Una Doble Victoria: Apuntes sobre Activismo Ciudadano Espiritual

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En tu condición de ciudadano(a):

1. ¿Adviertes la necesidad de mejorar la democracia en México?

Recorre esta última semana, y pregúntante qué tanto viste a cada persona con la que interactuaste como un “legítimo otro” con una historia y una voz que merecen ser escuchadas, respetadas y tomadas en cuenta, desde el reconocimiento de su plena dignidad.

2. ¿Te consideras a favor del combate a la corrupción en nuestro país?

Revisa por un instante si en el último año obtuviste algún beneficio personal al “brincarte” algún proceso, ley o norma; algo que permitiera que te “salieras con la tuya” sin que realmente consideraras cómo afectaste a los demás con esa medida, sencillamente para “hacerte la vida más fácil”.

Revisa por un instante si en el último año obtuviste algún beneficio personal al “brincarte” algún proceso, ley o norma

3. ¿Crees que en México se necesita promover más activamente la paz para acabar con los índices tan elevados de violencia?

Nuevamente te invito a reflexionar si, para empezar, has reconocido la propia agresividad que hay dentro de ti ¿la notas? Quizás cuando estás en el auto o en el camión, en el trabajo o en la casa. Son esas semillas de ira, enojo y odio las que carcomen nuestra capacidad de estar en paz con quien realmente somos y con quien realmente queremos llegar ser como individuos y sociedad.

Entre lo obvio, evidente y casi automático que a muchos de nosotros nos pueden parecer las respuestas a las primeras preguntas y lo incómodo, sorpresivo y hasta vergonzoso que nos pueden parecen sus respectivas indagaciones reflexivas, yace una doble victoria que podemos conquistar en nuestra condición de ciudadanos.

Entre lo obvio, evidente y casi automático que a muchos de nosotros nos pueden parecer las respuestas a las primeras preguntas y lo incómodo, sorpresivo y hasta vergonzoso que nos pueden parecen sus respectivas indagaciones reflexivas

La primera victoria es personal, se da en el terreno de nuestra integridad interior y consiste en reconocer que muchas de las banderas tan comunes que se enarbolan en nuestras narrativas políticas (piensen en democracia, paz, justicia, transparencia o equidad) tienen una dimensión interior, nada sencilla de cultivar, que demanda un franco proceso de desarrollo humano en nuestra condición de ciudadanos(as). Antes de criticar el estado de la democracia en nuestro país, vuelca la mirada hacia tu interior y honestamente pregúntate qué tan demócrata eres en casa, qué “reformas” necesitarías aprobar en el “congreso” de tu propio ser para gobernarte incorporando las virtudes de un régimen cuyo credo constitutivo es una igualdad fundamental entre ciudadanos; of the people, by the people, for the people.

La segunda victoria es colectiva, se da en el ámbito de nuestro tejido social y consiste en reconocer que en muchos de nuestros tropiezos cívicos se esconden profundos dolores humanos; en los escándalos de enriquecimiento ílicito, los abusos de poder que quedan impunes, el exacerbamiento de las desigualdes sociales, las desapariciones forzadas o las brutales ejecuciones arden también las dolorosas flamas de la deshonestidad, la injusticia, el resentimiento y la discriminación, lastres todos ellos de un agudo sufrimiento colectivo. Y si bien es cierto que el alivio de estos “dolores sociales” involucra muchas medidas, de distinto orden y naturaleza, como son las jurídicas, económicas y políticas (buenas leyes, buenos incentivos y buenas políticas), también es cierto que existe un dominio espiritual que es fundamental para la salud pública de nuestra polis. Si como ciudadanos podemos hacernos cargo de nuestro propio sufrimiento, nos predisponemos a exigir, tomar y apoyar acciones correctas, esas grandes y masivas que nutren los grandes movimientos sociales que pueden transformar a un país.

Si como ciudadanos podemos hacernos cargo de nuestro propio sufrimiento, nos predisponemos a exigir, tomar y apoyar acciones correctas, esas grandes y masivas que nutren los grandes movimientos sociales que pueden transformar a un país.

Al adoptar una mirada ciudadana que ancla su activismo en mirar primero hacia nuestro propio corazón, podríamos movernos de la incredulidad, la desconfianza, el enojo y la resignación que suelen suscitar los discursos políticos. Podríamos transitar hacia el sólido empoderamiento, la gentil irreverencia y el pleno sentido de auto-realización que supone convertir en pequeñas acciones diarias los grandes ideales políticos.

El activismo ciudadano, sin importar su origen ideológico, suele estar guiado por una sed de cambio, transformación y (re)evolución. Del que hablamos aquí nos atrevimos a bautizarlo con el apellido “espiritual” por una sencila y poderosa premisa: en la salud del alma (este concepto se puede entender de varias formas —pero ése es motivo de otra conversación—; valga aquí su equivalencia para fines prácticos con la noción de mente, corazón o ser) de cada ciudadano está un pilar fundamental de la sana convivencia social.

El activismo ciudadano, sin importar su origen ideológico, suele estar guiado por una sed de cambio, transformación y (re)evolución.

