Como revisamos en el artículo anterior, la obesidad es causada por muchos factores (genética, neuroquímica, hormonal, metabólica, celular, psicológica, social y cultural). Revisamos también la importancia de abordar el problema de una manera completa, y no sólo enfocarnos en el manejo del sobrepeso. Como se mencionó anteriormente, las dietas enfocadas en el peso, en restringir las calorías, son dietas con un alto porcentaje de falla y provocan un desequilibrio metabólico con severas consecuencias para la salud de las personas que se someten a ellas.
La obesidad constituye uno de los principales “estigmas sociales” de la actualidad con una marcada repercusión a nivel psicológico individual. Si bien la obesidad no es, en sí misma, un trastorno psiquiátrico, si es una condición que se acompaña en muchas ocasiones de trastornos psicológicos muy importantes.
Los principales trastornos psicológicos que acompañan a la obesidad son el estrés crónico, la ansiedad y la depresión; sin embargo, no son los únicos ni es sencillo su abordaje. La “estigmatización” de las personas con sobrepeso les reduce sus oportunidades de empleo y educación, esta discriminación de la que son objeto tiene un fuerte impacto en su autoestima.
Esta “cultura de la imagen corporal”, sin embargo, nos envía muchos mensajes contradictorios entre sí; por un lado nos dice que debemos cuidar nuestro cuerpo y por el otro nos envía el mensaje de que nuestro cuerpo es nuestro enemigo, y que debemos controlarlo a toda costa para mantener ciertos parámetros de tallas, volumen y peso.
Desde principios del siglo XX se “institucionalizó” la cultura del cuerpo bello, inicialmente en los Estados Unidos, y posteriormente en la mayor parte del planeta. Esta “cultura de la imagen corporal”, sin embargo, nos envía muchos mensajes contradictorios entre sí; por un lado nos dice que debemos cuidar nuestro cuerpo y por el otro nos envía el mensaje de que nuestro cuerpo es nuestro enemigo, y que debemos controlarlo a toda costa para mantener ciertos parámetros de tallas, volumen y peso.
Esta frase tan común nos revela mucho de la realidad que enfrentan día a día las personas que padecen el sobrepeso, describe un trastorno psicológico llamado hiperfagia al estrés: la ingesta excesiva de alimentos no relacionada con el hambre.
Esta ambivalencia de información tiene un grave impacto social. Las personas se sienten culpables cuando sus medidas y peso se encuentran fuera de los parámetros establecidos. Existen un sinfín de anécdotas de personas que dicen: “Yo sé que comer tanto dulce me hace daño, pero no puedo dejar de comerlo porque me hace sentir bien”. Esta frase tan común nos revela mucho de la realidad que enfrentan día a día las personas que padecen el sobrepeso, describe un trastorno psicológico llamado hiperfagia al estrés: la ingesta excesiva de alimentos no relacionada con el hambre. La hiperfagia al estrés es una conducta común de las personas con obesidad, y es derivada de esta cultura contradictoria de la que hablamos. Por un lado las personas viven angustiadas por padecer el sobrepeso, y su vía de escape es ingerir más calorías para buscar aliviar su ansiedad, volviendo de esta manera la acción de comer en un “autocastigo” a su propio cuerpo.
Los padres de familia que tienen hijos con este problema sufren una gran ansiedad por sentirse con la responsabilidad de la salud de sus hijos, y frecuentemente se equivocan en la estrategia que toman para que sus hijos mantengan un peso saludable. Al intentar mantener delgados a sus hijos se enfocan en restringirles los alimentos y, muy comúnmente, culparlos por su sobrepeso. Lo único que logramos al intentar poner “mano dura” o “disciplina” de esta manera es generarles más ansiedad a niños o adolescentes que seguramente están padeciendo ya mucha ansiedad. El exceso de disciplina puede complicar mucho a los menores el salir de su problema de salud, e incluso llevarlos a padecer severos “trastornos alimenticios” que son muchas veces de más graves consecuencias para la salud que el mismo sobrepeso.
Lo único que logramos al intentar poner “mano dura” o “disciplina” de esta manera es generarles más ansiedad a niños o adolescentes que seguramente están padeciendo ya mucha ansiedad.
En el manejo del sobrepeso los criterios de éxito deben contemplar no sólo la reducción de peso como producto final, sino que como un proceso continuo con resultados positivos en la calidad de vida, estilo de vida menos sedentario, integrando activamente el ejercicio, una mayor aceptación de su imagen corporal y un cambio de hábitos de alimentación, junto con una conciencia de enfermedad que conduzca a una evitar las recaídas, tan frecuentes en este proceso, pero que no significan obligatoriamente un fracaso absoluto del tratamiento.
El próximo viernes trataremos, es este espacio, más ampliamente los “trastornos alimenticos”, su gravedad y su impacto en nuestra sociedad.
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