas intenciones ni el carácter son suficientes.

Persiste la idea de que los gobernantes son Jefes, y que en consecuencia deben de ser fuertes y estrictos. Grandes justicieros que sin miramientos hacen que todo funcione “como debe funcionar”. El problema es que ni las buenas intenciones ni el carácter son suficientes. Toda promesa de campaña debe estar sustentada en planes de acción, estudios de viabilidad presupuestal y un conocimiento apto en la administración pública. No se trata solamente de un líder carismático sino de un puesto público que requiere de muchas aptitudes, aspecto que no han sabido llenar muchos.

De niños, en clase de civismo nos dan a entender vaga e irresponsablemente que los tres poderes son básicamente: Ejecutivo (El presidente), Legislativo (El congreso) y Judicial (Los jueces). Sin embargo, no nos explican a profundidad sus funciones, responsabilidades, atribuciones y límites. Muchas veces ni siquiera nos lo explican en nuestros grados de estudio posteriores.

El conocimiento de estos temas es más bien empírico y sólo lo adquirimos a través de aproximaciones; entendemos tal vez con los periódicos que la función ejecutiva del poder no sólo corresponde al presidente, gobernador o alcalde, sino a los miembros de la administración pública o que la impunidad es un problema estrechamente relacionado con la función judicial del poder.

No sólo exigimos al representante del poder ejecutivo acciones fuera de sus atribuciones sino que además lo culpamos de todo lo que va mal y quizá lo más delicado: le creemos a los aspirantes que ellos podrán brindar solución absoluta a todo.

Pero si no ignoramos lo anterior, constantemente lo olvidamos. Pues no sólo exigimos al representante del poder ejecutivo acciones fuera de sus atribuciones sino que además lo culpamos de todo lo que va mal y quizá lo más delicado: le creemos a los aspirantes que ellos podrán brindar solución absoluta a todo.

Nuestra historia nos hizo testigo de múltiples personajes que invadían constantemente las esferas de poder. Sujetos que hacían lo que querían sin preguntar a nadie ni tener de estorbo a esa “molesta constitución” o a esos “incómodos derechos humanos”.

Y es que nuestra historia nos hizo testigo de múltiples personajes que invadían constantemente las esferas de poder. Sujetos que hacían lo que querían sin preguntar a nadie ni tener de estorbo a esa “molesta constitución” o a esos “incómodos derechos humanos”. Parecemos olvidar que estas personas hayan actuado de manera autoritaria y ejerciendo más funciones de las que legalmente les correspondían, imponiendo su voluntad en rubros ajenos y por encima de cualquier estructura. Efectivamente, teníamos grandes jefes pero el poder absoluto jamás ha sido adecuado ni deseable.

Muertes, desapariciones, control e injusticias que fueron calladas durante décadas pero a las que algunos restan importancia porque no tocó su esfera personal. Pregunten a Rosario Ybarra de Piedra o las víctimas de la llamada “Guerra sucia” si estas épocas son de añorar.

Sólo conociendo la historia, las atribuciones y límites del poder, podremos exigir a los gobernantes lo que realmente se les debe exigir y creer a los aspirantes lo que realmente nos pueden ofrecer. Y es que ya lo decía Cicerón: “No saber lo que sucedió antes de nosotros, es como si fuéramos niños por siempre”.

Sólo conociendo la historia, las atribuciones y límites del poder, podremos exigir a los gobernantes lo que realmente se les debe exigir y creer a los aspirantes lo que realmente nos pueden ofrecer.

Y es que ya lo decía Cicerón: “No saber lo que sucedió antes de nosotros, es como si fuéramos niños por siempre”.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”