El pasado 8 de marzo ocurrió un evento histórico en el país: miles de mujeres salieron a las calles a marchar por su seguridad y sus derechos, los que han sido pisoteados una y otra vez por el gobierno.
Se realizaron 60 manifestaciones a lo largo del país siendo las de mayor concurrencia, de acuerdo con cifras oficiales, las de Ciudad de México con más de 80 mil asistentes, Guadalajara con 35 mil y Monterrey, con una grandiosa cantidad de 15 mil mujeres, un número nunca visto en una movilización feminista en la ciudad.
Dejando de lado las cifras, en esta ocasión quiero compartirles mi experiencia. En una de mis publicaciones anteriores comenté que soy una mujer que desde hace relativamente poco se siente identificada y comprometida con la causa feminista; es por eso que este 8M viví mi primera marcha.
Cuando se hizo el llamado al paro del 9 de marzo y se dio a conocer la fecha de la movilización en la CDMX comencé a buscar información sobre la convocatoria de Nuevo León; para mi sorpresa, no encontré nada. Se me hizo algo extraño, pero pensé: “tal vez aún es muy pronto y no sé quién hará el llamado”. Por una semana investigué diariamente, pero al no hallar un evento o una imagen lo dejé de lado.
Dos semanas antes de la fecha llegó a mi la invitación por medio del Frente Feminista UDEM. Me emocioné mucho pues por fin tendría la oportunidad de manifestarme con mis hermanas feministas. Llamé a mi mejor amiga para preguntarle si me acompañaría, me dijo que sí y lo agradezco inmensamente pues, honestamente, no quería ir sola.
Una semana antes comencé a arrepentirme. ¿Y si era inseguro? ¿Y si me pasaba algo? ¿Y si no me sentía incluida? Estaba muy nerviosa, no sabía cómo sería, lo que experimentaría, o a lado de quién estaría. Aún el sábado en la noche pensé en escribirle a mi amiga para decirle que no iría, pero no lo hice.
Llegó el domingo, me preparé, me encontré con mi acompañante y salimos destino a la Explanada de los Héroes. Es casi imposible describir lo que sentí al llegar, tanta alegría, tanto orgullo, pero a la vez tanta impotencia por las que, aunque quisieran, no podían estar con nosotras.
Lo primero que pude apreciar fue la Fuente de Neptuno teñida de rojo; lagrimas de tristeza rodaron por mis mejillas al pensar que mi sangre podía ser la siguiente en derramarse. Esas lágrimas se transformaron en felicidad pura al llegar al punto de reunión y ver tantas niñas, jóvenes, adultas y mujeres de la tercera edad con pancartas, pañuelos, ropa y maquillaje de los colores característicos del movimiento. ¡No podía creerlo!
Al son de la batucada se entonaban cánticos y se reunían los contingentes. Poco a poco cada uno, siguiendo el orden previamente establecido, se ordenó en la calle para comenzar a marchar. Aún estaba nerviosa, pero tenía en mi mente todas las indicaciones que se habían dado en redes sociales. Mi amiga y yo nos tomamos fuerte de la mano para permanecer juntas pasara lo que pasara y entonces, comenzó…
El miedo se fue, nos convertimos en luchadoras. Caminamos juntas, gritamos juntas, nos protegimos entre nosotras; no éramos sólo dos personas que llegamos en el mismo auto, éramos miles convertidas en una misma, consientes de que nos cuidábamos entre nosotras y que la voz de una, era la de todas.
Entiendo que no todas las mujeres están de acuerdo con estas manifestaciones, con la forma en la que se hacen, pero tendrían que estar ahí para entender el amor y el apoyo que se siente, para comprender que la causa de una no es la destrucción de la otra.
Las presentes el 8M marchamos por todas: por las niñas, por las jóvenes, por las adultas y por las ancianas, por las que ya no están, por las que pudieron quedarse, por las que están por venir. Nos movemos porque queremos un México seguro, buscamos un país donde no nos falte una más; nos movilizamos porque estamos convencidas de que, si alguna de nosotras es la siguiente, queremos ser la última.
Rodearme de mujeres empoderadas me hizo sentirme fuerte, ellas me abrazaron y me dieron la bienvenida. Gracias a las que tienen mucho tiempo en esto porque me han inspirado y ayudado a deconstruirme. Y a ti lector/lectora no te pido que estés de acuerdo, pero si que nos permitas luchar, porque cuando logremos estar todas, tú también serás beneficiado.