En los pasados días trascendió el comunicado oficial de la directiva del Planetario Alfa donde anunciaban su cierre definitivo. La noticia pronto se hizo viral y los mensajes de nostalgia y lamentación abundaron. Se ha rumorado que el futuro del Planetario y sus terrenos está en manos de grupos inmobiliarios, sin nada confirmado. Fundado en 1978, a iniciativa del empresario Roberto Garza Sada, en una exclusiva zona de San Pedro sirvió como estandarte de la difusión de la ciencia en Monterrey y un espacio único a nivel nacional por su observatorio astronómico y la famosa pantalla IMAX.
A lo largo de los años se volvió un referente de visitas escolares. Su aviario, las diversas exposiciones y salones interactivos fueron de amplio gusto por la comunidad local. El cerrar las visitas con un documental sobre naturaleza o cosmos en la pantalla IMAX era un clásico.
Ante la limitada oferta cultural de Monterrey, se mantuvo como el único museo en su tipo en la Ciudad y como uno de los más visitados. Sin embargo, con el paso de los años, el Planetario se fue relegando en el tiempo, no solo por los costos de la tecnología, también los gastos de conservación, en otros tantos.
Hoy, Alfa, propietaria del recinto, alude a la incapacidad de sostener financieramente al Planetario lo cual es entendible dada la situación actual. No obstante, es un recordatorio del abandono estatal a la difusión de las artes y la ciencia. Salvo Conarte, el Estado ha dejado en universidades y en la Iniciativa Privada la función de proveer espacios de esparcimiento artístico-cultural.
Los gobiernos electoreros y cortos de miras que hemos tenido en los últimos años saben que no genera votos este tipo de obras o acciones. Recordemos aquel Fórum Internacional de las Culturas que trajo el gobierno de Natividad González que fue un esfuerzo interesante de visibilizar a Monterrey ante el mundo pero estuvo plagado de irregularidades y de gastos fantasmas.
Planetario Alfa ya sea rematado en lotes o adquirido por un grupo para preservarlo, es una alerta seria de que Nuevo León no puede dejar en manos privadas, la voluntad, el financiamiento y la difusión de la cartelera científica-cultural. En primer lugar, porque no es su función y segundo, porque cuando al privado no le reditúa, no tiene por qué continuar. Se puede criticar de frivolidad a Alfa por anteponer su rentabilidad ante el sueño fundacional de Roberto Garza Sada; sin embargo, no hay ni siquiera obligación legal que ampare.
Nuevo León debe transitar a una expansión de las artes como parte de la currícula, de apoyo y complemento en la enseñanza en educación básica y sobre todo en temas de acceso para toda la ciudadanía, así como los parques y áreas verdes que mencionaba en la entrega anterior.
No podemos olvidar que el museo de arte más importante de la Ciudad, MARCO, también es de privados, así como distintos museos industriales.
¿Qué sigue? Esperar el destino del Planetario y ver si hay propuestas de reubicarlo. Un planetario a las afueras de la ciudad pudiera potenciar la cobertura de temas astronómicos que venía haciendo.
¿Qué estaría mal? Que algunos vivales buscaran que el Estado compre el Planetario Alfa dada la contingencia, aunque difícilmente esto pasará.
¿Qué nos queda por hacer? Fortalecer la cultura de ir a visitar museos y principalmente de exigir más y mejores espacios. La nostalgia por el Planetario es muy linda, sin embargo, necesitamos apoyar lo poco que nos queda en la Ciudad, de buenos deseos no se financia nada.
Finalmente, Monterrey, con la pérdida de Planetario Alfa, pierde competitividad en la difusión y promoción de la ciencia y un referente a nivel nacional. No hay que olvidar, sin ciencia y arte no hay educación de calidad para todas y todos.
Lo dicho, dicho está.