Las elecciones 2020 por la presidencia de Estados Unidos, aunque todavía están a meses de distancia, se sienten más cerca que nunca. El arranque del lunes, con los dos caucus en Iowa, marca el inicio de una nueva etapa en la contienda; un inicio donde el caballo ganador salió, o al menos eso se percibe, con más ventaja de la esperada.
Al momento de la redacción de este artículo, el escrutinio del caucus Demócrata continúa en un 71% y tiene, en una especie de empate técnico, a Buttigieg (26.8%) y Sanders (25.2%), dejando a Warren (18.4%) en tercer puesto y con un doloroso resultado para Biden (15.4%); un resultado que contrasta mucho con lo vivido en el último debate demócrata, donde Warren y Sanders acapararon los reflectores pero terminaron por desgastarse entre ellos.
En cambio, en el patio de enfrente y sin salirse de la línea, los Republicanos están seguros de que Trump es el candidato: el 97.1% fue para Trump y el restante dividido entre Bill Weld y Joe Walsh; las últimas dos candidaturas entendidas netamente en clave protocolaria sin ningún tipo de propósito más allá de justificar las dinámicas de voto.
Para los Demócratas, lo que representaba un nuevo aire y la conexión con su espíritu y raíz más democratizadora se convierte en parte de la pesadilla del recorrido. Los fallos con la aplicación, la demora en los resultados oficiales (y los extraoficiales que algunos sacaron) y las dudas sobre si el método es mejor, seguramente son ya parte del argumentario de los del GOP para que el presidente lo utilice en uno de sus próximos tuits. “Si ni siquiera son capaces de organizar un caucus, ¿cómo podemos esperar que lideren nuestro bello país?”
Es cierto que hay que esperar a que sucedan el resto de los encuentros y que puede que tan sólo se trate de un tropiezo, pero lo que es innegable es que el daño mediático ya está hecho. La percepción de desorganización hacia el interior del Partido Demócrata contrasta fuertemente con la solidez de los Republicanos que, para poner un poco más las cosas en perspectiva, claramente la tienen mucho más fácil: es Trump, o nadie. La falta de claridad entre la decantación por un único candidato y el desgaste en los hasta ahora siete debates internos contrasta con una figura que se convierte cada vez más en una barrera impenetrable; en alguien capaz de sobrevivir hasta a un impeachment sin apenas tambalearse.
Eso sí, el golpe certero en el State of the Union de Pelosi mantiene a flote a los Demócratas. La frialdad de romper el discurso del presidente justo en el momento en que termina el acto es sin lugar a duda un elemento comunicativo muy poderoso, tanto que prácticamente se llevó las portadas a nivel mundial. Seguramente desde la retórica republicana se pondrá énfasis en los momentos en los que, tanto azules como rojos, aplaudieron al presidente.
El reloj de arena ya se volteó y la carrera se intensifica cada vez más. Cada detalle, cada palabra y cada error se vuelven más decisivos. Esta semana, el gran ganador es Trump. “Divide y vencerás”, dicen por ahí.