El caso de la influencer sampetrina que denunció una situación en un antro del municipio más rico de Latinoamérica, donde a una amiga suya la drogaron, es el ejemplo local más reciente de cómo vivimos en una época donde las denuncias ya no son anónimas ni ante las autoridades: se hacen a través de las redes sociales.
Como personas, hay quienes prefieren guardar silencio ante situaciones de este tipo y hay quienes alzan la voz a través de una denuncia ciudadana en redes sociales. ¿Pero qué tan conveniente o productiva se ha convertido esta plataforma para este tipo de casos?
Hoy es tan común ver que tal artista, influencer, político (a), empresa e incluso ciudadanos comunes y corrientes enfrentan el escrutinio de las redes sociales y la solicitud de “cancelación” por parte de la comunidad digital.
Esos niveles de presión provocan en muchos casos una respuesta de parte de los acusados. Pululan los Lords y las Ladys, ciudadanos que cometen alguna infracción o ilegalidad o cuyo comportamiento simplemente denota el tipo de personas que son.
Es tan común que las redes sociales se usen para quejarse, que incluso los gobiernos dedican gran parte de sus esfuerzos para atender una queja digital, antes incluso que una queja personal o telefónica. La razón es muy sencilla, en redes todo es público y todo el mundo puede saber si algo sucede o no.
Retomando el caso de la influencer sampetrina, y solamente como ejemplo de lo que sucede en muchos otros más. Habría que preguntarse, ¿todo este ruido terminó en una denuncia? ¿En tomar acciones? O solamente se quedó como un evento de alto impacto que se visibilizó.
Ojo, con esto no busco minimizar que se alce la voz en redes sociales, pero estamos cayendo como sociedad en una trampa, creer que con denunciar de manera digital es suficiente.
Porque si al escrutinio vamos, la tasa de efectividad de denunciar en redes sociales puede llegar a ser la misma que al poner una denuncia en los canales legales conducentes.
Nos enfrentamos a la disyuntiva de denuncias de casos graves que no tienen solución versus denuncias de casos mediáticos que provocan mucho ruido, pero pocas nueces.
Es ahí cuando esta cultura de la cancelación se enfrenta al reto de cómo, como sociedad, podemos conseguir que algo que está mal se modifique, o que alguien que obra mal, enfrente el castigo correcto.
De lo contrario, la denuncia será muy visible, pero sin lograr algún resultado.