México es un país con un sistema democrático probado. Tan es así que el Bronco o Carmelita Salinas fueron electos, uno para gobernar el estado de Nuevo León y la segunda para ser diputada federal por el PRI. El Bronco se lanzó como candidato independiente, y a Carmelita Salinas le bastó ser un personaje popular para ser electos como parte de la clase gobernante.
La discusión, me parece, está en la calidad de nuestra democracia. El problema es que este sistema de gobierno no nos ha entregado los resultados que esperábamos los ciudadanos. ¿Y qué esperábamos que estamos tan decepcionados y desencantados? Confiábamos en que se solucionaran muchos problemas, entre ellos, la corrupción y la inequitativa distribución de la riqueza. Pero esto no ha sucedido, al contrario, parece que cada día se agravan más.
La democracia nos debe a los ciudadanos, sin duda. Pero ya que los ciudadanos somos parte central de este sistema de gobierno, quiero proponerles que invirtamos el argumento. ¿Qué tal que la democracia es la que está desencantada con los ciudadanos, con los mexicanos? Quiero apuntar que esta idea no es mía sino de Diego Fernández de Cevallos (lo escuché hace unas semanas en una una conferencia). Ya sé, ya sé… Es difícil darle crédito a cualquier idea que salga de la clase política, pero creo que vale la pena detenerse en esta idea.
La democracia está desencantada con los ciudadanos. ¿Por qué? Porque nosotros tampoco nos hemos portado a la altura de las circunstancias.
La democracia está desencantada con los ciudadanos. ¿Por qué? Porque nosotros tampoco nos hemos portado a la altura de las circunstancias. Los comentarios peyorativos, los insultos y las mentadas de madre a los políticos, son ejercicios válidos dentro de una democracia. La libertad de expresión, por la que tanto se ha luchado, nos permite esas licencias y los gobernantes están expuestos a eso. Pero, ¿en eso topa nuestro ejercicio como ciudadanos? ¿No nos estamos quedando cortos en nuestra forma de exigir resultados? Está probado que las manifestaciones, las movilizaciones y los insultos en redes sociales no han solucionado ningún problema.
¿No nos estamos quedando cortos en nuestra forma de exigir resultados? Está probado que las manifestaciones, las movilizaciones y los insultos en redes sociales no han solucionado ningún problema.
Nosotros exigimos respeto, tolerancia y disposición al diálogo por parte de los políticos. Sí, por supuesto, es parte de su trabajo. Pero también es parte del nuestro como ciudadanos y no estoy segura de que estemos dispuestos a eso. Y, ¡ojo!, escuchar no significa coincidir ni estar de acuerdo. Significa prestar atención a lo que el otro tiene que decir y tratar de entender sus motivaciones.
Nosotros exigimos respeto, tolerancia y disposición al diálogo por parte de los políticos. Sí, por supuesto, es parte de su trabajo. Pero también es parte del nuestro como ciudadanos y no estoy segura de que estemos dispuestos a eso.
Para empezar a cambiar las cosas y “dialogar” con la clase política tampoco hay que hacer grandes esfuerzos. La sociedad civil ya está haciendo algunas cosas para ayudarnos a los demás. Han creado el 3de3 de Transparencia Mexicana y el IMCO, El Sabueso de Animal Político o DHP (Dejémonos de hacernos pendejos), que son instrumentos que nos permiten valorar el trabajo y la trayectoria de los políticos.
Un ejercicio democrático responsable empezaría con tomarnos 20 minutos al día, a la semana o al mes para revisar esta información, que ya está ahí, al alcance de nuestra mano. Si no nos parecen los políticos que tenemos, no votemos por ellos. Puede afectarles más no ser electos que los insultos que les podamos dejar en su Facebook o Twitter.
La calidad de la democracia depende de los políticos y de los ciudadanos. Los ciudadanos tenemos que comportarnos a la altura de las circunstancias. Y eso, en estos momentos, significa estar mejor informado. Exijamos a los políticos que trabajen y se comporten con honestidad, pero en el pedir está el dar. Queremos políticos ejemplares, seamos ciudadanos ejemplares.
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