Hace un par de días se volvió penado impartir terapias para “curar” la homosexualidad en la Ciudad de México.
Me llené de sorpresa al ver que las terapias psicológicas con el objetivo de modificar la orientación sexual, la identidad o la expresión de género, siguen siendo utilizadas en México y en el mundo. Estas terapias causan un daño psicológico al agudizar la falta de aceptación de uno mismo y el sentimiento de culpa al pensar que hay algo mal que debe ser “curado”.
La terapia de conversión tiene un pasado interesante, puesto que ha sido históricamente practicada tanto por “profesionales” de la salud mental, como por miembros de comunidades religiosas que no cuentan con una certificación psicológica para realizar ejercicios de modificación de la conducta. En la actualidad, quien pretenda “curar” la homosexualidad o la elección de identidad/expresión de género, así como quien busque forzar a otro a recibirla, será penado con entre 2 y 5 años de prisión o hasta 100 horas de trabajo comunitario en la capital del país. Esto, debido a que quien la realiza o la consciente, se encuentra en proceso de violentar la libertad de identidad y de expresión de quien recibe la -así llamada- terapia de conversión.
La motivación para impartir esta terapia yace en la convicción moral-religiosa de que la homosexualidad o la identidad/expresión distorsionada del género (identificarse con el género opuesto o considerarse no-binario), es una particularidad rechazada por diferentes religiones alrededor del mundo e incluso digna de castigo. Habiendo dicho esto, es justo que intervenga el Estado en una práctica que se fundamenta en la desaprobación de la identidad humana según diversos sistemas de creencias.
La penalización de las terapias de conversión en la Cd. de México representa un paso importante en pro del respeto, la inclusión y la aceptación de la comunidad LGBTIQ+, como seres humanos en sociedad, puesto que prohíbe este intento por cambiar quienes son. La penalización debe verse como un puntero que invite a otros estados de la República a reformarse y trabajar por la construcción de una comunidad diversa pero inclusiva; ya que esto genera un ambiente seguro para el desarrollo de personas plenas.