Hay una frase que se generó durante la segunda ola del feminismo que expresa “Lo Personal es Político”. Esta busca establecer que lo que sucede en los ambientes privados, en nuestras experiencias personales, es un reflejo de las estructuras sociales, políticas, y culturales en las que nos encontramos inmersas. Ayer vimos un claro ejemplo de esto ante las desafortunadas declaraciones del Senador Samuel García dirigidas hacia su esposa, la influencer Mariana Rodriguez.
Samuel y Mariana son una pareja peculiar en el sentido que nos invitan a ser expectadores de su vida diaria. Ambos estando constantemente bajo el escrutinio publico. Esto claramente debido a las profesiones y estilo de vida que han decidido tener y seguir. Constantemente nos invitan a su espacio privado e intimidad como pareja, queramos o no somos audiencia cautiva puesto que su vida esta expuesta en redes sociales, en las noticias, y en la radio. De una forma u otra nos enteramos de lo que les sucede, siendo sus vidas orquestradas para entretener y generar una base de seguidores mientras se intenta balancear con el ser servidor público dentro de la política de nuestro país.
Los comentarios que hace el Senador, con justa razón han generado indignación y críticas. Demuestran diferentes formas de violencia que se ejercen en contra de las mujeres mexicanas a diario. Frases por las que el Senador Samuel ha hecho un intento de disculpa, tanto por tweets como por videos. En estas justifica su actuar bajo un umbral de “bromas machistas” que él mismo califica como estúpidas y retrogradas al reconocer el error de sus comentarios. Sin embargo intenta minimizarlos bajo su actuar político en favor de las mujeres y los “mil actos de amor que se derrumban con una frase estúpida”. Ignorando así el problema que se tienen en el fondo; la normalización de la violencia de género en contra de las mujeres y estrategias de dominación ejercidas en contra de las mismas.
Y ese es justo el problema. No el hecho en sí de los comentarios que ha hecho el Senador, que claramente son reprochables, sino la naturaleza y normalidad con las que se hicieron. El tono serio y la seguridad con las que se dijeron. El hecho de que claramente no se arrepiente por lo que dijo, sino por el efecto que sus mismas palabras han tenido en contra de su imagen pública. El hecho de que no es el único hombre que de forma denigrante se refiere a las mujeres dentro de su vida como si fuesen de su propiedad. El hecho de que no es el único hombre que, en mayor o menor medida, ha buscado ejercer control sobre las mujeres, particularmente sobre la autonomía tanto corporal como de identidad personal o pública, de aquellas que consideran como suyas.
Nuestra cultura es profundamente machista. Vivimos en un país que tiene sobrenormalizada la violencia, y la violencia con razón de género es una de las más arraigadas socialmente. Hombres y mujeres replicamos en nuestro hablar y nuestro actuar esta violencia de forma constante. Ayer toco presenciarlo en una relación que es extraordinariamente pública, es un espejo de lo que sucede a puerta cerrada en miles de relaciones mexicanas.
La igualdad de género, como concepto, es ondeada por varios como bandera política y de postura para buscar agradar a un gran porcentaje relevante de la población. Hemos visto esto a nivel local y federal con representantes justificando su actuar en “la defensa de las mujeres” y aprobando normas redactadas a medias, haciendo propuestas apresuradas, y sin entender cuestiones de género. Muchas veces estas normas inclusive terminan afectando de forma negativa a las mujeres. Por que para muchos políticos la redacción y publicación de estas normas se traducen en apoyo electoral y material para las siguientes campañas, no en herramientas necesarias para garantizar la dignidad y los derechos de las mujeres. Pero de nada sirven leyes, por mejor redactas y completas que estén, si nuestras actitudes como sociedad no se modifican, si no hay un cambio profundo cultural en relación al trato hacia las mujeres en nuestro país. Hasta que no entendamos que lo personal, es claramente político, y que nuestro actuar tiene efectos más grandes de lo que podemos visualizar.