“Yo no quería creer que hubiera traicionado a su compañero de toda la vida. Bueno, la política es eso, abrirse camino entre cadáveres.”
Mario Vargas Llosa, La fiesta del chivo (2000)
En México, como en gran parte de Latinoamérica, el deporte se ha convertido más en un campo de batalla político que en una actividad física. En nuestro país, el deporte está atrapado en un ciclo vicioso de egos e intereses, resultando en un abandono sistemático que ha frenado significativamente su avance en las últimas décadas.
Hablar de políticas públicas en el deporte implica debatir sobre la inversión en la salud corporal de la sociedad, la cual, a largo plazo, impacta positivamente en el deporte de alto rendimiento. Invertir en el deporte en México puede enfocarse en la promoción de la cultura física o en el desarrollo del alto rendimiento, caminos paralelos que, aunque distintos, no son disociados.
El verdadero obstáculo
El alto rendimiento deportivo en México está compuesto por federaciones deportivas y el Comité Olímpico Mexicano, todos subsidiados por la CONADE (Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte), presidida actualmente por Ana Gabriela Guevara. Ser un atleta de alto rendimiento en México no solo requiere destacar en su disciplina, sino también ser un experto en relaciones públicas, marketing y obtención de subsidios. Los atletas deben superar a los entes reguladores, cuyos escándalos y luchas por recursos son una constante en su vida diaria.
El bienestar del sector deportivo y su éxito depende en gran medida de las acciones (o su falta) del ente público. El deporte ha sido uno de los sectores más perjudicados en la asignación de presupuesto. Durante este sexenio, el presupuesto de la CONADE se ha reducido a menos de la mitad, pasando de un promedio anual de 4.9 mil millones de pesos a solo 2.3 mil millones. Este recorte ha afectado las becas para deportistas de alto rendimiento, reduciéndolas en más del 40%, y la atención a prospectos deportivos sigue siendo deficiente.
La detección y atención de talentos deportivos también se ha deteriorado, con una reducción de 3,182 en 2018 a solo 2,477 en 2019. El número de becas otorgadas a deportistas se ha reducido en un 45%, de un promedio anual de 2,299 a solo 1,269. El apoyo a federaciones deportivas se ha reducido en un 23%, pasando de un promedio anual de 468 millones de pesos a solo 361 millones. Organizaciones como el Comité Olímpico Mexicano y la Federación Mexicana de Natación han sufrido recortes del 90% y 88%, respectivamente.
Lograrlo… a pesar de México
Ser un deportista de alto rendimiento requiere más que talento. Implica sacrificar alternativas tradicionales de vida, dedicarse profesionalmente a un deporte desde la infancia, renunciar a una vida social y, en muchas ocasiones, buscar maneras de financiarse, apostando todo por alcanzar el éxito y compensar años de sacrificio, con el gran riesgo de no lograrlo.
Este obstáculo se agrava si el deportista tiene la fortuna de representar a México. El deporte mexicano está infectado por la corrupción, una enfermedad endémica de la política mexicana. Las instituciones deportivas son insuficientes y están contaminadas por la podredumbre de sus representantes. Los deportistas deben sobrevivir sin el apoyo necesario. “Nos dan lo mínimo indispensable”, argumentan las medallistas olímpicas de Tiro con Arco en París 2024. “No voy a agradecer por darnos de comer”, comentó una de ellas.
El sistema las ha obligado a buscar otros medios para solventar sus gastos de entrenamiento y competencias internacionales. Tal es el caso del equipo de nado sincronizado, quienes terminaron vendiendo trajes de baño para cubrir sus gastos, logrando colocarse entre los 10 mejores equipos del mundo. “Por mí que vendan tupperware”, contestaba Ana Gabriela Guevara.
Las federaciones que manejan el dinero de los deportistas también están envueltas en escándalos. La Federación de Natación, por ejemplo, ha desviado millones de pesos, coaccionando a deportistas y otros líderes. El Comité Olímpico Mexicano no ha podido justificar 27 millones de pesos en gastos del ciclo Olímpico actual. La problemática es compleja y no hay dónde esconderse. Ni la CONADE ni las federaciones ofrecen una solución.
Cuando los atletas luchan no solo contra sus rivales en la competencia, sino también contra un sistema plagado de corrupción y negligencia, la ilusión de ganar medallas se ve empañada. Los logros deportivos se convierten en medallas que, en realidad, llevan el nombre de políticos que capitalizan el éxito ajeno. ¿Hasta cuándo nuestros grandes atletas soportarán este peso? ¿Nos quedaremos sin la ilusión de ver a nuestros deportistas triunfar y sin ganas de competir por nuestro país?
Cada vez veo más complicado que se logre algo trascendente en nuestro deporte, pero tampoco veo un verdadero cambio acercarse a nosotros. El deporte mexicano necesita transparencia y un riguroso seguimiento del presupuesto. Debe ser accesible para todos, con rendición de cuentas y espacios de participación. México requiere una reestructuración profunda para garantizar el uso eficiente y transparente de los recursos, priorizando la inversión en infraestructura y en personas. El deporte de élite debe ser un trabajo digno, con reglas claras que permitan a los atletas vivir de él, aspirando a llevar el nombre del país a lo más alto en la historia.