Lo pequeño es hermoso: El precio del progreso

Comparte este artículo:

“Any intelligent fool can make things bigger, more complex, and more violent. It takes a touch of genius–and a lot of courage to move in the opposite direction.”
Small is Beautiful, en The Radical Humanist, Vol. 37, No. 5 (agosto de 1973), p. 22

Ya es casi un lugar común decir que lo que ocurre en Nuevo León estos días parece sacado de las escenas más impactantes de Interstellar. Sin embargo, lo verdaderamente alarmante es que, a pesar de la crisis ambiental, la rutina en el estado apenas cambia. Sí, hay marchas los domingos, organizadas en horarios convenientes, pero parecen más un acto de simulación política que una verdadera exigencia de cambios en las políticas ambientales hacia la industria.

Las imágenes de la contaminación desmedida en la ciudad nos obligan a una reflexión: ¿realmente vale la pena? Cuando la generación de riqueza atenta contra la salud pública, cuando se vuelve “recomendable” no salir de casa, evitar los parques y renunciar a cualquier actividad al aire libre, el costo del progreso se vuelve evidente. Hospitales llenos de niños y adultos con problemas respiratorios nos recuerdan que tal vez sea hora de cuestionarnos si el “cambio está en uno” o si, en realidad, estamos ante un problema estructural que nos rebasa.

La bendita industrialización

Lo menos criticable en las ciudades metropolitanas de nuestro país, como Monterrey, Guadalajara o Ciudad de México, es que, sin lugar a dudas, existe una mayor oportunidad de vida profesional. Esto es indiscutible.

En el caso de Monterrey, las raíces industriales se remontan a la época en que el General Porfirio Díaz designó a Bernardo Reyes como Gobernador del Estado. Nuevo León reconfiguró su vocación industrial después de la pérdida de más del 50% de su territorio, lo que acercó la frontera y abrió la puerta a nuevas oportunidades. Mi hipótesis es que, si este hecho histórico no hubiera ocurrido, tal vez Monterrey no sería lo que es hoy. La proximidad al mercado más grande del mundo obligó a la región a establecerse como un proveedor clave, buscando asociarse con dicho gigante económico.

A finales del siglo XIX, las políticas económicas implementadas permitieron reducciones y estímulos fiscales que atrajeron a empresarios de diversas partes del país. Estas medidas fueron suficientes para consolidar algunas de las industrias que aún representan símbolos de la ciudad, como la Cervecería Cuauhtémoc y la Fundidora de Metales. Ambas continúan siendo parte fundamental de la identidad de Monterrey, tanto en el plano social como en el vocacional, atrayendo sectores como la siderurgia y la automotriz, entre otros.

Hoy en día, de cada 10 pesos generados por el Producto Interno Bruto (PIB) en el estado, 4 provienen de las industrias. Es decir, el 40% de la riqueza en Nuevo León se genera a través de la manufactura, el procesamiento y transformación de productos terminados, así como de la construcción, entre otros sectores. Para poner esto en perspectiva, de cada 10 pesos de riqueza generada por la industria en México, 1 proviene de Nuevo León, lo que lo convierte en el principal contribuyente industrial de los 32 estados del país.

Crecimiento y desarrollo

No hace mucho tiempo escribí sobre cómo mi ciudad natal se había convertido en la “ciudad más pobre del país“. En aquel entonces comenté que es común, en teoría, pensar que, en contextos de alto desempeño, las consecuencias sociales se hacen evidentes cuando el crecimiento se sobrepone a otros aspectos esenciales del desarrollo. Realmente creo que existen argumentos que consideran que el desarrollo no es una alternativa al crecimiento, sino que ambos son complementos naturales. El verdadero problema radica en cómo definimos el crecimiento, pues no puede existir desarrollo económico sin una riqueza generada; y, por otro lado, no puede haber crecimiento sostenible sin una economía preparada para impulsarlo de manera equilibrada.

Este análisis sobre el daño que causa la búsqueda de las métricas actuales de crecimiento no es nuevo. En territorios donde la desigualdad es evidente, han surgido personalidades dignas de nuestra atención, que nos invitan a cuestionar, por lo menos, las métricas del sistema vigente. Un ejemplo claro es Amartya Sen, un economista que incorpora cuestiones éticas al debate de las políticas económicas. Para él, el desarrollo no puede medirse únicamente en incrementos de ingresos, ni siquiera a través del aumento del ingreso per cápita. Es necesario un conjunto de mecanismos entrelazados que permitan, progresivamente, el ejercicio pleno de las libertades. Es relevante resaltar el uso de la palabra libertades, pues Sen parte del supuesto de que la pobreza y la desigualdad nacen de la carencia de diversas libertades: sociales, políticas y económicas, las cuales incluyen, por supuesto, la capacidad de disfrutar de un medio ambiente sano. Una de las ideas centrales de este pensador es que la libertad es desarrollo.

