Recientemente hemos vivido en México todo tipo de sucesos para identificar el tipo de sociedad en la que habitamos. En un país colorido, de fiesta y donde aguantamos bastante, todo pasa y nada cambia.
Hace una semana fuimos testigos de un clavo más al ataúd ya muy enterrado del presidente de la república: Don Enrique Peña Nieto. Ahora resulta que plagio casi un tercio de su tesis para graduarse de la licenciatura en la Universidad Panamericana, copió y pegó textos completos de libros y autores que olvidó- o no quiso citar- ni en el desarrollo de su tesis ni en la bibliografía.
Esto en contraste de su insistencia por impulsar una “educación de calidad” mediante la tan discutida reforma educativa, donde por cierto miles de maestros continúan en paro y millones de alumnos se encuentran sin tomar clases, como si no tuviéramos suficiente analfabetismo.
Pero, ¿qué respondió la Universidad Panamericana? Sorprendentemente mediante sus líderes estudiantiles y un comunicado de prensa oficial- que tardó varios días- prácticamente dejó en claro que no haría nada y que su ética no era aplicable a ex alumnos. Vaya, me queda claro que en México no existe institución con los suficientes pantalones para castigar y hacer justicia a un presidente de la república.
¿Cómo reaccionó la sociedad? Algunos indignados, otros muertos de risa. Lo cierto es que al día siguiente de la investigación- no tan bomba- que presentó Carmen Aristegui, millones de jóvenes mexicanos acudían a sus aulas con trabajos y tareas no muy bien citadas, vaya, es un reflejo cultural el que vivimos en el espejo del presidente.
Por otro lado, el país entero llora la repentina muerte del cantautor más aclamado en Latinoamérica: Juan Gabriel. Le lloran sus canciones, su talento y su capacidad para sobreponerse a situaciones de pobreza e injusticia, de esas que vive el mexicano promedio día con día.
Lo sorprendente- no tan sorprendente- es que semanas antes en varios Estados del país miles de personas marchaban contra los derechos de las comunidades LGBT, decían que esos “jotos” solo dañaban la moral (¿cúal moral?) de su sociedad, que no tenían derecho a reproducirse y amarse- ni ser humanos pues- y que eran casi casi la espuria y el opio de este país.
Así de incongruentes somos, así de persinados vivimos, así intentamos avanzar mientras no avance el vecino.
¡Bravo, Juanga! Porque con tu talento demostraste que eres por el alma y no por tu sexo, te impusiste en un país conservador y racista, un país al que amaste hasta el final. Bravo, porque jamás te avergonzaste de ser lo que eras y dejaste un legado que muchos deberíamos seguir: hacer lo que te apasiona con honestidad y para los demás.
El país de nunca jamás se persina en casa y sale a comer carne. Ha adoptado las redes sociales como el nuevo mundo para descargar su ira y su dolor. Critica el plagio y lo hace a diario, acusa a los “jotos” y escucha sus canciones, critica a los políticos y se queda en casa mirando. Así es la vida, en el país de nunca jamás.
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