Mucho se ha dicho en redes sociales y en diversos medios sobre la polémica invitación que hizo la CONAPRED al influencer y comediante Chumel Torres para que participara en un foro de racismo y discriminación y que terminó convirtiéndose en un escándalo que motivó la renuncia de la titular del organismo.
Más allá de dar una postura sobre si tal personaje debería o no participar en un foro sobre ese tema, lo que quiero es reflexionar sobre un punto que nadie ha tocado. Los derechos del hijo del Presidente y la primera dama. El jovencito de nombre Jesús Ernesto con apenas 13 años que desde la campaña del 2018 ha recibido ataques e insultos constantes por buena parte de quienes no simpatizan con su papá.
En su afán por cuestionar o incluso abiertamente golpear al Presidente sus adversarios se han pasado de la raya. Meterse con el hijo menor de alguien, así sea el de una figura pública, es algo grotesco e inmoral. Pero lo más grave es que esos ataques terminan por tener un impacto negativo en la vida de una ser humano cuyo único pecado es ser hijo de su papá.
Si nos detenemos a pensarlo resulta imposible que esos insultos se queden en las redes sociales y no aparezcan en la vida diaria de este pequeño joven. Que no sea señalado por otros chicos y chicas de su entorno con los apodos y calificativos que le dirigen en redes sociales.
Sin deberla ni temerla este joven tiene que aprender a vivir siendo objeto de burlas y toda clase de insultos clasistas y racistas. Me pregunto como reaccionarían quienes en nombre de la libertad de expresión lo atacan de esa manera si fueran sus hijos quienes enfrentan una situación similar.
Y no, no estoy defendiendo al Presidente, estoy defendiendo a un niño, a un jovencito que tiene la misma edad que mi hija y quien también, al igual que él, ha tenido que lidiar con el peso de ser hija se una figura pública. Que también ha tenido que aguantar la ira de quienes no simpatizan o concuerdan, la mayoría de las veces sin siquiera conocerlo, con su papá.
Habrá quién diga que ese es el precio de ser una figura pública, pero en estos tiempos cualquiera que tenga una cuenta de redes sociales se expone al escrutinio público y si bien los adultos saben a lo que se meten, los niños NO e insultarlos es una línea que no debemos permitir a nadie cruzar.
Así que no nos equivoquemos. Nada justifica que nadie ataque al hijo menor de nadie. Cuando un niño “bullea” a otro se le llama bullying, pero cuando un adulto “bullea” a un niño se convierte en un acosador, aún y cuando quiera esconderlo como libertad de expresión.