Hace algunas cuantas semanas, en este espacio puede transmitir algunas reflexiones respecto a la derrota del PRI en los pasados comicios y cómo, según el análisis a botepronto de la elección, parecía ser que el panorama para tal partido no era tan desastroso como se pudiera pintar. Pero hoy, la cosa ha cambiado: recientemente fue el mismo Beltrones quien apostó por su salida de la diligencia del partido y, naturalmente, aumentó el grado de compromiso en el que está la elección de 2018.
Si bien mantengo los argumentos sobre el ‘aparente declive’ que el PRI vivió en el reciente proceso electoral (particularmente la parte que tiene que ver con el control del Congreso a nivel federal), he de decir que la salida de Manlio Fabio Beltrones me resultó sorpresiva.
A juicio de un servidor, es posible que el PRI haya jugado una de sus cartas más valiosas para tratar de componer el camino, y realmente es complicado que el panorama mejore de aquí a dos años para que los tricolores retomen su fuerza que tradicionalmente ostentan: que si la poca modernidad política, que si el hartazgo, que si la inminente llegada de nuevas fuerzas políticas como Morena; el caso es que el pronóstico es nada prometedor.
¿Y por qué se fue Manlio? Según información de diversos medios informativos, todo el meollo del asunto se encuentra en las supuestas reuniones entre nuestro Presidente y el entonces dirigente nacional, quienes evaluaron conjuntamente los resultados negativos.
Pareciera ser que la jugada de Peña era hacer una reestructuración general del partido con el objetivo de retener el poder, pero ante tan evidentes sucesos como en el caso de Veracruz, realmente ni con la jerarquía y comandancia de Manlio iba a ser posible recuperarse de semejantes golpes a la imagen política de los priístas.
“Lo que los gobiernos hacen, sus partidos lo resienten”, dijo Beltrones al anunciar su renuncia. Así, parafraseando a Luis Donaldo Colosio, ícono de los mártires priístas y de todos aquellos reformistas que surgieron durante los 90 pero que muchos optaron por alinearse con las fuerzas de izquerda (vaya, el PRD); así fue como Manlio Fabio Beltrones se despidió de uno de los cargos más importantes dentro de su partido.
Si leemos entre líneas sus declaraciones, es más que evidente que deja en claro que la derrota no es enteramente de su responsabilidad. Al hablar sobre conectarse con la gente y de encontrar esa cercanía con los ciudadanos, es claro el mensaje: el PRI ya desde hace mucho tiempo dejó de representar confianza, soporte, fortaleza y grandeza para el pueblo mexicano.
Hoy, y me permito decirlo, para algunos el PRI está representado por gente como Duarte, los Moreira, Rodrigo Medina; gente que en lo absoluto podría entender lo que significa despertarse y no tener nada para comer. Ojo, no digo que las otras opciones del ‘menú’ sí lo hagan, pero sus despilfarros hasta ahora no han sido tan evidentes (salvo los de algunos panistas, por supuesto).
No cabe duda que la vida da muchas vueltas y que ahora, más que nunca, parecería que el PRI es una fuerza política pequeña, sin alternativas y tan ciclada; nada que ver con el antiguo régimen que imponía, ostentaba y se vanagloriaba de la presencia que tenía a nivel nacional. “Nosotros sí sabemos gobernar”, decían algunos. ¿Y ahora? De eso, poco; si no es que nada.
Me pregunto qué estará pensando Andrés Manuel en este momento…
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