El domingo por la noche, un coche bomba explotó en la capital de Turquía, Ankara, dejando 37 muertos y 125 heridos, se presume que hay una relación entre éste acontecimiento y el del pasado mes de febrero. De ser así, es probable que los autores del horrible hecho sean un grupo armado Kurdo. ¿Por qué éste hecho no permeo en las redes sociales o en la sociedad mexicana?
¿Qué pasó en Occidente? ¿Nos sentimos tan alejados de esa realidad o de la cultura para sentir empatía por ellos? Uno de los fallecidos en el lugar fue el padre del jugador del Galatasaray, Umut Bulut. El club confirmó este lunes la muerte del padre, quien probablemente se dirigía a ver jugar a su hijo en el encuentro que hubo entre Galatasary y Gençlerbirliği el domingo en Ankara.
En México no fue un coche bomba el que explotó y mató o desapareció a miles de personas. En México fue la falta de memoria histórica la que explotó y permitió que se llevaran a miles de personas, desaparecieran estudiantes y mataran periodistas.
Es una historia lo suficientemente trágica para contar en los diarios o en las redes sociales, ¿Por qué nadie lo ha hecho? Los diarios tomaron la noticia, pero no hubo alguien del lado occidental que sintiera una verdadera indignación e infestara las redes sociales con comentarios a favor de las victimas y pidiendo un alto a la violencia. No hubo una reseña detallada de lo sucedido, o fotos dramáticas con una historia alusiva. No hubo nada el domingo, lunes o martes en las redes sociales.
¿Por qué normalizamos la violencia en lugares que son ajenos a nosotros? ¿Por qué nos hemos deshumanizado y no luchamos por terminar con la violencia? ¿Dejamos de asombrarnos por la violencia que se vive o es que no somos lo suficientemente empáticos? Me decepciona que no haya indignación por lo sucedido en Turquía. Pero más me molesta que nos volvimos tan individualistas que el sufrimiento ajeno, es eso, ajeno.
Estamos tan sumergidos en una falsa realidad que no nos percatamos de todo lo que pasa en nuestro entorno. Nos encontramos tan inmersos en esa realidad que se nos olvidó algo básico para detener esa violencia: Memoria histórica. “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Es la maldición que vivimos en el país. Hay miles de desaparecidos en México, estudiantes a los que les robaron su identidad, periodistas asesinados por ejercer su profesión. ¿Por qué toleramos esto? ¿Cuánta indignación falta para poder unirnos como sociedad y pedir un alto a la violencia? ¿Por qué no se logra esclarecer el caso Ayotzinapa? ¿No tuvimos suficiente con los acontecimientos del 68? ¿Por qué seguimos permitiendo que violenten nuestros derechos?
¿Por qué normalizamos la violencia en lugares que son ajenos a nosotros? ¿Por qué nos hemos deshumanizado y no luchamos por terminar con la violencia? ¿Dejamos de asombrarnos por la violencia que se vive o es que no somos lo suficientemente empáticos?
En México no fue un coche bomba el que explotó y mató o desapareció a miles de personas. En México fue la falta de memoria histórica la que explotó y permitió que se llevaran a miles de personas, desaparecieran estudiantes y mataran periodistas. En México la doble moral existe. Nos solidarizamos con las victimas del atentado en París pero no pasa lo mismo con las victimas de Ankara, con las victimas de la llamada “Lucha contra el narco”, con los migrantes que pasan condiciones deplorables en nuestro país, con los feminicidios, con los periodistas asesinados, con los estudiantes muertos o desaparecidos ni con la pobreza extrema en la que vive más de la mitad de la población.
En México nos urge la indignación y la acción colectiva, nos urge erradicar la violencia, nos ugre gozar juntos de nuestros derechos, nos urge la libertad. Libertad de sentirla, para exigirla siempre. Para indignarnos por la violencia.
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