La Taquería

La política es tarea de todos

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En Nuevo León se suele repetir que “la política es cosa de políticos”. Nada más alejado de la verdad. La política es tarea de todos: de quienes legislan, de quienes gobiernan, pero también de quienes habitan cada colonia, cada municipio, cada comunidad. 

Hacer oídos sordos a la política solo nos condena a que decidan por nosotros. Y cuando no nos involucramos, terminamos gobernados por quienes justamente no queremos que nos gobiernen.

La realidad nos muestra un contraste: Nuevo León es uno de los estados con mayor participación ciudadana en procesos electorales, un ejemplo a nivel nacional. La gente sale a votar, se moviliza y demuestra interés. Pero el reto va más allá de las urnas: votar no basta. La participación debe convertirse en un ejercicio cotidiano de corresponsabilidad, donde ciudadanía y representantes políticos trabajen de la mano para transformar la realidad.

La democracia se sostiene en la acción ciudadana diaria. El voto es un derecho y un deber, pero también es apenas el inicio. Después de cada elección, toca dar seguimiento, cuestionar, proponer y exigir. La indiferencia es peligrosa porque abre espacio a decisiones tomadas a espaldas de la gente.

En Nuevo León lo hemos visto: colectivos vecinales que defienden sus espacios, asociaciones que ponen en la agenda la crisis ambiental, grupos ciudadanos que impulsan proyectos de movilidad. Estas luchas demuestran que cuando la gente se organiza, el gobierno escucha, corrige y actúa. La fuerza ciudadana es motor de cambio, pero necesita continuidad y colaboración.

Los liderazgos ciudadanos marcan la diferencia porque son capaces de darle legitimidad social a las causas. Cuando un grupo de vecinos o un colectivo juvenil se involucra, el mensaje es claro: no se trata de intereses personales, sino de demandas colectivas. Y cuando esos liderazgos se coordinan con autoridades abiertas al diálogo, se multiplican los resultados.

Un gobierno que entiende la política como tarea compartida se fortalece. Un diputado que escucha a los ciudadanos en el diseño de leyes o un alcalde que abre canales de diálogo permanente con las colonias no solo cumple, sino que genera confianza.

Nuestro estado enfrenta desafíos enormes: contaminación, escasez de agua, desigualdades profundas y movilidad colapsada. Resolverlos no es trabajo exclusivo de un despacho gubernamental. Hace falta la mirada y la voz de quienes padecen día a día estas problemáticas.

Gracias a la presión ciudadana, hoy hablamos de transporte público digno, de calidad del aire, de derecho al espacio público. Nada de eso habría sido posible sin el involucramiento de la gente. Pero también es cierto que estos logros todavía son insuficientes: las transformaciones reales requieren que más ciudadanos se sumen, y que los servidores públicos no dejemos de invitar al trabajo en equipo.

El gran obstáculo sigue siendo la desconfianza. Muchos creen que aunque participen, sus propuestas caerán en saco roto. Superar esa percepción es tarea de los gobiernos: cumplir lo que se promete, abrir procesos de consulta transparentes y reconocer públicamente las aportaciones ciudadanas.

Pero también es responsabilidad de la gente no renunciar a su papel. No basta con señalar errores: es necesario proponer, involucrarse y exigir de manera organizada. La política es de todos, y si no la asumimos, otros la ocuparán por nosotros.

Quienes ejercemos un cargo público tenemos una responsabilidad doble: gobernar, pero también invitar a la ciudadanía a hacer equipo. Porque solos no podemos transformar Nuevo León. El cambio solo se logra cuando sociedad y gobierno se reconocen como aliados, cuando dejamos de vernos como adversarios y entendemos que compartimos un mismo objetivo: mejorar la vida de nuestra gente.

La alta participación ciudadana en Nuevo León es motivo de orgullo, pero no debe llevarnos a la complacencia. Hay que dar el siguiente paso: construir una cultura cívica viva, permanente, que trascienda la jornada electoral y se convierta en compromiso diario.

La política nos concierne a todos. El no involucrarnos nos condena a repetir los errores del pasado. Participar, en cambio, nos abre la puerta a decidir el rumbo de nuestro estado. Nuevo León tiene la energía, el talento y la voluntad de su gente para lograrlo.

Hoy, más que nunca, toca alzar la voz, involucrarse y hacer equipo. Porque si no participamos, otros decidirán por nosotros. Y porque cuando la ciudadanía y el gobierno trabajan juntos, las transformaciones dejan de ser promesas y se vuelven realidades.