Nadie puede negar que la corrupción ha sido uno de los principales problemas del México actual. Y también sabemos todas y todos que el sexenio anterior estuvo plagado de la misma. Quizás la figura que más resalta dentro de los corruptos del PRI, es Emilio Lozoya. Quien fuera exdirector general de Pemex durante la primera mitad del gobierno peñista, es acusado por la Fiscalía General de la República por lavado de dinero, crimen organizado y cohecho, entre otras cosas. Se dice que recibió aproximadamente 13 millones de dólares en sobornos, incluidos 10 millones de Odebrecht. También se recuerda la compra de Agro Nitrogenados a AHMSA por 500 millones de dólares cuando esta empresa valía hasta 10 veces menos. Son sólo algunos de los motivos por los cuáles la justicia española lo detuvo en Málaga y fue extraditado a México. Parecía ser que por fin se haría justicia por sus crímenes, pero la historia en cualquier momento puede cambiar.
Esta semana se completó la extradición de Emilio Lozoya a México, después de que el gobierno mandara un jet a recogerlo. A su llegada, las cosas comenzaron a tornarse sospechosas. Toda una caravana de distracción se puso en marcha para confundir a los medios de comunicación en el trayecto al Reclusorio Norte. Poco tiempo después, se confirmó que el detenido encapuchado que viajaba hacia ese destino no era Lozoya, y que el exdirector de Pemex estaba siendo ingresado a un hospital (privado, además) por supuesta “anemia y debilidad general”, misma que las autoridades españolas negaron rotundamente. ¿Curioso, no?
Tanto el Secretario de Seguridad Ciudadana como la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México como el Presidente salieron la mañana siguiente con versiones distintas sobre lo sucedido y el paradero de Lozoya. Así sólo demostraron que no existe comunicación interna. Poco después el Presidente mencionó que no intervendría en los procesos de la Fiscalía y que “no ha hablado con el Fiscal desde hace 5 meses”.
¿Nos está diciendo que el Fiscal General de la República y el Presidente de México no se comunican hace 5 meses?
Nada bueno puede surgir de eso…
En lo que Lozoya se “recupera”, la opinión pública acerca de lo que sucederá es dividida. Hay quienes afirman que viene a destapar las alcantarillas de corrupción y que gracias a sus declaraciones caerán muchos políticos influyentes (incluyendo varios que ahora militan en Morena), y también hay quienes comentan que fue extraditado a México para que aquí sea protegido a cambio de su silencio, que podría dañar los cimientos del Gobierno Federal.
Antes de que comience el show, ya tenemos algunas situaciones particularmente curiosas. La senadora Vanessa Rubio, del PRI, misteriosamente solicitó licencia a dos años de iniciar su labor para dedicarse a la academia y a la consultoría privada. Rubio fue mano derecha de José Antonio Meade, acompañándolo en tres subsecretarías y trabajando en su campaña. Ella estuvo en la Secretaría de Hacienda, por lo que es claro que estaba enterada de las acciones de PEMEX.
Esta madrugada se divulgó la noticia (aún no confirmada por el Gobierno), de que Javier Jimenez Espriú habría renunciado a su encargo como titular de la SCT. Ambos hechos, ocurridos horas después de la llegada de Lozoya al país. Bien dicen que en la política no existen las coincidencias.
Sabemos que algo pasará. Bueno o malo, pero pasará. Es el momento perfecto: la popularidad del presidente cae en picada, el país vive un momento oscuro, y las elecciones más grandes de la historia están cerca. Ya sea en beneficio o en contra del Gobierno de México, algo pasará. Emilio Lozoya sabe bastante sobre todo lo que se hizo debajo del agua del 2012 al 2018. Habrá que esperar, y habrá que exigir que su proceso se lleve de manera legal y transparente. Las y los ciudadanos de México nos lo merecemos.