Carta a una mexicana

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Estimada mexicana:

La pluma ha decidido escribir las siguientes líneas como muestra de admiración a tu espíritu luchador. Porque ser mexicana hoy en día significa convertirse verdaderamente en una guerrera que debe pelear en distintos frentes. Hablo del combate que día a día libras en los senderos de la cotidianidad: la batalla contra la desigualdad histórica de los sexos. Quizá la fuerza motora de esta carta también provenga del hartazgo de la doble moral que con vehemencia azota a nuestra sociedad.

Porque cuando una sociedad reduce a la mujer a sólo ser pulcra y pura, y que al tiempo condena de indecentes y mancebas a quienes no lo son (aun siendo éstas conductas deseadas en los rincones de todo hombre), no queda opción más que unirse a la lucha de transformación. Pareciera que conforme avanzan las manecillas del Tiempo, como un horizonte en lontananza, la moral distorsionada, se aleja conforme se persigue.

Todo esto tiene sustento, por supuesto, en convencionalismos arcaicos y poco racionales. Toda la percepción de tu género, mexicana, debe ser erradicada desde los adentros de uno mismo. Considero que los mexicanos somos los responsables de crear esa imagen divina, pulcra, y pura de la mujer. Por ello, considero que somos nosotros también quienes debemos destruirla. Esta carta es una declaración de mi lucha para ello. Escrita con cierta literatura para no prescindir del poder de la estética, espero mueva a algún otro mexicano, y te dé consuelo a ti mexicana, de que no eres la única. Sí hay quienes cargamos el estigma de una sociedad discriminatoria y superficial; sí hay quienes acariciamos las cicatrices del Tiempo como una herida permanente en la piel mexica que quisiéramos borrar.

Porque cuando una sociedad reduce a la mujer a sólo ser pulcra y pura, y que al tiempo condena de indecentes y mancebas a quienes no lo son (aun siendo éstas conductas deseadas en los rincones de todo hombre), no queda opción más que unirse a la lucha de transformación.

Estigmas que permean los cuerpos normativos del país, limitando libertades, coartando derechos, propiciando inseguridad. Cicatrices que obligan a la mujer a seguir un curso ordinario y monótono en su vida. Como si por decreto del destino, la mujer no pudiese ser tan libre como el hombre; vivir en soledad (qué es a veces la mejor compañía); disfrutar de su sexualidad abiertamente; vestir tantas (o tan pocas) prendas como desee; expresarse con tosquedad. A ti mexicana, te digo: ten la seguridad para no envejecer por decreto. Sólo el río debe seguir sus cursos y solo el ocaso debe repetir los ciclos. Los humanos somos partidarios de una libertad absoluta, aún y cuando ciertas conductas obliguen a descreer de ella.

No abandones las esperanzas de un país mejor por los tragos insulsos de los crímenes mexicanos. Ser parte de México no significa ser parte de ellos, sino ser parte de sus múltiples facetas que ensalzan la beldad de nuestra historia y tradiciones, a la par de reflejar nuestro espíritu enigmático de lucha. Después de todo, somos el ombligo de la luna; los versos de Octavio (y quizás algunos de Borges); los miles años de migración de Aztlán hasta el Águila; somos Tenochtitlán. Somos el abrazo maternal de la Malinche, no el pecado de Cortes. Somos mestizaje, no anclajes en mares dormidos.

No eres migrante en vuelo, sino las alas de un Ave que no aterriza. No eres una costilla de Adán, pues no eres despojo orgánico, ni musa divina, eres tu propia creación, divina por sí sola. Ensalzo así tus cualidades, mexicana, para que no desistas de tu lucha. Para que no observes los defectos de nuestro México, sino sus virtudes.

Y tú, mexicana, eres parte de ello. No eres el ego erguido en curules doradas, sino la esperanza radiante en las esquinas. No eres setenta pesos diarios, sino el cimiento de tres centenarios de constante lucha. No eres el alarido previo al asfalto tintado escarlata, sino el grito de un cura. No eres migrante en vuelo, sino las alas de un Ave que no aterriza. No eres una costilla de Adán, pues no eres despojo orgánico, ni musa divina, eres tu propia creación, divina por sí sola. Ensalzo así tus cualidades, mexicana, para que no desistas de tu lucha. Para que no observes los defectos de nuestro México, sino sus virtudes. Para que no dejes de luchar contra la violencia de género que trasciende a mucho más que eso. Espero que México se convierta en tus ideales…espero que ser mexicana, sea ser mexicano.