La virtud del ciudadano es toral para el florecimiento de la República. La idea está lejos de ser nueva; vean, por ejemplo y por favor, una versión contemporánea en el siguiente video https://www.youtube.com/watch?v=P_uYxw9r_h4 que hizo una maravillosa candidata para las primarias al Congreso por California en Estados Unidos, sobre lo que implica lo que ella llama una “Revolución de Conciencia, una Revolución de Amor”. Muchos —no me cabe la menor duda— ya están viviendo los principios del Activismo Ciudadano Espiritual en el mundo. Sigamos entonces creciendo el movimiento en nuestras comunidades, expandiendo voz, multiplicando victorias dobles y apoyándonos a hacerlo por un México en paz, reconciliado consigo mismo.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

Política y Espiritualidad: una intersección a explorar

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Pense ta vie. Vis ta pensée”.
(Piensa tu vida. Vive tu pensamiento.)
– Jean Luc Lieval

Es con profunda gratitud a mi amigo Luis Garnica y a su equipo en Altavoz que inicio con este texto una serie de reflexiones en torno a la política como un territorio de transformación social, invariablemente ligado al proceso de desarrollo humano de todos nosotros, como individuos y comunidades que, con cada acción, interacción y decisión, forjamos el destino, carácter y cultura de nuestra polis.

Reconozco en el reciente nacimiento de Altavoz un acto ciudadano valiente con ánimos de mejorar la construcción de la democracia en Nuevo León.

Reconozco en el reciente nacimiento de Altavoz un acto ciudadano valiente con ánimos de mejorar la construcción de la democracia en Nuevo León. Son estos mismos ánimos los que me llevan a explorar la intersección entre dos territorios de aprendizaje que, dentro de nuestros paradigmas tradicionales de pensamiento, solemos mantener distantes entre sí: el sendero de la espiritualidad, como palanca de desarrollo individual, y el campo de la política, como territorio donde se acuerdan las pautas de nuestra convivencia social.

¿Es deseable acortar la distancia entre ambas esferas, “espiritualizando la práctica política, y politizando la práctica espiritual”?

¿Qué relación pueden tener la espiritualidad y la política? ¿De dónde nace la idea de pensar esta relación y hacer de ese inesperado encuentro un camino de prácticas que pueden orientar nuestro quehacer ciudadano y hacernos ver la realidad con otros ojos? Seamos estudiantes o empresarios, artistas, académicos o funcionarios públicos, deportistas, formadores de familia o trabajadores sindicalizados, ¿a qué lugar nos puede conducir el reconocimiento y el desarrollo de nuestra espiritualidad como agentes políticos de transformación social? ¿A qué me refiero con espiritualidad y con política? ¿A quiénes tengo como referencia en esta exploración teórica-práctica? ¿Qué puede aportarnos la integración de esos mundos y qué síntomas tenemos hoy en día de su creciente unicidad? ¿Es deseable acortar la distancia entre ambas esferas, “espiritualizando la práctica política, y politizando la práctica espiritual”? ¿Qué riesgos, costos y ganancias traería a nuestro proceso de transición democrática? Y, sobre todo, —la pregunta del millón—, ¿cómo hacerlo dadas las condiciones actuales de nuestro México y nuestro Mundo?

A todas luces, múltiples son los ángulos de entrada a estas inacabables interrogantes. Múltiples también los debates, las polémicas y los cursos de acción. Varios quizás también los legítimos cuestionamientos a estos planteamientos poco ortodoxos y escasamente presentes en los medios y la agenda pública de nuestro país.

Sin dejar de celebrar la creciente apertura a pensar relaciones inusitadas y escuchar voces respetadas que llaman a repensar nuestra política desde nuevos paradigmas, me atrevo a confesar —muy en línea con la enseñanza de Jean Luc Lieval, mi profesor de filosofía en el último año de la preparatoria—, que el camino que recorro con este proyecto es también una vía de sanación personal. Es un acto que nace al tocar el espacio de mi integridad interior.

Es en esa sabiduría, como fuente posible para la toma de decisión política, que yacen interesantes puertas para la construcción de un paradigma de política de alta conciencia.

Siendo hijo de múltiples luces y sombras del mundo gubernmental, donde el Estado ha sido becario de mi educación preparatoria y universitaria, y varias figuras ancestrales están vinculadas al oficio del servicio público, me siento heredero de una tradición que ve en los asuntos públicos un llamado personal. Por otro lado, he vivido distintas experiencias espirituales que me han dado la convicción de que la esencia, naturaleza e identidad más real, verdadera y profunda del ser humano es ANANDA —dicha— con sus múltipes facetas, como son el Amor, la Alegría, el Contentamiento y la Paz. La experiencia directa de estas virtudes está a la mano de cualquier ser humano, y son expresiones de las cualidades de nuestro Ser esencial. En la capacidad de cualquier ser humano para aprender a reconocer y acceder a ese estado de plenitud florece también su sabiduría. Y es en esa sabiduría, como fuente posible para la toma de decisión política, que yacen interesantes puertas para la construcción de un paradigma de política de alta conciencia.

Infinitos son los territorios de inspiración, acción y compartir entre nosotros. Para Nuevo León y para Oaxaca. Para la Ciudad de México y para Siria. Francia, Australia, Colombia y los Estados Unidos. Gracias nuevamente a Altavoz por abrir este foro de reflexión que nos permite tomar iniciativas de cambio para sanar las heridas sociales de nuestro México y restituir la dignidad de nuestro ser como ciudadanos activos y conscientes que reclaman el desarrollo de su máximo potencial.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”