A punto de vivir el último tercio de la gestión presidencial más gris de los últimos años, la incertidumbre entre los actores políticos de México es tanta, que no se sabe a ciencia cierta que le depara al país en materia económica, política y social. El que sí sabe perfectamente que papel jugará en sus últimos suspiros es Enrique Peña Nieto.
Decidió olvidar su jefatura de Estado, se resignó a aceptar que es el presidente con peor nivel de aprobación entre los mexicanos, que sus reformas estructurales han quedado estancadas y que, sin temor a afirmarlo, ya no tiene nada más qué hacer para el país.
A cambio, ha decidido jugar su última carta. Esa carta que representa utilizar toda la estructura presidencial en favor del partido que lo impulsó a ser presidente de México, vaya descaro, en plena función de máximo jefe de Estado ha decidido pronunciarse abiertamente en favor del Partido Revolucionario Institucional.
Lo hace por dos factores principales:
- La lejana posibilidad del PRI de conservar la presidencia de México en el 2018, gracias a su inestable gestión y a su cúpula de gobernadores corruptos.
- Ser ex presidente de México sin la protección de su partido y con tantos escándalos de corrupción sin explicar, sería un suicidio político.
Se está haciendo costumbre el buscar protegerse un par de años antes de culminar las administraciones repletas de escándalos, casos de corrupción y poca gobernabilidad. Lo hacen a la vieja usanza, utilizando todos los recursos de México a fin de posicionar un candidato a modo, de esos que lejos de esclarecer los saqueos al país, optan por dar carpetazo final y dejar a sus jefes absueltos de todo.
Del “Saving México” al “necesitamos al PRI unido”, si esto pasara en otros países sería un escándalo nacional, pero pasa en México, el único lugar donde los políticos y los medios de comunicación parten el pan en la misma mesa, lo comen juntos y después se “separan” para mantener el protocolo.
El juego ya está definido, el PRI comienza a entender su rol en las elecciones del 2018 y el presidente plantea utilizar su último tercio de gestión para abonar a esos fines.
La elección está prácticamente perdida para ellos, y no tengo duda que buscarán negociar con el posible ganador; ayudarles a ganarla fácil a cambio de protección a los descarados casos de corrupción, de esos casos que son más comunes de lo que pensamos.
La pregunta es: ¿con quién buscarán negociar? La respuesta comienza a ser muy clara. Salvar el Titanic, la última y única meta del presidente.
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