Década perdida y desconfiada

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Hoy cohabitamos y estamos activos al menos cuatro generaciones en simultáneo; los “Baby Boomers”, la “Generación X”, la “Generación Y”Millenials) y la “Generación Z”. Todos tenemos acceso a mucha información, sin embargo lo que todos tenemos en común es que nadie confía en nadie ni en nada y lo que es peor, tenemos intereses y estilo de pensamiento muy distinto.

Estudios recientes nos dicen que la confianza en las instituciones, ONG´s, la prensa, gobiernos y los partidos políticos está en su punto más bajo de credibilidad y lo que es peor, en todos los casos sigue disminuyendo año con año.

Son pocos los países que se escapan y están bien calificados, por ejemplo Singapur o algún otro que está bien calificado gracias al orden y respeto que se tiene a sus leyes. Lo más preocupante es que México, además de estar mal calificado (solo 1 de cada 4 mexicanos confían en el gobierno), sigue a la baja año con año y la tendencia no parece estar próxima a cambiar; de ahí el gran riesgo de ingobernabilidad.

Nuestra oportunidad de salir adelante como sociedad es a través de la participación ciudadana y la innovación social. Recientemente tuve la oportunidad de exponer en universidades públicas y privadas del área metropolitana de Monterrey y me llamó especialmente la atención el comentario de una alumna que destacaba la innovación social como una necesidad para transformar las nuevas generaciones de mexicanos.

La analogía más sencilla y que ayuda a entender el objetivo de esto es, imaginar la diferencia de visión que tenemos al usar lentes ya sea de sol o correctivos, son los mismos ojos, pero con una herramienta que nos ayuda a ver las cosas más claras. Lo que es cierto, es que nadie es dueño de la verdad y tenemos que aprender a construir juntos como sociedad.

Millennials, o, bolas aceleradas de frustración

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Quienes recientemente hayan visto la película “The Intern” (Pasante de Moda) con Robert De Niro y Anne Hathaway, seguro encontraron que los sacos que se vendían a través de “About The Fit”, a todos nos quedaron muy bien, pun intended.

La historia sobre el choque cultural de los baby boomers y los millennials en sus hábitos y expectativas profesionales toca terrenos muy cercanos, pero más la historia de nuestros deseos frustrados. À propos de recapitular quién es quién, los baby boomers son aquellos nacidos aproximadamente entre los años 1946 y 1964 quienes experimentaron una época de expansión económica y aumento del poder adquisitivo tras la Segunda Guerra Mundial. Los millennials somos (yo incluida, por supuesto) los hijos de los baby boomers, nacidos entre los años ochenta y 1995; conformamos más de un tercio de la fuerza laboral en muchos países (porcentaje que obviamente va en crecimiento), somos conocedores de las tecnologías y los que afortunada/desafortunadamente fuimos adoctrinados para pensar que somos capaces de cambiar al mundo. Consecuentemente, los millennials somos unos bultos frustrados y acelerados. Me explico…

La historia sobre el choque cultural de los baby boomers y los millennials en sus hábitos y expectativas profesionales toca terrenos muy cercanos, pero más la historia de nuestros deseos frustrados.

Las empresas hoy en día se encuentran en una batalla constante por atraer y mantener al talento millennial. Esto es real, ya que la mayoría de los jóvenes optamos por aquellas oportunidades que ofrecen un balance entre trabajo y calidad de vida, posibilidades de progreso, capacitación y desarrollo, a veces a costa de ganar más. Si nosotros creemos que podemos hacer una diferencia, sabemos que tenemos las herramientas y el know-how tecnológicos, necesitamos flexibilidad de horarios y espacios porque tenemos mucha movilidad y energía, y ante todo queremos sentirnos valorados y apreciados; el problema es éste: no encontramos oportunidades laborales en línea con nuestros deseos y potencial.

Las empresas hoy en día se encuentran en una batalla constante por atraer y mantener al talento millennial.

Para ejemplificar nuestra contienda, puedo relatar lo que me sucedió la semana pasada cuando asistí a una entrevista para una oportunidad de trabajo en una empresa multinacional, gigante y de mucho prestigio. Tras un vistazo a mi CV (que por cierto está hecho al pie de la letra de las recomendaciones de numerosos asesores vocacionales, reclutadores profesionales, amigos y familia), unas cuantas preguntas típicas sobre las expectativas de sueldo y demás detalles, se me dijo que “aquí entra la gente porque quiere crecer rápido, o sea, ganar dinero rápido”, y cuando expresé que mi meta a mediano plazo era la de concluir una maestría se me dijo que “aquí hay chavos que han trabajado y estudiado su maestría, y no te puedo explicar como se quejan de que ya no aguantan.” En otras palabras, se me dijo que el trabajo sería tan absorbente —de 8 a 8 nomás— que no me quedaría tiempo para hacer eso… ni ninguna otra cosa.

