Vivir en cualquier ciudad involucra convivir. Desde el inicio de la humanidad, las plazas y parques han funcionado como lugares en los que las comunidades se encuentran y se construyen. Dichos espacios públicos dan identidad de la ciudad a la que pertenecemos.
Desde finales del siglo pasado, el concepto del “sueño regio” impulsó al automóvil, el consumismo y la creación de plazas comerciales como insignias de la ciudad. Avenidas como Gonzalitos y Constitución se volvieron reflejo de esta realidad. A su vez, la expansión horizontal desmedida del área metropolitana de Monterrey generó que en un par de décadas, la ciudad vaya desde la salida a Saltillo hasta la refinería de Cadereyta, impulsándose un modelo inmobiliario de densidad habitacional baja y una privatización desmedida del espacio público.
En sintonía con esto, los gobiernos del área metropolitana de Monterrey por años, han abandonado la construcción de espacios públicos masivos y han outsourceado a los privados por medio de las plazas comerciales. Es por eso que sigue promoviendo el desarrollo de megaproyectos de usos múltiples que incorporan comercios, oficinas y departamentos. Nuevo Sur, Esfera y Punto Valle, los conceptos más icónicos de ello. se han convertido en ciudades dentro de la ciudad.
En el caso de Cumbres, un boom demográfico a finales de los 90s y principalmente en los 2000s, lo que en algún momento terminaba en Plaza Cumbres se expandió hasta llegar a García. El gobierno de Monterrey se encargó de lotear todo, incluso partes restringidas del Cerro de las Mitras, la tierra se vendió a discreción a inmobiliarias que ahora son propietarias de una parte importante de la ciudad. Se repartió a granel, sin regulación, sin límites y sin un plan de ordenamiento urbano.
Se hizo de Paseo de los Leones una especie de corredor comercial-residencial totalmente anti-peatonal, eliminando todo transporte público de la zona y especulando con cada centímetro. En contra parte, se dejó a Lincoln en franca saturación como única posibilidad de llegar a García, generando caos vial en una carretera que se urbanizó inapropiadamente. Ahora co-existen terrenos baldíos, talleres y moteles con zonas residenciales y un tianguis de automóviles atrapado en el tiempo.
Los gobiernos de Monterrey y García no reservaron un metro cuadrado para generar un parque público verde, ni siquiera de evidencia de la vegetación original de la zona que aun permanece en algunos lotes baldíos. El gobierno estatal también brilló por su ausencia, sin construcción de hospitales, centros de salud, recintos deportivos, bibliotecas y centros comunitarios. Se ha dejado que los privados llenen de plazas comerciales y de casas dejando que la convivencia social se dé adentro de un HEB o un Costco.
La manera en que se ha talado y desmontado el terreno en toda la zona ha sido indiscriminado. Incluso hay ejemplos extremos, como Avenida La Reserva del lado de García, a unos metros de la frontera con Monterrey, donde el gobierno permitió una avenida que cruza un amplio terreno sin una sola construcción. Es una avenida fantasma con luminarias, señalética, pavimentación y bancas que se hizo para en un futuro lejano empezar a construir alrededor de esta, mientras se especula con los precios de los terrenos. A tal grado es el entreguismo de los gobiernos locales a las inmobiliarias.
No hay que olvidar que el mall no es una plaza pública pues no todos pueden costearse el lujo de consumir o vivir en esos espacios.
Lo dicho, dicho está.