¿El crecimiento es infinito?

Creo que esta es una de las preguntas que nos hacemos menos veces de las que deberíamos. ¿Qué tan sostenible es crecer a un ritmo como el que ha dictado la mecánica económica actual desde hace algunas décadas? Esta fue una cuestión que el famoso Club de Roma, compuesto por centenares de científicos, delegó al MIT en los años 70. La respuesta fue un trabajo de investigación que sigue vigente, aunque con ciertos matices, hasta el día de hoy.

Los límites del crecimiento (en inglés The Limits to Growth) es el título del informe que respondió a esta pregunta, publicado en 1972, poco antes de la primera crisis del petróleo. La autora principal, en el que colaboraron 17 profesionales, fue Donella Meadows, biofísica y científica ambiental, especializada en dinámica de sistemas. La conclusión obtenida es muy malthusiana y está basada en la simulación informática del programa World 3: si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales siguen sin cambios, alcanzaremos los límites absolutos de crecimiento en la Tierra durante los próximos cien años.

Es decir, en un planeta limitado, las dinámicas de crecimiento exponencial (población y producto per cápita) no son sostenibles. Y, por si se lo preguntaban, sí, existen nuevas versiones de este reporte que han recreado y comparado los resultados descritos hace 50 años con lo que ha sucedido…

En 2012, se editó en francés el reporte Les limites à la croissance (dans un monde fini). En esta edición, los autores disponen de datos fiables en numerosas áreas (el clima y la biosfera, en particular), según los cuales ya estaríamos alcanzando los límites físicos. La conclusión, por tanto, es menos polémica y los autores no tienen reparos en mostrar, mediante el instrumento de la huella ecológica, que el crecimiento económico de los últimos cuarenta años ha sido una danza en los bordes de un volcán que nos está preparando para una transición inevitable. Además, dedican dos capítulos para proponer posibles transiciones que deben ser rápidas, apoyados en ejemplos, para evitar el temido colapso.

La idea de que existen límites físicos al desarrollo económico ha sido sistemáticamente ignorada o desacreditada, especialmente en el mundo anglosajón. Desde los años 80, se impuso una “Era de la Denegación”, en la que se minimizó el impacto ambiental del capitalismo y se ridiculizó cualquier planteamiento que cuestionara el dogma del crecimiento. La crítica a estos límites fue desechada como “malthusiana”, y los modelos de desarrollo sostenible promovidos por organismos internacionales resultaron ineficaces para detener la crisis ecológica. El dilema central radica en la contradicción entre la naturaleza finita del planeta y la lógica económica de maximización de beneficios.

El inminente colapso 

Para los movimientos post-ecologistas, las crisis que se avecinan serán tanto medioambientales como económicas, desencadenando colapsos parciales, intensificación de conflictos y una creciente desigualdad. La humanidad se enfrentará a un planeta más cálido, con ecosistemas deteriorados y una reducción en la disponibilidad de recursos clave.

La aparición de este informe abrió la puerta a nuevas corrientes de pensamiento, muchas de ellas extremistas, pero necesarias para alertarnos sobre un escenario que no debemos descartar. Para estos movimientos, la clave no está en lograr un desarrollo sostenible, sino en preparar estrategias de resiliencia para un mundo que se degradará progresivamente. Aceptan que el futuro será muy distinto al presente, por lo que abogan por una adaptación pragmática a los límites del planeta.

Ante este panorama, algunos movimientos post-ecologistas, como Dark Mountain o las iniciativas de transición local, se enfocan más en la resiliencia que en la sostenibilidad. Proponen preparar a las comunidades para el colapso, con formas de vida más descentralizadas. A diferencia de la confianza en soluciones tecnocráticas o en la voluntad política de las élites, estos movimientos buscan aceptar que el colapso será inevitable, llevando a la humanidad a enfrentar un planeta más cálido, con ecosistemas deteriorados y menos recursos clave.

El des-desarrollo y el siglo de la prueba

Fundado por los escritores británicos Paul Kingsnorth y Dougald Hine, Dark Mountain es un movimiento que parte de la premisa de que la civilización industrial no puede sostenerse y que el enfoque ecologista centrado en el desarrollo sostenible ha fracasado en su intento por detener la crisis ambiental. En lugar de seguir con la ilusión de que podemos “salvar el planeta” mediante reformas dentro del sistema actual, Dark Mountain propone aceptar el colapso y prepararnos para un mundo radicalmente distinto.