Y es que en realidad, estés percatada de ello o no, querida mexicana, traspasas una simple lucha de género. Englobas un conjunto de ideales tan necesarios para tu país, que no dan tregua más que aplaudir tú noble y necesaria encomienda: un país libre de todo perjuicio. Comprendo que no se trata de exigir derechos, sino de moldear el mundo. Tu voz inconforme no es solo eco de la injusticia mexicana, sino un verdadero rayo luminoso de esperanza. Por ello, expreso mi solidaridad desde mi trinchera.

Antes de despedirme, quisiera que disculparas a estas líneas y que concedas el perdón a su humilde interprete. Cierta hipocresía las permean y empapan cual rocío al jardín. Hipocresía que emana de arrabales extraños y ajenos: son los estigmas sociales que formaron al humilde autor. Por ello advierto, mexicana, que debes crear en las letras, siempre tan mágicas y coherentes (cual talismanes, como diría nuestro Octavio) y no en su autor -tan plagado de congojas y defectos.

Sostengo que el cambio siempre ha residido en el lenguaje (oral y escrito). ¿Que no derivan de ahí las percepciones? Por ello, aunque deseo que las letras que te escribo sirvan de aliento, espero que el Tiempo las convierta en patéticas y absurdas. Sólo así sabré que habrán borrado nuestras cicatrices.

Atentamente,
Un mexicano.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

#Todosvigilamos

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En las pantallas de hoy bastan unos segundos para definirte. Ya sea a través de fotos o videos de tus errores y estupideces, o incluso mediante la revelación de tus conversaciones privadas. El contexto no importa, no hay tiempo para eso. Eres lo que nos mostraron que eres. Eres unos cuantos segundos.

Combinemos lo anterior con la oportunidad de mostrarte una versión moldeada de mí, esa posibilidad de crearme una personalidad virtual sustentada en no más que publicaciones y opiniones emitidas en redes.

¿Puedo entonces denostarte y humillarte por hacer o decir algo que no me gusta o que considere incorrecto? ¿Puedo insultarte y difundir las imágenes de tus actos para invitar a los demás a participar en una suerte de linchamiento exprés?

Y es que al condenar, pretendo demostrar mi integridad como persona y ciudadano. Entre más enérgicos sean mis reclamos, más compromiso con mi causa mostraré. Al agredir al “incorrecto” en sus bienes o en su persona (verbal o hasta físicamente) para grabar sus reacciones o al divulgar su rostro a través de las redes sociales, me siento “proactivo”, creyendo que le doy una “lección” y convenciéndome de que estoy “haciendo algo” para mejorar la situación.

Esas personalidades virtuales ya han caído víctimas de algunas ridiculizaciones. Por ejemplo: Durante el mes de abril de 2014, el sitio www.npr.org publicó en redes sociales un enlace titulado: Why Doesn’t America Read Anymore? (¿Por qué Estados Unidos ya no lee?). Al abrir el enlace, solamente te mostraba un mensaje diciéndote que habías abierto un artículo de broma, no obstante, mucha gente compartió el artículo acompañado de opiniones extensas y enérgicas, evidentemente resultantes de no haber ni siquiera abierto el artículo para leerlo.

Otro caso fue la broma de 4chan denominada: #Pissforequality (Orina por la equidad) en la que se invitaba a la gente a orinarse en los pantalones y compartir su foto en redes sociales para “crear conciencia” contra la violación provocando que, al paso de unas horas, múltiples “activistas” de sillón llenaran Twitter y Facebook con sus desagradables imágenes.

Lo anterior ha sido descrito por el comediante estadounidense Bill Maher como: Lazy Liberalism (Liberalismo perezoso) en el que regañar se convierte en el sustituto de verdaderamente hacer algo.

Lo anterior ha sido descrito por el comediante estadounidense Bill Maher como: Lazy Liberalism (Liberalismo perezoso) en el que regañar se convierte en el sustituto de verdaderamente hacer algo, y en el que mis actos se dirigen más a sentirme bien conmigo mismo, reforzando la personalidad que he creado, que en hacer sentir bien a los supuestos beneficiarios de mi lucha virtual. Sin embargo, estas inquisiciones virtuales no sólo son llevadas a cabo por personas de pensamiento liberal sino también por conservadores.

