Lo que vive México hoy en día no es nuevo, ni tampoco es único en el mundo, pero es difícil y doloroso. La división que caracteriza estos tiempos modernos es producto de años, décadas, de injusticias y abusos hacia el pueblo mexicano.
Se puede notar en lo más básico como lo es una conversación con tus padres o tus amigos a la hora de la comida. Es común que conforme se vaya desenvolviendo la plática, se acabe tocando el tema de la política o de los conflictos sociales. Notas que hay división al instante: hay dos o más posturas en la mesa que parecen ser irreconciliables. El video que se viralizó esta semana de los insultos hacia el presidente en un vuelo comercial son el ejemplo perfecto de que nuestra sociedad se partió en dos. Y ambas partes pueden tener su pedazo de razón. Y así es también a gran escala.
El presidente López Obrador ha dedicado su vida a luchar en contra de lo que él llama la mafia del poder, del periodo neoliberal. Ganó en 2018 en gran parte por el voto de castigo al PRI y al PAN, y también porque supo unir a todo mexicano decepcionado. Ganó y contundentemente, pero su discurso informal de “conmigo o contra mí” no beneficia en lo absoluto a la nación, y nos aleja del pensamiento de una eventual reconciliación.
Él y su gente repiten constantemente que los partidos antiguos abusaron de México, lo saquearon y lo dejaron lastimado, roto y vulnerable. Y objetivamente, es verdad. La corrupción que caracterizaba a aquellos partidos era, y es, descarada y brutal.
Del otro lado, los opositores a la llamada “Cuarta transformación” argumentan que las medidas del nuevo gobierno son dañinas, anticuadas, poco efectivas, caras y muchas veces innecesarias. Y, objetivamente, también tienen razón.
No puedes hablar de un país en progreso sin energías limpias, sin inclusión, sin ciudades accesibles, sin impartición de justicia. Todos estos parecen temas secundarios en este gobierno. Duele ver cómo lo único seguro es que todas las mañanas se van a quejar del pasado.
La división política y social no es fenómeno exclusivo de México. De hecho es muy frecuente en el mundo. El ejemplo más notorio es Estados Unidos y su sociedad dividida. Venezuela también. Ecuador está atravesando por un proceso electoral de dos bandos opuestos. En Brasil, Jair Bolsonaro se volvió presidente como resultado de una profunda ruptura social, causada por problemas de corrupción en los altos círculos políticos.
Cada país debe responsabilizarse y hacerle frente a la sociedad dividida. Buscar, por medio del diálogo y de puntos medios, la reconstrucción de la unidad en miras al bien común.
Aquí en México, tenemos que involucrarnos como ciudadanos en la construcción de una sociedad unida y proactiva. Involucrarnos todas y todos significa que con el paso del tiempo tendremos mejores gobiernos, mejores procesos, mejores avances, mejores comunidades y mejores oportunidades. La división se resuelve desde lo más esencial: la familia y la comunidad. Trabajemos en la reconciliación y el acuerdo, que aunque sea un camino largo, será eventualmente la solución a lo que necesita nuestro país.
Al final del día, mexicanas y mexicanos somos todos, y el bien común debe ser siempre nuestra meta.
¿Qué opinas al respecto?