Hago propio el comunicado oficial del día de ayer emitido por la Dirección de Derechos Humanos y Atención a Grupos Vulnerables de la Secretaría General de Gobierno, y a título personal me uno en la pena de los cientos de familiares de las 50 personas asesinadas (de entre los cuales hubo tres mexicanos), y 53 heridas, el día de antier, 12 de junio de 2016, en una discoteca gay ubicada en la ciudad de Orlando, en el Estado de Florida, en Estados Unidos.
Esta tragedia no es una que deba afligir únicamente al país en donde aconteció, sino que por su magnitud trasciende a constituir una verdadera pena para el mundo entero dadas las motivaciones de intolerancia, odio, terror y deshumanización que la provocaron, pues lamentablemente no solo suceden en Estados Unidos, sino en todo el mundo.
El solo hecho de advertir en redes sociales que existe una cantidad considerable de personas que hasta celebraron estos hechos de odio, es un claro indicador de que el problema de raíz no le es ajeno ni a México, ni a Nuevo León en lo particular.
Esta tragedia no es una que deba afligir únicamente al país en donde aconteció, sino que por su magnitud trasciende a constituir una verdadera pena para el mundo entero dadas las motivaciones de intolerancia, odio, terror y deshumanización que la provocaron…
La discriminación hacia las personas con preferencias y orientaciones sexuales diferentes a la concepción tradicional de la heterosexualidad es una realidad que lamentablemente impera en nuestra sociedad, pues a pesar de que el marco jurídico vigente establece que cualquier acto discriminatorio tiene el carácter de ilícito (inclusive en el Código Penal), lo cierto es que en distintos grados de intensidad se cometen a diario e intensifican la fractura social que desde muchos años padecemos en torno a esta problemática.
Debemos reconocer que las modificaciones legislativas al respecto, si bien son positivas para erradicar la problemática, jamás serán suficientes si las ideas de tolerancia, respeto y armonía social que las motivan no generan la consciencia colectiva suficiente para permear en nuestra cultura y ser adoptadas por cada uno de quienes componemos el engranaje social de nuestra comunidad.
Debemos reconocer que las modificaciones legislativas al respecto, si bien son positivas para erradicar la problemática, jamás serán suficientes si las ideas de tolerancia, respeto y armonía social que las motivan no generan la consciencia colectiva suficiente para permear en nuestra cultura y ser adoptadas por cada uno de quienes componemos el engranaje social de nuestra comunidad.
Los hechos ocurridos en Orlando, y las ideas que los motivaron, no deben de indignar solamente a las personas integrantes de la Comunidad LGBTTTI, sino a todo el resto de nosotros, pues son atentatorias de la cultura de respeto, tolerancia y la paz social que debe imperar en toda sociedad civilizada.
Es innegable que las preferencias y orientaciones sexuales distintas a la concepción tradicional de la heterosexualidad son una realidad mundial, y el odio, la intolerancia y la discriminación que las rodean no van a provocar que éstas dejen de existir, sino que únicamente tendrán como efectos el polarizar a la sociedad y generar el elemento más dañino para la paz colectiva: La violencia.
Invito a la sociedad a reflexionar sobre estos hechos, y reitero mi solidaridad y pronta resignación a las familias de los occisos y heridos de esta terrible tragedia.
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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”