¡Qué frase tan romántica! Admitiré que es de mis favoritas… De no ser porque respiro ese aire y siento que en la ciudad en la que vivo, ¡es mortal! De hecho, sin ser la única, comienzo a estornudar, a sentir que tengo que inhalar más profundo y que me cuesta ver en la lejanía de esa “nata” denso color gris que nos impide visualizar con claridad el horizonte. Pero descubrí que sí, que no es una percepción personal, sino un grave problema de salud pública que está siendo mal atendido tanto en la prevención como en la reacción.
Es momento, en que poco sabemos qué es lo que tenemos que hacer ante la crisis ambiental que esta mala calidad del aire representa. Aunque los gobiernos están obligados a proveernos información, no toda la población se mantiene enterada. O no todos entendemos que esto está íntimamente relacionado con enfermedades cardiovasculares o que es altamente probable que tenga que ver con nuestras alergias y otros malestares respiratorios que no se quitan con cualquier dosis o con las frecuentes visitas al médico.
Algunos grupos de organizaciones de la sociedad civil están presionando para que se entregue la información completa. Hasta ahora, tampoco estamos tan en el “hoyo” como hace algunos años. Al menos ahora contamos con un semáforo que podemos consultar en diferentes sitios de Internet gubernamentales, así como la difusión en medios de comunicación masiva.
Pero, más allá de eso, ¿nos acostumbraremos a vivir así?, sobre todo, ¿a sabiendas que los costos de estas enfermedades o molestias derivadas las pagamos nosotros? Es difícil el panorama que presentamos.
Porque aún con esa entrega de datos, de poco sirve conocer que este día o tal otro día está más o menos contaminado, si no estamos haciendo algo para que las condiciones de contaminación del aire no condicionen nuestros hábitos o que sólo sean mero conocimiento de las razones que incrementan nuestros malestares físicos.
Si son las padreras, los autos; si es la conglomeración de personas; si es la falta de ética de las empresas; si es la inacción de los gobiernos… Lo cierto es que tendríamos que estar exigiendo que cualquiera que sea responsable de contaminar y agravar la situación que nos deja vulnerables ante escenarios adversos, sea castigado o sancionado como debería ser.
Nuestra vida es valiosa, respirar es uno de los actos mecánicos menos apreciados porque no es visible, sin embargo, de eso se sostiene los cuerpos humanos. Dicen que somos lo que comemos, pues para variar también somos lo que respiramos. Si eso que estamos respirando es de mala calidad, imaginemos sus consecuencias. ¿Qué es lo que se tiene que hacer? Primero, que nos cambien el sistema de monitoreo que es arcaico y fuera de los estándares internacionales. Esta proeza no sólo es para el estado de Nuevo León sino para el país. Es decir, que esta medición no tiene precisión, por lo tanto, lo primero es eso. Pero lo segundo tiene que ver con que tanto gobiernos como empresas tendrían que estar haciendo reglamentos y lineamientos de lo que se puede hacer o mejorar para dejar de contaminar. Así como programas de reacción desde las secretarías de salud pública que son los primeros que atienden pacientes con diversos síntomas relacionados.
Además, de los castigos o incentivos para las conductas que favorezcan la calidad del aire. Nosotros, tendríamos que ocuparnos de mantener el tema como prioridad y vigilarlo desde cada una de nuestras trincheras. Que la mala calidad del aire no discrimina. Sus costos elevados son para todos. No, no quiero el aire que respiro. Ni que seas el aire que respiro, si no es el aire que asegura o garantiza mi salud y la de los habitantes de esta ciudad.