La semana pasada se discutió la iniciativa #SinVotoNoHayDinero en la comisión de puntos constitucionales y terminó por ser condenada a la congeladora por el cinismo del PAN, PRI, Verde y Nueva Alianza.
Sin embargo, que hayan terminado por simplemente no aparecer en la sesión es un acto de congruencia. Le han dado la espalda a la ciudadanía en todos los sentidos y en todos los foros. Se importan ellos y sus intereses y el ciudadano es menos que una cifra, es parte de una masa que se negocia y se traduce en votos.
Frente a ese sistema que borra nuestras narrativas y nos reduce a bípedos que votan, surgieron voces que eligieron defender ese sistema. Hubo quien señaló que la iniciativa de #SinVotoNoHayDinero debilitaría la democracia porque “estaría contraponiendo el ahorro a la consolidación democrática”.
Esta falsa dicotomía es un claro ejemplo de cómo los encargados de orientar un debate constructivo en torno a los dilemas de nuestra democracia, terminan por crear argumentos falaces en aras de hacerse los “listillos”.
La iniciativa no planteaba “votar y garantizarle un ingreso a los partidos, o no votar y ahorrar” como señalaron Greta Ríos y Aline Zunzunegui en Letras Libres; por el contrario, buscaba generar mecanismos para que el ciudadano pudiera fungir como un verdadero actor de incidencia en el sistema de partidos.
Promover la participación por la participación es un despropósito: ¿de qué servirá aumentar el número de sufragios si se da por un aumento de acarreados?, ¿qué sentido tiene seguir protegiendo en aras de “fortalecer la democracia” un sistema claramente desigual si en el entretiempo más y más ciudadanos se convencen de que su voto no cambia nada?
Woldenberg externa que le atemoriza que el abstencionismo pueda usarse como mecanismo de revanchismo político.
“Puede convertirse en un bumerang que desate la más que sencilla y tonta retórica antipolítica: aquella que llamará a no votar, proclamando que con ello, esas figuras “horribles” que son los partidos, recibirán menos dinero.” escribió el exconsejero del IFE para grupo Reforma.
Como si no fuera un hecho tonto y antipolítico seguir solapando un sistema que falla, porque es controlado por partidos sin ideología y sin más programa que el que le dictan los cerrados grupos de poder que los controlan. El riesgo para la democracia hoy por hoy no es que la gente votara teniendo como misión castigar a los partidos, el riesgo real es que la gente deje igual de acudir a las urnas porque no ven ningún sentido en hacerlo.
“¿Qué sigue para #SinVotoNoHayDinero? Muy fácil: Unir causas, caminar al lado de otra persona y ahora, más que nunca, no dejar de construir codo con codo. Sigue ganar el futuro.” escribió Pedro Kumamoto, principal promotor de la iniciativa.
En efecto, sigue ganar el futuro y eso nos obliga a subir el nivel de la discusión. Requiere asumir que proteger lo construido no es necesariamente un acto responsable y que no es verdad que más vale malo conocido que bueno por conocer. Exige pensar en la ciudadanía como una suma de personas que en sus historias son capaces de verse en los otros y actuar en consecuencia.
Urge a abandonar la soberbia y ver a la ciudadanía como lo que es y no como una masa que actúa basada en berrinches esporádicos.
Vendrán más discusiones con el tiempo y seguirán habiendo analistas “listillos” y políticos cínicos que perviertan sus argumentos.
La experiencia de la semana pasada nos debe llevar a todos a repensar el activismo, a abrir espacios de diálogo que eleven el debate y que muestren que como ciudadanos hemos asumido el fin de la infancia y que, aunque le cueste trabajo creerlo al círculo rojo, sabemos qué queremos para el futuro y estamos dispuestos a conseguirlo.
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