Como ya muy seguramente es de conocimiento de todos, el pasado fin de semana se llevó a cabo un histórico proceso electoral en Venezuela, donde en contraste con el de 2013, la oposición sí logró recaudar una cuantiosa cantidad de sufragios, por lo que tendrá la posibilidad de servirse con la cuchara grande tras 17 años de chavismo.
Continuó en el poder hasta sus últimos días de vida e incluso, podría decirse —tras todas las especulaciones sobre las condiciones de su fallecimiento— que el líder bolivariano gobernó desde la muerte.
Y es que a pocos se nos olvida que durante el mandato de Hugo Chávez, constantemente se hablaba sobre cómo el mandatario buscaba hacer las modificaciones pertinentes a la ley para así continuar con su legado y permanecer en la silla presidencial. Lo irónico de esta situación fue que Chávez sí logró su objetivo, pues dejando de lado los detalles, continuó en el poder hasta sus últimos días de vida e incluso, podría decirse —tras todas las especulaciones sobre las condiciones de su fallecimiento— que el líder bolivariano gobernó desde la muerte.
Es posible decir que el sistema autoritario de ideología socialista venezolano estaba débilmente sostenido; sostenido tan débilmente como un castillo de naipes.
Nicolás Maduro, hombre cercano a Chávez pero no a la modernidad que tanto aclama el pueblo venezolano, finalmente ha tenido que reconocer su derrota y la de su partido, y con ello haciendo frente a la inminente realidad: el declive del sistema chavista está a la vuelta de la esquina. Si bien, como mencionado anteriormente, desde los comicios anteriores —y bajo el liderazgo de Henrique Capriles— los venezolanos ya habían manifestado su descontento con el proyecto de nación que Maduro heredó, a dos años de la muerte del comandante Chávez es posible decir que el sistema autoritario de ideología socialista venezolano estaba débilmente sostenido; sostenido tan débilmente como un castillo de naipes.
Sí, es positivo que la voz del pueblo por fin haya sido reconocida y que se vea con un poco más de claridad la luz al final del túnel, pero lo interesante es lo que estará por venir.
Más allá de vitorear el triunfo de 67% de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), mayoría que le otorga el derecho a la oposición venezolana para —entre otras cosas— promover reformas constitucionales y quitar a magistrados del máximo tribunal de justicia venezolano, la victoria debe ser tomada con mucha tranquilidad. Sí, es positivo que la voz del pueblo por fin haya sido reconocida y que se vea con un poco más de claridad la luz al final del túnel, pero lo interesante es lo que estará por venir.
La Constitución venezolana, en sus artículos 236 y 237, prevé que el Presidente tiene la facultad de disolver la Asamblea Nacional, misma en la que la MUD hoy tiene mayoría. Aunque es muy poco probable que Maduro haga uso de este recurso constitucional, pues ello implicaría llevar al país nuevamente a un estado de crisis y terminaría por complicarle la existencia en los últimos años de su régimen, pues tampoco debe olvidarse que el mandatario tiene el puesto asegurado ceteris paribus hasta 2019, la Unión Democrática y sus simpatizantes deben ser muy cautelosos.
Es posible pronosticar que los chavistas entrarán en alerta desde ya. El diálogo con la oposición será mucho más cercano, pero no precisamente para entablar amistad.
En una realidad inmediata, es posible pronosticar que los chavistas entrarán en alerta desde ya. El diálogo con la oposición será mucho más cercano, pero no precisamente para entablar amistad. Como datos importantes comparto los siguientes: la actual constitución vigente de Venezuela es la del año 1999; es decir, fue promulgada luego de la llegada de Chávez al poder. Además, la disposición que limitaba los mandatos consecutivos del presidente venezolano a dos, tras un referéndum muy cuestionado, fue derogada en 2009: aún año de la que fuera la obligada salida de Chávez del poder.
La bomba ha explotado y lo ha hecho en la cara de los chavistas. El sistema que ellos poco a poco fueron creando hoy les muestra que no es indestructible. Hoy, los venezolanos repartidos en el mundo se sienten agradecidos porque sus connacionales salieron a las calles, emitieron su sufragio y se han atrevido a decir lo que por mucho tiempo habían querido comunicar (o para que Maduro lo entienda mejor): lo que ha sucedido en Venezuela es que un pajarito vino, dio tres vueltas sobre la cabeza del pueblo, le silbó, pero lo que ellos le silbaron de vuelta fue un grito al unísono que dice: “Nosotros tenemos la mayoría calificada”.
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