Sin ánimo de parecer una radical que critica el sistema y lejos de considerarme afín a algún partido político en particular, es triste lo que acontece en Coahuila. Cuando pensamos que lo hemos visto todo y que la corrupción y el sistema no pueden estar peor y que después de tantos años de fraudes algo hemos aprendido, o cuando creemos que la sociedad despierta y busca un cambio, cuando la indignación es tan grande que nos permite imaginar la luz al final del camino nos volvemos a topar con pared. Testimonios de personas cercanas que se han involucrado directamente en el proceso, que intentan “participar”, porque ni eso se les permite, narran la porquería en la que se encuentra inmersa el Estado de Coahuila, lo describen literalmente como un mugrero.
– No hay quien nos respalde, nos defienda o nos brinde apoyo ante las injusticias y las irregularidades en la votación y en el conteo de las actas, la policía esta coludida y nos ignora al igual que el Instituto Electoral de Coahuila. No atienden nuestras denuncias, vemos como se cuentan actas que no tienen marcado a ningún candidato y se contabilizan a favor de PRI, como desfilan frente a nuestros ojos las boletas falsas y todas las evidencias del fraude electoral y nadie hace nada. No se nos permite ingresar como observadores para validar el conteo de las actas, se nos trata con desprecio por buscar la verdad y señalar a quienes se burlan de nosotros con semejante descaro. No se nos permite siquiera la entrada al baño, todo esto con el afán de que desistamos. Yo estoy cansado de la injusticia de la que somos víctimas y he decidió luchar y no dejarme amedrentar, pero ese soy yo ¿Cuántos más como yo hacen falta que seamos escuchados? ¿Cuántos más están dispuestos a pelear y a sacrificar en pro de la justicia? – .
Después de todo, lo que sucede en Coahuila es solo el reflejo de México. Quizá marchar por unas cuantas horas, en algunas ciudades, y escasos ciudadanos no sea suficiente y el mensaje que mandamos como sociedad no está siendo claro. Quizá sea momento de reflexionar y hacernos consientes que si podríamos estar peor, y si seguimos dejándonos pisotear de esta manera tan brutal y descarada, lo estaremos. Quizá ya va siendo hora de darnos cuenta que la lucha es de todos y no solo de algunos cuantos, que las consecuencias de la apatía social y el desinterés repercuten en todos los niveles de la sociedad y nadie estamos exentos.