El 2021 representa un año decisivo para Nuevo León y el futuro que queremos lograr. Se llevarán a cabo 620 elecciones de cargos públicos, entre las cuales está la elección del próximo gobernador o gobernadora. Esto es de vital importancia porque nuestras decisiones electorales, o pueden ayudarnos a tener una transición inteligente hacia un Nuevo León más sostenible y resiliente, en comparación al que tenemos actualmente, fruto de la era previa a la pandemia, o pueden hacer que dicha transición se vuelva remota o, en todo caso, muy difícil de alcanzar.
Es por eso por lo que, en esta ocasión y durante las próximas ediciones de este espacio de opinión, estaré compartiendo algunas reflexiones sobre ciertos temas que considero importantes que tomemos en cuenta y que son centrales para la construcción de un Nuevo León que, no solamente crezca económicamente, sino que lo haga de manera sostenible e incluyente, con una perspectiva de resiliencia y justicia social. Esto, en su conjunto, hará que seamos más y mejores en la era post COVID-19.
El primer tema que comentaré es el de la pobreza. Una sociedad no puede alcanzar su máximo potencial en términos de crecimiento económico, acumulación de capital humano y físico, etc., si una gran cantidad de su población se encuentra en condiciones de pobreza y vulnerabilidad. Además, este problema no solamente tiene implicaciones relacionadas a ineficiencias económicas, sino que, incluso, tiene alcances directos en la estabilidad política/democrática que una sociedad pueda llegar a tener, ya que, ¿cómo puede haber estabilidad en un lugar donde no se garantizan los derechos mínimos de vivienda, alimentación, educación y trabajo?
Este es un tema que nos debe interesar resolver a todas y todos, dado que, su resolución es condicional, si es que queremos resolver otros problemas como la eliminación de las desigualdades por ingreso, género y/o raza, u otros.
Para saber cual es la situación de la pobreza en Nuevo León basta con revisar la información que proporciona el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), la cual se puede encontrar fácilmente en su página de internet.
De acuerdo con el CONEVAL, en 2018 había 773,000 neoloneses/as viviendo en condiciones de pobreza, de los cuales, 25,200 eran pobres extremos. Considero que estos números podrían parecer engañosos ya que, muchas veces se celebra que Nuevo León es de los estados con menores índices de pobreza, el estado con el primer lugar en movilidad social, etc., sin embargo, si bien la proporción de pobres no es tan alta como en otros estados, existe una gran proporción de personas en condiciones de vulnerabilidad.
Esto hace que surja la pregunta ¿de qué sirve ser considerado “no pobre”, si la condición en la que te encuentras es tan parecida a la pobreza, ya que cuentas con diferentes carencias sociales y un ingreso insuficiente para suplir tus necesidades?
En Nuevo León, en 2018 había 2,182,800 personas en condición de vulnerabilidad. De este universo, 1,832,700 de neoloneses/as eran vulnerables por carencias sociales, mientras que 350,100 lo eran por ingreso, pues este no es suficiente para cumplir con sus necesidades básicas.
Si Nuevo León es considerado un estado altamente competitivo (revisar el Índice de Competitividad Urbana del IMCO), con una gran capacidad de crecimiento económico y uno de los mejores en términos de indicadores educativos, ¿cómo puede ser posible que tengamos a una población altamente vulnerable y una que, aunque parece relativamente poca, sufre de las calamidades de la pobreza moderada y extrema?
El proceso electoral en el que nos encontramos actualmente debe de servirnos para avanzar en la dirección correcta que nos lleve a la solución definitiva de este problema de injusticia social que tanto nos afecta como sociedad neolonesa. Nuestros candidatos y candidatas deben ofrecernos soluciones factibles para nuestros pobres; los previos a la pandemia y los que se sumaron a partir de esta crisis. Es una deuda que no se debe postergar.
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