El salario es la remuneración que alguien recibe por trabajar. Se trata, en principio, de un intercambio. Sin embargo, por alguna razón hay quienes creen que pagar un sueldo, contraprestación o salario les faculta para exigir lo que sea de sus trabajadores y dirigirse a ellos de forma prepotente.
¿Cuántos de ustedes han tenido que realizar favores o labores que no corresponden con su puesto de trabajo? ¿Cuántos han escuchado o dicho la frase “para algo les pago”, buscando justificar estas conductas?
¿Cuántos de ustedes han tenido que realizar favores o labores que no corresponden con su puesto de trabajo? ¿Cuántos han escuchado o dicho la frase “para algo les pago”, buscando justificar estas conductas? Muy diferente es el favor a la empresa o al patrón hecho por voluntad del trabajador al que realiza por verse forzado y/o chantajeado.
Hay también un mundo de diferencia entre una llamada de atención, incluso enérgica, al insulto o a la humillación. Pero tristemente pocos patrones lo entienden así y parece ser que cuando hay tan pocas oportunidades de trabajo y tanta necesidad económica, el cacicazgo moderno encuentra un terreno perfecto para perpetuarse; es lo que hay, y si no, ahí está la calle.
Sin embargo, cuando la ciudadanía se considera “patrona”, parece estar contaminada por los mismos vicios. Y es que tal vez por esta misma pobre cultura laboral, muchas personas se creen legitimadas para insultar y faltar el respeto a deportistas, artistas y servidores públicos justificándose en que “nosotros les pagamos”. Quizá por eso consideren que éstos deberían actuar de forma servil y complaciente hacia nosotros.
“Yo te pago, por mí comes, muéstrame respeto”.
En el caso específico de los servidores públicos, es cierto que han construido una pésima imagen a través de décadas repletas de casos de nepotismo, compadrazgo y en muchos casos de preocupantes niveles de ineptitud, además de nulas habilidades para dirigirse a la ciudadanía.
Hemos visto y sufrido a recepcionistas, enfermeras, doctores, directores, secretarios, delegados, policías, agentes de tránsito y un largo etcétera de servidores públicos que no cuentan con las aptitudes requeridas o que constantemente pecan de prepotencia. Muy probablemente ustedes tengan ejemplos y anécdotas al respecto.
Me parece que pagar impuestos y en consecuencia, parte del salario de los servidores (ojo, los ingresos de la Administración Pública no dependen exclusivamente de los impuestos), de ninguna manera nos faculta para insultarlos o humillarles.
Y aunque me parece prudente y necesario exigir sanciones, el despido o enjuiciamiento de servidores públicos ineptos, prepotentes o corruptos (básicamente el cumplimiento de la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos), también me parece que pagar impuestos y en consecuencia, parte del salario de los servidores (ojo, los ingresos de la Administración Pública no dependen exclusivamente de los impuestos), de ninguna manera nos faculta para insultarlos o humillarles.
Es por eso que las medidas tomadas hace unos meses por la Dirección de Atención Ciudadana para los servidores públicos indicándoles que tendrían que saludar a los ciudadanos de la siguiente manera: “Buen día, mi sueldo se paga con sus impuestos, le atiende… en qué le puedo servir”, me parecen inútiles además de populistas, humillantes e inútiles.
En nada solucionan el servicio deficiente ofrecido y sólo generan una falsa idea de cambio, además de seguir fomentando la percepción de que quien recibe nuestro pago nos debe sumisión.
Y lo considero así, porque en nada solucionan el servicio deficiente ofrecido y sólo generan una falsa idea de cambio, además de seguir fomentando la percepción de que quien recibe nuestro pago nos debe sumisión.
¿Qué tal te parecería saludar a tu patrón o firmar tus correos con la frase: “Buen día, mi sueldo se paga con su dinero”? Se trata de la colecta del aplauso fácil, de la solución superficial, de un burdo placebo que de nada servirá si no vemos cambios positivos en el servicio público y sanciones a quienes las merezcan porque en ese tema, tristemente, nos hemos acostumbrado a que nunca pase nada.
Sea en tu espacio laboral o en el servicio público, la prepotencia jamás estará justificada y nadie bajo ninguna circunstancia nos debe más que respeto, nunca sumisión. Saquemos al cacique de una buena vez y exijamos lo que se debe exigir. Nada más.
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