La situación que está viviendo Nuevo León y el México en esta guerra contra el coronavirus plantea múltiples retos.
Uno de los más importantes es, sin duda, la educación de nuestros hijos.
Un mes después de que se suspendieran las clases presenciales en los diferentes niveles educativos y tras el receso de semana santa, los maestros de todo México arrancan el último tramo del ciclo escolar con el objetivo de cumplir con el programa educativo.
Ante todo tenemos que reconocer que en esta situación sin precedentes una vez más los maestros y maestras de México han demostrado porqué son de lo mejor que tenemos.
Si alguien cercano a ti, una familiar, amigo o conocido es maestro o incluso si tienes el orgullo de pertenecer a este gremio.
Coincidirás conmigo en que el trabajo NUNCA termina en el aula y que por el contrario esta noble labor se vive todos el tiempo, todos los días.
Hoy además somos testigos de su dedicación, compromiso e ingenio para cumplir con su misión de educar a nuestros hijos.
En un estado, un país, una economía, una población cuya vida diaria no está digitalizada educar a distancia implica un enorme desafío.
Quienes somos padres de familia tenemos que entender algo. No podemos dejar solos a los maestros y hoy más que nunca tenemos que asumir la educación escolar de nuestros hijos con responsabilidad compartida.
Para que el esfuerzo de nuestros maestros y maestras rinda frutos nosotros como padres tenemos fomentar en nuestros hijos responsabilidad y disciplina.
Si en circunstancias normales la escuela asume también un papel de estancia o guardería, es IMPOSIBLE que cumpla con esa función ahora mismo.
Como padres nos toca establecer horarios, revisar planes e involucrarnos en las tareas de nuestros hijos.
La educación de los niños y niñas de Nuevo León y de México no puede, ni debe detenerse porque ella representa la inversión más importante para nuestro futuro.
Pero esta tarea es imposible de cumplir si nos hacemos equipo maestros, alumnos y padres de familia.