París

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En estos días se conmemora un año de la tragedia de los atentados en la ciudad de París que acabaron con la vida de 130 personas.

 




Este hecho que marcó de por vida a la nación francesa nos recuerda como la intolerancia religiosa y social detona en terribles consecuencias para propios y extraños. De más, está en señalar al Estado Islámico como responsable de esto, sin embargo, es preciso castigar a los responsables.

Algunas voces en redes y diversos medios apuntaban de manera superficial que los atentados fueron más publicitados porque ocurrieron en Paris y no en Uganda. Ese tipo de comentarios no suma ni nos lleva a ninguna reflexión positiva.

Es lógico que el peso mundial y mediático que tiene Francia es mil veces más grande que el de cualquier país africano, pero una vida es una vida aquí y allá.

La reflexión a la que hoy instó a quienes leen estas líneas es a que la intolerancia nunca nos va a llevar a ningún lado.Los franceses pueden contarnos mil y una historias de crímenes de odio, los estadounidenses también.

 




Hoy que entra un nuevo presidente a Estados Unidos, recibiendo un país dividido, golpeado, criticado y sin una reconciliación aparente, el discurso del odio y el resentimiento surge como un peligro latente.

Lo que les pasó a los franceses debe ser una señal de peligro para un Estados Unidos donde grupos de choque pueden enfrentarse.

Está en nosotros, en nuestra sociedad mexicana y en lo que le enseñamos a nuestra gente el evitar que el odio se convierta en parte de nuestras vidas.

La discriminación en cualquier forma es inadmisible y es un riesgo para la vida sana en sociedad.
Nunca hay que olvidar lo que pasó en Francia y nunca dejemos de poner el dedo en el renglón de que el respeto y la paz valen y valen mucho.
Lo dicho, dicho está.

P.D Un abrazo a Luis González de Alba que no pudo ver esto, pero que tanto abogó, Gonzalo Rivas Medalla Belisario Domínguez. Abrazo cósmico en donde estés.

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