Hace un par de semanas la senadora Indira Kempis me invitó a impartir un curso de narrativas públicas a las mujeres de Movimiento Ciudadano. Mi objetivo: facilitar que cada una de ellas pudiera contar la historia del porqué decidió participar en política. Me tocó escucharlas con atención para identificar la motivación, el reto o el momento de indignación que les condujo a involucrarse en la vida pública de Nuevo León para transformar su realidad.
El mismo taller lo había impartido antes, pero jamás había trabajado exclusivamente con mujeres. La experiencia fue transformadora. Tuve la oportunidad de conocer historias de vida teñidas de retos y resiliencia. Muchas de ellas habían sorteado barreras para entrar y avanzar en política. Algunas venían decepcionadas de cómo fueron tratadas en otros partidos. La mayoría había sufrido un trato diferenciado por su edad, género o simplemente por romper con los estereotipos de género que una sociedad -tan asfixiante como la de Nuevo León- había impuesto sobre de ellas. Sin embargo, todas seguían en movimiento; ninguna había dejado de organizarse, de movilizarse, ni de levantar la voz para hacer valer sus derechos.
Ese taller me dio una oportunidad única: conocer los rostros de la militancia de un partido naciente, como lo es Movimiento Ciudadano. Conocí a Angélica Maldonado, una joven motivada en combatir la militarización del país. Conocí a la diputada Mariela Saldívar y entendí de viva voz el porqué quiso hacer suya la lucha anti-corrupción. Conocí a Janeth Sepúlveda, una mujer sumamente aguerrida de quien no dejo de aprender cómo se trabaja en territorio. Conocí a Balbina, exfuncionaria y gran jugadora de futbol que lucha por construir una sociedad más incluyente. Conocí a Frida Soto, un espíritu crítico y rebelde dispuesto a luchar por abrir espacios a la juventud.
Ellas son sólo algunos de los rostros de Movimiento Ciudadano. Hay muchas otras compañeras valiosísimas que de mencionarlas, no tendría espacio para terminar. Sin embargo, estas breves semblanzas buscan demostrar a la opinión pública que el activo más importante de MC sigue en sus filas y es el de aquellas mujeres que día a día construyen partido.
El miércoles pasado leí un posicionamiento donde las mujeres de MC aclaraban los verdaderos motivos de la separación de Haydée Medina, al tiempo que denunciaban las acusaciones en su contra sobre violencia política. Frente al hostigamiento de los medios locales, el posicionamiento me pareció una forma inteligente de refrendar su unidad. Fue, además, la ocasión para dejar algo en claro: a diferencia de otros partidos, donde todo el proyecto se basa en llevar a un hombre o a una mujer al poder, en MC existen pluralidad de causas, de voces y de sueños que ven en la política no un fin en sí mismo sino el medio para alcanzar una sociedad más paritaria. Esas aspiraciones tan legítimas como necesarias son la mística de lo que Movimiento Ciudadano verdaderamente significa en Nuevo León.