Ejemplos hay muchos, desde “buenas conciencias” que difunden imágenes de personas estacionadas en lugares para discapacitados hasta quienes buscan publicar tus fotos privadas para que los demás sepamos “la clase de persona que eres” (promiscuo, vicioso, etcétera) o, tal vez, cómo ya ha ocurrido, intenten hacer pública tu orientación sexual para ridiculizarte. Y es que en este contexto de difusión de actos que desapruebo para sustentar mi personalidad virtual, o en el abuso del anonimato de las redes, ¿quién decide qué sí se publica, y qué no? ¿Cuál linchamiento está justificado, y cuál no?

No voy a profundizar sobre el hecho de que quienes realizan estos juicios de valor parecieran darse “baños de pureza”, ya que nunca he creído que para emitir una opinión debas ser alguien ejemplar; precisamente uno de los aspectos más importantes de la objetividad es la irrelevancia del emisor, es decir: si hay evidencia o sustento para tu dicho, éste es válido sin importar quién y cómo seas. Pero hablemos del cómo se hacen estos juicios.

Partamos de que nadie tiene derecho a afectar las pertenencias de otro ni de exponerlo a la luz pública para ocasionarle un perjuicio. Muy diferente es una llamada de atención personal a quien, por ejemplo, se estacionó en un lugar para discapacitados a un acto de vandalismo sobre su automóvil o un insulto acompañado de la difusión de su imagen, justificando ambas conductas en una supuesta lección moral o “súper cívica”.

Las redes sociales se transforman en la hoguera a la que arrojo a quien no me gusta, para que los demás me acompañen a castigarle.

Las redes sociales se transforman en la hoguera a la que arrojo a quien no me gusta, para que los demás me acompañen a castigarle. El ojo de las “buenas costumbres” al acecho de todos nosotros es tan indeseable como confuso: ¿cuáles costumbres son las “buenas”?

El anonimato en algunos casos, las personalidades virtuales en otros y la indiferencia e incompetencia de las autoridades para actuar de manera eficiente en relación a determinadas conductas, han propiciado un ambiente de acción y difusión ciudadana totalmente descontrolado con consecuencias positivas en algunos casos con la revelación de actos de corrupción, delitos o casos de pederastia, y fatales en otros, como aquellas personas que han sido duramente castigadas por el repudio y la ridiculización que han generado incluso suicidios.

John P. Barlow en 1996 publicaba la Declaración de Independencia del Internet rechazando tajantemente la intervención de cualquier gobierno a intentar regular lo que ocurría en el ciberespacio. Actualmente, la regulación sigue estando pendiente y sujeta a múltiples claroscuros pero parece cada vez más evidente que no puede seguir siendo un espacio totalmente desierto y carente de reglas.

La conocida como “Ley Fayad” pretendía deficientemente legislar, entre otros temas, sobre esta materia: la difusión de imágenes privadas. Pero padecía de lo mismo que sus antecesoras; existía la posibilidad de una interpretación que castigara a quienes difunden actos de corrupción o ilegalidad.

La conocida como “Ley Fayad” pretendía deficientemente legislar, entre otros temas, sobre esta materia: la difusión de imágenes privadas. Pero padecía de lo mismo que sus antecesoras; existía la posibilidad de una interpretación que castigara a quienes difunden actos de corrupción o ilegalidad.

El tema no es sencillo pero sí es apremiante y en virtud de que el día de hoy todos en todo momento podemos transformarnos en vigilantes, nos vemos obligados a enfrentar una pregunta esencial: ¿quién vigilará a los que vigilan? Y principalmente: ¿cómo vigilarán a los que vigilan?

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

Con Una Basta

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Mucho se conoce sobre la doble moral del mexicano. Incluso hoy en día, continúa incidiendo lamentablemente en nosotros los jóvenes; ya ni hablar de generaciones más atrás. No hace falta explicar ni definir el concepto, según entiendo es muy básico: la incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace. Y es que al mexicano se nos da mucho eso de ser bien defensores, de adoptar posturas que en el momento consideramos apropiadas pero que luego no siempre nos gusta, beneficia o conviene aplicarlas a nosotros mismos, porque ahí sí decimos: “una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa”.

Y es que al mexicano se nos da mucho eso de ser bien defensores, de adoptar posturas que en el momento consideramos apropiadas pero que luego no siempre nos gusta, beneficia o conviene aplicarlas a nosotros mismos, porque ahí sí decimos: “una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa”.