Para este movimiento, el futuro no será una prolongación del presente con tecnologías más limpias, sino que se asemejará más a una “desindustrialización forzada”. La sociedad será más fragmentada, con migraciones masivas y, posiblemente, una militarización de la escasez. Los modelos económicos post-ecologistas abogan por una drástica reducción del consumo, economías locales autosuficientes y una menor dependencia del mercado global. Proponen comunidades que gestionen sus propios recursos energéticos, alimentarios y materiales, priorizando la resiliencia sobre el crecimiento.

Más allá de la existencia o no de una esperanza, este enfoque nos invita a abandonar la ilusión del progreso infinito y a centrarnos en construir nuevas narrativas que nos ayuden a enfrentar un mundo en declive. Se habla de decrecimiento y de una economía basada en la cooperación y el reparto equitativo de los recursos. Sin embargo, estos enfoques siguen siendo marginales y no cuentan con la fuerza suficiente para reemplazar el sistema dominante antes de que el colapso avance. Tal vez, no se trate de evitar la crisis, sino de sobrevivirla con la menor pérdida posible. Para ello, es esencial cambiar nuestra relación con la naturaleza, aceptar los límites biofísicos y replantear el propósito de la economía y la política. El siglo XXI, para los pensadores post-ecologistas, será el Siglo de la Gran Prueba, donde la humanidad decidirá si puede adaptarse o sucumbir ante sus propias contradicciones.

*Las opiniones descritas en este texto corresponden exclusivamente al autor y no a sus enlaces profesionales

Impulsa Roberto Alviso, Rehabilitación de su Distrito

Comparte este artículo:

El domingo pasado, un grupo de vecinos y voluntarios del colectivo El Futuro Florece (EFF), en conjunto con el candidato independiente a la diputación local del distrito 6 en Nuevo León, Roberto Alviso, participaron en la rehabilitación de un predio ubicado en el cruce de Antillón y Félix U. Gómez. 

Fueron los mismos vecinos, quienes, dialogando con el candidato, propusieron la actividad de limpieza y rehabilitación del espacio.

“No es fácil organizarse, pero cuando se logra podemos hacer cosas grandes y eso es justo lo que vamos a impulsar desde el Congreso: trabajar de la mano de los vecinos y que sean ellos quienes nos digan qué hacer”, señaló el independiente.

Por último, Alviso afirmó que el hecho de competir de manera independiente, le permitirá desempeñar su cargo como representante del distrito 6 sin ser sometido a las voluntades de ningún grupo de poder externo a sus vecinas y vecinos.

El 2015 cierra con broche verde… cito

Comparte este artículo:

Concluyen las dos semanas más importantes del año y con ellas se consolida por fin el Acuerdo de París. El 2015 cierra con broche verde, ¿más o menos? El Acuerdo es un tratado internacional vinculante [1] que persigue la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera para frenar el aumento de la temperatura global a no más de 1.5º C por encima de los niveles per-industriales [2]. El 2015 es histórico puesto que es la primera vez que 196 países signatarios (en otras palabras, casi el mundo entero, países desarrollados y en vías de desarrollo) se comprometen a trabajar juntos hacia una eliminación gradual de las energías basadas en los combustibles fósiles para llegar a un mundo de bajas emisiones de carbono y con resiliencia al clima.

Sin embargo, aunque la voluntad internacional apunta hacia economías y sociedades limpias de emisiones cero, es muy probable que a nosotros no nos toque ver los resultados finales de este acuerdo, que no nos toque vivir en un mundo con 100% de energías renovables. ¡Pero “pa’ allá vamos”! En el gran panorama de las cosas, los resultados de esta conferencia son positivos, haciendo que ambientalistas, activistas, funcionarios de gobierno, diplomáticos alrededor del mundo (y yo) celebren el que se haya comenzado la carrera por salvar el planeta —literalmente— de una catástrofe ambiental.

Todavía hay quienes desean extender lo más que se pueda los beneficios que trae la extracción de este tipo de recursos para su economía.

The catch, como dicen, la “trampa” de este acuerdo es que existen países y economías que aún quieren sacar el máximo provecho económico de explotar sus recursos de carbono, y tienen todo el derecho de hacerlo. Digo, no a todos les tocó el boom industrial al mismo tiempo. A lo que en décadas pasadas a los países desarrollados les tocó el boom de la explotación de sus recursos de carbono, algunos países a penas se encuentran en su propio boom. En otras palabras, todavía hay quienes desean extender lo más que se pueda los beneficios que trae la extracción de este tipo de recursos para su economía. Estos países “frenan” la necesidad de muchas naciones y poblaciones vulnerables de hacer la transición hacia las energías renovables. Y para estas naciones, el fin de la cumbre no da muchos motivos por qué celebrar.

