Seres dignos de un gobierno indigno

Comparte este artículo:

“Ningún hombre, dijo Locke, nace para gobernar o ser gobernado”

-Justicia para erizos, R.D.

La desilusión ciudadana ha mostrado la decadencia de la democracia. Los últimos acontecimientos políticos-sociales han ido desencadenando una serie de pensamientos, criticas y cuestionamientos, respecto a la funcionalidad del sistema político democrático, y no únicamente en el plano nacional, sino también internacional.

Con el supuesto declive actual de la democracia surgen también una serie de consecuencias, entre las que se encuentran, la abstención ciudadana, la desconfianza en las instituciones gubernamentales, así como en los políticos que nos representan. Si partimos de los últimos resultados, el fracaso del plebiscito en Colombia, el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, así como los incidentes que existieron en las pasadas elecciones en cuatro estados de México (Estado de México, Coahuila, Nayarit, y Veracruz) las cuales volvieron a demostrar el débil sistema electoral con el que contamos, nos han hecho cuestionarnos si se volvió a premiar la impunidad, y peor aún si continua operando la arbitrariedad del Estado.

Ahora bien, ¿qué es lo que verdaderamente ha erosionado la democracia? Acertadamente Winston Churchill manifestó: “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”. Es así, que también  reconozco que es el único en el cual se nos ha garantizado el poder de elegir soberanamente a nuestros representantes.  Ronald Dworkin decía que la democracia existe siempre y cuando “el gobierno sea del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, es decir, el pueblo debe autogobernarse. ¿Qué pasa cuando el gobierno no funciona para el pueblo?.

Si partimos del anterior pensamiento, Dworkin establecía que los gobiernos democráticos reconocen y salvaguardan la dignidad de sus ciudadanos; por lo tanto, la dignidad se entiende como el papel principal que tiene toda persona en la toma de sus decisiones colectivas respecto de quien ejerce el control, así  como la expresión imperante de los derechos humanos. En la realidad actual somos seres dignos gobernados por un sistema indigno, concatenado entre  las injusticias y la desigualdad.

Si se entiende que el reconocimiento de la dignidad humana va relacionada con el funcionamiento de un verdadero gobierno democrático, entonces, ¿qué pasa cuando ese gobierno “democrático” no funciona? ¿Se sigue considerándose democrático?; Ahora, la culpa de quién es: ¿el sistema? o ¿el pueblo? ¿Los gobiernos garantizan la dignidad de toda persona? Aun no entiendo cómo podemos sentenciar que la democracia no funciona, si vivimos en un Estado el cual aún no reconoce la dignidad de toda persona, y además la atropella constantemente con múltiples violaciones a derechos humanos, por lo tanto, no vivimos en un país plenamente democrático; lo interesante sería analizar si efectivamente existen países planamente democráticos.

Si se relaciona la erosión de la democracia con el abstencionismo, el cual se le conoce como el arma silenciosa, entonces, creo que debemos de preguntarnos ¿por qué la ciudadanía se abstiene de votar? Un ejemplo es Colombia, en donde se registro la abstención electoral más alta de la historia, con un porcentaje de 63 por ciento. ¿Por qué surgió lo anterior? En el caso del plebiscito por la paz, se consideró que el Estado tuvo una pérdida de interés en el dolor de las víctimas y su debida reparación, y prefirió mostrarse como un Estado “fuerte” ante la comunidad internacional, por ende, la ciudadanía se abstuvo de salir a votar. Otra vez, el Estado no respondió. Cómo ejerces tu derecho al voto si tu Estado no responde.

La “decadencia” de la democracia, se le puede atribuir a un sinfín de factores, no se pueden limitar únicamente a la poca participación ciudadana o la desconfianza de las instituciones. Sin embargo, aún no es tiempo de desilusionarnos del único sistema político que nos ha dado libertad de elección.

Para mí la democracia es una de las luchas más importantes que se han ganado históricamente, a pesar de sus múltiples fallas y sus resultados en ocasiones no nos favorezcan, aún seguimos teniendo el poder de decisión sobre nuestros representantes. La democracia nos da el poder de equivocanos, pero también de remediarlo.