Así, a medida que la entrevista avanzaba y yo explicaba mis intereses y aspiraciones, que en resumidas cuentas tienen que ver con que mi trabajo tenga un marcado impacto social y que de preferencia tenga una posición de investigación, notaba que mi entrevistador iba cancelando mi potencial. Fui decorosamente “rechazada” por tener un propósito que va más allá del de sólo acumular capital estable en mi juventud. No bromeo cuando digo que el entrevistador utilizó las palabras “romperíamos tu corazón” al explicarme que oportunidades como las que yo busco no son posibles en esta empresa, ni en ninguna otra que él conciba. Lo que es más, eso que yo busco, independencia económica e impacto social a la vez, no es posible, que hay que hacer un trueque entre las cosas que deseamos. Y pensar que mi perfil en LinkedIn fue lo que los instó a buscarme. Creo que no pude reflejar con mucha claridad mis objetivos “hippies” y les hice perder su tiempo.

Así, a medida que la entrevista avanzaba y yo explicaba mis intereses y aspiraciones, que en resumidas cuentas tienen que ver con que mi trabajo tenga un marcado impacto social y que de preferencia tenga una posición de investigación, notaba que mi entrevistador iba cancelando mi potencial.

Esta discusión la he tenido muchas veces con mi familia, la de que no debería esperar que mis primeros trabajos sean en ninguna manera satisfactorios y que me estoy haciendo sonsa imaginando que un ‘proyectucho’ del tipo de la iniciativa de la sociedad civil, concebido en un Starbucks por unos cuantos jóvenes de mi edad pueda ser algún día autosustentable. ¿Mande? Por esto me han recomendado muchas veces buscar trabajo en la comedia, perdón, en el área de responsabilidad social de las empresas. ¿Cómo les explico que esos departamentos que supuestamente quieren hacer la diferencia trabajan bajo el mismo modelo que rechazamos los millennials?

Finalmente, estas discusiones con los baby boomers se vuelven absolutamente fútiles cuando se trata de alguien con mi perfil, una millennial internacionalista viviendo en un país en vías de desarrollo. ¡Ay, dolor! Debido a que los internacionalistas estudian a profundidad los problemas más complejos, persistentes y extendidos alrededor del mundo —la hambruna, el cambio climático, los conflictos bélicos en todas sus escalas, las desigualdades y las crisis económicas, los movimientos sociales, entre muchos otros— la necesidad millennial de hacer una diferencia es doblemente fuerte en mí. Sumémosle a estas circunstancias el vivir en un país cuyo ambiente emprendedor/startup es a lo sumo… ¿incipiente? Y con tanta necesidad social, conformo entonces el perfil más frustrado de los frustrados de nuestra generación. ¡Ah! Y soy a la que llaman la “intensa” de mis hermanas, pa’ terminarla de acabar.

Eso sí, creo que los millennials, más que frustrados y acelerados, estamos algo asustados, pues constantemente tratamos de darle sentido a lo transitorio de nuestra existencia.

Eso sí, creo que los millennials, más que frustrados y acelerados, estamos algo asustados, pues constantemente tratamos de darle sentido a lo transitorio de nuestra existencia. Sabemos que los modelos económicos y laborales están cambiando, sabemos que aún habiendo crecido de la mano de las nuevas tecnologías, éstas nos van a lograr superar y que hay una tremenda necesidad de estar a la vanguardia. Sabemos que gozamos de más opciones y libertades que nunca, no sabemos si querremos hijos o un matrimonio estable. A final de cuentas ¿qué significa todo eso hoy por hoy? Así que mamá, papá, sorry, no se trata de una angustia adolescente extendida, se trata de que me toca hacer esfuerzos extra para encontrar aquellos ‘proyectos’ (ya no les llamaré oportunidades laborales) de los cuales me pueda enamorar.

A final de cuentas ¿qué significa todo eso hoy por hoy? Así que mamá, papá, sorry, no se trata de una angustia adolescente extendida, se trata de que me toca hacer esfuerzos extra para encontrar aquellos ‘proyectos’ (ya no les llamaré oportunidades laborales) de los cuales me pueda enamorar.

Batallaré un poco más de lo que esperaban para encontrar el medio que me vaya a hacer más independiente y feliz. Disculpen que lo que ustedes dicen que tengo: “una carrera, hablas inglés y sabes usar la computadora”, no es ni remotamente suficiente para lo que ustedes me criaron ni para el acelere del mundo de hoy. Eso sí, no duden de que en medio de todo el caos, los millennials seguiremos sorprendiendo, a nosotros mismos también.

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