Como el cambio climático es uno de los temas más complejos de la humanidad, por supuesto que el diálogo es mucho más grande de lo sucedió en París. Aún así, los pros y los contras de este acuerdo se pueden resumir (amplia e imperfectamente) en los siguientes puntos:
¥ Lo primero es que hace unos meses se hablaba de mantener las temperaturas globales por debajo de los 2º C, y ahora se firmó una meta de no más de 1.5º C.
¥ Las Metas de Contribuciones [3] Determinadas Nacionalmente (mi traducción de Intended Nationally Determined Contributions o INDCs) propuestas por los países previo a las negociaciones fueron mucho más ambiciosas, comprometedoras y específicas que hace seis años, cuando se acordaban por primera vez nuevas metas post-Protocolo de Kioto, y post-2020. Pero, de acuerdo a los expertos climáticos, aunque hubo progreso y se estipula que los nuevos compromisos mantengan las temperaturas dentro de un rango de 2.7 a 3.7º C (a diferencia de los casi 5º calculados con un modelo de business as usual), este rango no es lo suficiente bueno como para evitar catastróficas consecuencias medioambientales y sociales. Además, las INDCs seguirán siendo voluntarias y sin consecuencias jurídicas de no cumplirse.
¥ Por otro lado, el nuevo sistema de chequeo de las INDCs cada 5 años, implementado en el nuevo acuerdo y referido en las negociaciones como el mecanismo de “trinquete” de los compromisos, es el que se espera continue empujando a una mayor ambición por país para la reducción de emisiones.

Los países también lograron establecer una línea del tiempo para llegar a las emisiones cero, y se espera alcanzar entre los años 2050 y 2100.

¥ Los países también lograron establecer una línea del tiempo para llegar a las emisiones cero, y se espera alcanzar entre los años 2050 y 2100.
¥ El financiamiento destinado a ayudar a los países en desarrollo a adaptarse al cambio climático y la transición a la energía limpia se estableció también, por lo menos hasta el 2025 se movilizará colectivamente un flujo de $100 mil millones de dólares, y a partir de ese año, los 100 mil millones serán tan sólo un “piso” a partir del cual se debe de escalar. Por otro lado, los países más pobres, los más afectados por el cambio climático y quienes más necesitan este financiamiento no celebran este punto, puesto que esta parte del acuerdo se ha movido a la sección de “texto de decisión”, o la sección jurídicamente no vinculante. Esto se considera por muchos una especie de concesión a los Estados Unidos, cuyo senado podría volver a impedir que el país firmara el acuerdo, como sucedió con el Protocolo de Kioto.

Numerosos grupos indígenas y de defensa a los derechos humanos levantan la bandera roja de protesta, con toda razón, alegando que, de nuevo, las negociaciones resultaron de nuevo en un acuerdo meramente “comercial”.

¥ Numerosos grupos indígenas y de defensa a los derechos humanos levantan la bandera roja de protesta, con toda razón, alegando que, de nuevo, las negociaciones resultaron de nuevo en un acuerdo meramente “comercial”, permitiendo a las naciones desarrolladas “mercantilizar y vender tierras boscosas como compensaciones de carbono en esquemas fraudulentos […] que proporcionan un mecanismo de lavandería financiera en el traspatio, en los países del sur”. El acuerdo sí contempla las necesidades de estos grupos, así como las cuestiones de género y de derechos humanos, pero las “movió” a una parte del acuerdo en donde no están operacionalizadas, es decir, que no describen mecanismos lo suficientemente claros como para proteger a estos grupos y no existen consecuencias claras para quienes no aborden estas cuestiones en sus compromisos.

¿Avances? Los hubo. ¿Suficientes? Por supuesto que no. Este acuerdo es un comienzo, es el inicio de la carrera hacia un mundo totalmente limpio.

¿Avances? Los hubo. ¿Suficientes? Por supuesto que no. Este acuerdo es un comienzo, es el inicio de la carrera hacia un mundo totalmente limpio y en donde las personas más afectadas por el cambio climático están siendo asistidas por quienes son los mayores responsables. Como comentaba en contribuciones pasadas a Altavoz, por lo menos ya hay consenso de que es posible llegar a este mundo en donde las energías renovables y el crecimiento económico van de la mano. Tal vez no todos lleguemos a ver el mundo en el año 2100, cuando hayamos hecho la transición completa hacia un mundo libre de emisiones de gases de efecto invernadero y en donde los mayores riesgos de un aumento en las temperaturas se hayan evadido, pero ya vamos entendiendo que es posible, y por lo pronto nos vemos en cinco años para “checarnos” a ver cómo vamos en la labor que nos toca a todos.

_______________________________
[1] Que otorga a los signatarios responsabilidades con consecuencias legales (de derecho internacional).
[2] Los niveles de emisiones de gases de efecto invernadero que tenía el mundo previo a la revolución industrial.
[3] Contribuciones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) a la atmósfera por país.

______________________________
– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”