Hablemos de hábitos. En las columnas anteriores nos concentramos en algunos mitos de la planeación urbana, el mercado e infraestructura. Pero, ¿qué pasaría si viviéramos en la Ciudad de nuestros sueños y resulta que un día “por obra y gracia” tenemos la mejor infraestructura, planeación urbana y un mercado activo hacia la construcción de ciudades de escala humana? Imaginemos…
Difícilmente esa ciudad podría ser sostenida en el tiempo si no cambiamos nuestros hábitos urbanos. Eso no quiere decir que todo el cambio esté en uno, pero sí que necesitamos hacernos corresponsables desde nuestros ámbitos privados como la familia, la escuela o las empresas para generar otras costumbres, dinámicas y cultura social que lo permita.
Hay hábitos muy sencillos que podemos hacer y que si impactan en mover el mercado porque somos consumidores en el sistema capitalista en que vivimos; y sí tienen una resonancia significativa en las exigencias hacia el Estado, que con sus políticos, funcionarios e instituciones respectivas son los legalmente responsables del diseño e implementación de proyectos públicos como regulación y vigilancia de proyectos privados. Claro, esto porque somos también habitantes con derechos.
Sin embargo, es un mito que pensemos que la responsabilidad de hacer la Ciudad recae única y exclusivamente sobre los “dueños” de ese mercado o los responsables en el Estado.
La obligación moral que sí depende del individuo tendría que hacernos actuar en la vida cotidiana para promover los cambios en hábitos más importantes que representan la transformación urbana del futuro.
“La gente no camina”, pues camine más porque de hecho aunque se tenga auto en casa, todos caminamos.
“La gente tira basura”. No sólo no la tire, aprenda a autoeducarse en su consumo, reciclaje, reuso y separación de residuos.
“La gente da moches para sus trámites en las oficinas de desarrollo urbano”. Intente no alimentar a la burocracia que vive de ese monstruo llamado corrupción.
Porque si enuncio más ejemplos nos daremos cuenta que no se trata de “la gente”, sino de nosotros. De lo mucho o poco que podemos contribuir para hacer una ciudad en donde está garantizada la calidad de vida colectiva tanto como la dignidad humana.
Es un mito que lo que se hace en lo privado no genere una consecuencia en lo público, porque el entramado urbano territorial es el hogar público llamado Ciudad.