Aunque un poco como generalización, me permito decir que la gran mayoría de las personas en este mundo tienen un objetivo en común: sobresalir, superarse y ser cada día mejores personas. Muy probablemente este deseo está acompañado de otras cosas como el bienestar, la seguridad, —¿y por qué no?– el prestigio, la vanidad y, en ocasiones, de un poco de ego (a todos nos gusta que a veces nos adulen un poco).
No obstante, existe un diverso número de factores que convierten este deseo humano en algo prácticamente inalcanzable. Para alcanzar este objetivo, los “interesados” (por darles un nombre) deben de escalar algunos cuantos peldaños en la escala social para así, y esperando que sea a la brevedad –o antes, de ser posible–, se cumpla el sueño de estar en lo más alto del planeta. En el caso mexicano, según el autor Ricardo Raphael (2014), la movilidad social podría ejemplificarse usando un edificio y un elevador.
La analogía consiste en lo siguiente: México es un edificio de diez pisos y hay un elevador que mueve a la población, pero éste tiene un par de defectos y, básicamente, está descompuesto.
La analogía consiste en lo siguiente: México es un edificio de diez pisos y hay un elevador que mueve a la población, pero éste tiene un par de defectos y, básicamente, está descompuesto. Los pisos del edificio se comportan como una especie de estratificación y ahí se ubica a las personas: la población indígena, analfabeta, iletrada, los que no habla español, que no tiene un ingreso fijo, ni casa, ni servicios básicos; este tipo de personas estarían ubicadas en la base del edificio. En contraste, en el penthouse se encuentran todos quienes gozan de servicios, realizan constantemente viajes, tienen autos, ostentan sus bienes; en fin, y por ponerlo en palabras un poco menos rimbombantes, “los pudientes” de nuestro país.
Como dato adicional, Raphael comenta que existe un 60% de probabilidades de que quienes han nacido dentro de los niveles más bajos del edificio, tanto sus hijos como sus nietos, permanezcan ahí por la perpetuidad. De igual manera, para quienes han nacido dentro de los dos niveles más altos de la escala social, existe un 60% de probabilidades de que sus hijos y sus nietos se mantengan en este estatus. Sin embargo, la cosa cambia cuando vemos con lupa y separamos a los hombres de las mujeres: aquellas que se encuentran en el segundo nivel, pueden bajar al nivel tres por el hecho de ser mujeres, haciendo evidente la falta de equidad entre ambos sexos.
Alrededor del 50% de la población de nuestro país vive en condiciones de pobreza (aprox. 60 millones de personas)
Para sorpresa de muchos, quienes hemos tenido la oportunidad de atender a una institución privada de educación superior, en automático estamos localizados en la parte superior del edificio o, en el peor de los casos, en el segundo piso (de arriba hacia abajo, claro), es decir, en este país, existe una desigualdad imperante y es bastante tangible que podría estar mucho más cerca de lo que creemos. Basta con recordar que alrededor del 50% de la población de nuestro país vive en condiciones de pobreza (aprox. 60 millones de personas) y que un porcentaje considerable (aprox. 20 millones) viven en condiciones de pobreza extrema.
La movilidad social es un tema del que poco se habla, pero del que muchos adolecen.
La movilidad social es un tema del que poco se habla, pero del que muchos adolecen. Sorteos, loterías, concursos y rifas: todo esto alimenta y fomenta nuestra ilusión de que la felicidad y el bienestar se encuentran justo a unos pisos encima del nuestro. Miramos con desdén a quienes presumen de sus bienes y no nos damos cuenta de que, si estuviéramos en su posición, muchos también actuarían de la misma manera. Nos hemos dejado cegar por la idea de que el crecimiento es la única solución y que la problemática es indistinta. “Con dinero, baila el perro”, dicen por ahí.
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