Hoy, como todos los días, percibo muchísimas formas de hartazgo, mismas que se hacen cada vez más evidentes en redes sociales: videos, memes, gifs, tweets, el uso de Photoshop, etc., y ¡vaya que tenemos creatividad para ello! La mayoría muy graciosas y hasta albureras, otras cuantas iracundas y sarcásticas. Más reciente ésta del 12 de octubre, en conmemoración a Cristóbal Colón y su “descubrimiento” de las Américas, (espero que a estas alturas, ya todos sepamos lo que realmente pasó) por poner un ejemplo.

Me doy cuenta que lo que publicamos y compartimos es en función de lo que se festeje en ese día, lo que está en trending topic, juicios de valor, una que otra opinión, y demás chuchería que nos mostramos partidarios pero que definitivamente no reflejan nuestro actuar diario.

Las redes sociales vienen a ser un fenómeno que no muchos terminamos de comprender, saber leer o anticipar… o más bien, todo lo contrario. Se han convertido —en la mayoría de los casos— el epítome de la incongruencia social o mejor dicho, la práctica de la doble moral. Lejos de hacer alusión a falsas apariencias, complejos y adicciones que los humanos podamos tener (por supuesto que me subo al carrito), razones por las cuales necesitamos de las redes sociales como una forma de catarsis, me doy cuenta que lo que publicamos y compartimos es en función de lo que se festeje en ese día, lo que está en trending topic, juicios de valor, una que otra opinión, y demás chuchería que nos mostramos partidarios pero que definitivamente no reflejan nuestro actuar diario.

Cabe aclarar que para nada estoy satanizando el uso de las redes sociales y pareciera que no, pero me divierten más de lo que me gustaría aceptar. Más bien considero que es sumamente desalentador comprobar que aquel perfil defensor de los pueblos americanos brutalmente colonizados en Facebook, no coincide con la realidad de su hostilidad y discriminación hacia extranjeros latinoamericanos que radican en la ciudad; también, por poner un ejemplo.

Este tema tiene mucha tela de dónde cortar, si bien, me remitiré a contestar una pregunta que seguro yo le haría al autor del texto si fuese de alguien más: “bueno, ¿y tú qué haces?, ¿a poco nunca has pecado de doble moral?” Yo hago lo que puedo conmigo. Trato de ser clara y transparente en mis ideas, en el trato con los demás, en mis expresiones. Escribo en espacios como este. Me esfuerzo en construir y practicar honestidad y coherencia en mi quehacer del día a día y en todos los ámbitos de mi vida: con mi familia, en el trabajo, con mis amigos, con mi pareja, con la ciudad (con todo y sus leyes y habitantes, eh) y voilà, tan sencillo y al alcance como eso. Sí que he pecado de doble moral y bastantes veces, probablemente (espero que ya no) aún lo haga inconscientemente. Pero trato todos los días de entrenar esa maña muy mexicana que tengo —tenemos— a la hora de actuar para erradicarla de una vez por todas.

Ojalá que al leerme, no suene como una especie de pseudo-Yoda chafa de librito de autoayuda, pero si les gusta la idea de grandeza, comencemos a practicar una sola moral: más ciudadana, más cívica, más participativa.

Quizá mis escritos parecieran ser repetitivos y hasta choteados, pero mi forma de insistir en la ética y moral, no radica en la búsqueda del hilo negro ni idear soluciones colectivas tan fabricadas que serían difíciles de llevar a cabo (aunque no imposibles jeje). Sí que es verdad que la unión hace la fuerza, pero también la fortaleza que encontramos en nosotros mismos, lleva a la unión. La implementación de los cambios que necesita y le urgen a este país, comienzan de a mucho, con granotes de arena. Ya no piensen en poquito, piensen en grande pero al hacerlo, piensen en ustedes, ¡qué más grande que eso!

Como diría King Elvis: “a little less conversation, a little more action please.”

Ojalá que al leerme, no suene como una especie de pseudo-Yoda chafa de librito de autoayuda, pero si les gusta la idea de grandeza, comencemos a practicar una sola moral: más ciudadana, más cívica, más participativa. Como diría King Elvis: “a little less conversation, a little more action please”. O si quieren platiquen bastante, a mí en lo personal me encantan las palabras, sólo recordemos siempre llevarlas a la práctica amigos.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”