Tan pronto anunció el Presidente López Obrador que viajaría a Washington para verse con el Presidente Trump en el marco de la entrada en vigor del T-MEC, el tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, comenzaron a llover las críticas asegurando que dicha reunión sería utilizada por Trump, tal como los hizo con Peña Nieto, para fines electorales.
Más allá de que el tema México seguramente sea utilizado electoralmente por Trump se reúna o no se reúna con el Presidente, sus críticos pasan por alto una sutileza que vale la pena mencionar.
Esta reunión próxima a llevarse a cabo será entre jefes de estado, es decir entre dos o incluso tres “iguales”, porque todavía se contempla que Justin Trudeau, el Primer Ministro de Canadá, confirme asistencia. Cuando Trump se reunió con Peña Nieto no había motivo diplomático para que este se reuniera con el estadounidense que sólo era candidato.
Los críticos del Presidente pasan por alto también que esta reunión se da en el marco de la entrada en vigor de un tratado de libre comercio que marcará época hacía la integración de norteamérica.
Es curioso, por decir lo menos, que constantemente expresan su preocupación porque la economía no va bien, pero pasan por alto el impacto positivo que le traerá a la economía del país la entrada en vigor de este tratado.
Me parece todavía más absurdo que se quejen de que el gobierno de México debe dar certidumbre a los inversionistas, pero no se les ocurre tampoco que asistir a esa reunión es precisamente abonar a esa certidumbre.
Tan empeñados están en que al país le vaya mal que no les importa ser incongruentes en sus posturas y absurdos en sus críticas. Para ellos no importa no que el gobierno haga o no haga, todo está mal.
Me ha dado por pensar que lo que los críticos del presidente no toleran es que el personaje al que ellos, con total ignorancia y guiados por el hígado, tachan de comunista sea uno de los artífices y el protagonista principal del tratado de libre comercio más importante que haya firmado un presidente mexicano.
No le perdonan que no fracase, que contra todos sus pronósticos y esperanzas el país no se está cayendo a pedazos ni haya un estallido social. No le perdonan que en las cosas que importan, como en la relación con el Presidente del país más poderoso y la economía más grande del mundo, López Obrador haya sacado su madera de estadista y se conduzca con dignidad y decoro, respaldado por el apoyo de millones de mexicanos.