En todo el mundo, los líderes políticos han tenido que prepararse para comunicar en estos tiempos de crisis y algunos han tenido más éxito que otros. Mensajes emblemáticos como los de Macron y Trudeau han hecho eco a nivel mundial, pero no todos han tenido la misma suerte, como lo es el caso de Boris Johnson o el de Donald Trump. En América Latina, los líderes también se enfrentan al reto. Dentro de todos los casos, podría decirse que existen tres que son muy paradigmáticos: Bukele, AMLO y Bolsonaro.
Bukele, el outsider que vino a romper la política de El Savador, fue tendencia en redes por el video donde anuncia las de suspensión de pagos de servicios básicos. Es importante notar que lo hace mirando a mirando a cámara y asumiendo de manera contundente el rol de la autoridad. En un país que en 2015 se situaba entre el top 10 a nivel mundial en la escala de mayor impunidad, se entiende perfectamente que discursos donde un hombre amaga con él personalmente encarcelar a cualquiera que toque los recursos, se aplaudan.
Aunque el video es un éxito comunicativo y la estrategia del miedo siempre es muy útil, al presidente no le interesa que su imagen a nivel mundial sea la de un dictador. ¿Cómo contrarrestarla? Sencillo: haciendo uso de su faceta como joven y suavizando su imagen a través de una entrevista vía Instagram Live con Residente, el artista emblema del antiimperialismo y voz en contra del neocolonialismo estadounidense.
Continuando con los casos, ahora viene le turno de México. En este caso, lo que acontece es la mala implementación de una buena estrategia. En tiempos de crisis siempre es recomendable que los expertos sean quienes comuniquen, pues se entiende que la legitimidad de la información que presentan viene desde el ámbito científico (y no hay nada más preciso que eso). La mala implementación está, para mala fortuna del propio presidente, en él mismo.
Primero, al intentar minimizar los potenciales efectos de la crisis. Ante un escenario global de alerta, las declaraciones que iban en dirección contraria a esta instrucción trascendieron más que nunca: México era visto como el único país que tomaba a la ligera la crisis (a pesar de que los hay otros peores, como más delante abordaré).
En segunda instancia, porque AMLO es político sobreexpuesto, con gusto por los reflectores y que siempre echa mano de su liderazgo carismático para responder ante cuestionamientos. Después de llevar meses consecutivos siendo el protagonista de las portadas, estaba claro que buscaría mantenerse como el protagonista. Esto fue evidente el día que, ante un juicio directo que Obrador, la contestación del ahora afamado epidemiólogo López-Gatell fue un nervioso “más o menos”; respuesta nociva en tiempos de crisis.
No obstante, una vez la crisis se agravó, fue curioso ver que el discurso cambió, pero el principal portavoz de este mensaje no fue el presidente, sino el Subsecretario. Esto, aunque el tiempo se encargará de determinarlo, seguramente le traerá buenos réditos a largo plazo a la 4T. Pasamos del “síganse abrazando” al decreto de alerta durante todo abril. Bien por corregir la plana.
Finalmente se encuentra el modelo “Bolsonaro”: renuente, agresivo, combativo, incrédulo y egocéntrico. Los medios brasileños no paran de hacerle críticas. Su figura encarna al populismo de derecha en América Latina. Mientras el conteo no sea significativo, lo más seguro es que se mantenga así.De aumentar, muy seguramente la actitud del presidente tendrá que virar tal como sucedió en EEUU con Trump donde, lejos de admitir que hubo un mal manejo de la crisis, buscará que el culpable sea alguien ajeno al pueblo brasileño.
No debería descartarse que se replicara la frase del estilo del “virus chino” acuñada por Trump para referirse al “coronavirus”. Además, este mal manejo tampoco es nuevo en él: basta con recordar la mala gestión durante la crisis del Amazonas para entender que muy difícilmente cambiará el método.
Sea lo que sea, lo más importante es entender que cuando la gente está expectante de lo que el líder va a decir, el mensaje debe transmitir seguridad, confianza y esperanza.