Utilizando el Telescopio Espacial Hubble, un equipo internacional de astrónomos han descubierto las emisiones más energéticas jamás vistas en el Universo, son producto de los cuásares y atraviesan el espacio interesterlar como auténticos tsunamis, causando estragos en las galaxias en las que habitan.
Se trata de galaxias extremadamente activas que contienen agujeros negros supermasivos que se están alimentando de grandes cantidades de materia, los agujeros negros se van rodeando de gas muy caliente, que emite una intensa radiación, lo que da lugar al cuásar.
Los vientos creados por la presión de radiación impulsan ese material lejos de los centros galácticos, en forma de grandes chorros que surgen de sus polos y que aceleran a velocidades relativistas, esto es, fracciones significativas de la de la luz.
“Ningún otro fenómeno lleva más energía mecánica, durante su vida útil de cerca de diez millones de años, estos chorros producen un millón de veces más energía que una explosión de rayos gamma. Esos vientos impulsan cientos de masas solares de material cada año. Y la cantidad de energía mecánica que transportan es hasta varios cientos de veces mayor que la luminosidad que genera toda la Vía Láctea”. explica Nahum Arav, investigador principal de los trabajos.
Los masivos chorros de materia barren todo el disco galáctico, llevándose los materiales que de otro modo habrían servido para formar nuevas estrellas. De esta forma, las galaxias que sufren estos tsunamis dejan de formar nuevos soles.
Las simulaciones sobre la evolución de las galaxias sugieren que esos enormes flujos de salida pueden explicar algunos fenómenos cosmológicos importantes, como la razón por la que los astrónomos observan tan pocas galaxias grandes en el Universo y por qué existe una relación directa entre la masa de una galaxia y la masa de su agujero negro central.
“Colocar esos flujos de cuásar en nuestras simulaciones, resuelve estos problemas de nuestra comprensión de cómo evolucionan las galaxias”, explica por su parte Jeremiah P. Ostriker, coautor de la investigación.
Para llegar a estas conclusiones, los astrónomos estudiaron 13 diferentes emisiones de cuásar, y observaron con sus propios ojos la vertiginosa velocidad del gas acelerado por el viento. Para ello, se fijaron en las huellas espectrales de la luz del gas incandescente.
(Con Información de ABC)