En forma de necedad, rencor o ignorancia, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha decidido darle la espalda a las pequeñas y medianas empresas que producen más del 70% de los empleos del país y quienes dejan el 56% de la economía nacional.
No solo eso, además les ha mandado el mensaje en tono de exigencia: “No van a dejar de pagar sueldos, no van a despedir a nadie, no van a parar”, a pesar de que muchas de ellas estén generando hasta un 85% menos de lo que suelen producir.
La fórmula no es tan complicada, entre menos generen, menos ganancias y por tanto menos empleos, salarios más bajos y poca productividad económica.
Hablan de 15 grandes contribuyentes que deben al fisco alrededor de 50 mil millones de pesos en impuestos, pero ese mensaje debe ir por WhatsApp o por mensaje de texto si prefieren para los empresarios como Salinas Pliego que aporta gran parte de esa deuda y al cual le acaba de renovar la concesión de Total Play por 30 años más.
Ese mensaje no aplica para Pepe y Toño, que deben producir día con día para subsistir, que no tienen un colchón de miles de millones de pesos y que, además, son sangrados por el SAT en una tributación que los expertos consideran excesiva, donde el impulso es mínimo pero la cobranza funciona a ‘rajatabla’.
Ya no suena a “suspiro lejano” la propuesta que ha planteado, cada vez con más fuerza, un Estado como Nuevo León que representa a una de las entidades que más contribuye y que menos recibe, la consigna clara de una redistribución del pacto fiscal o la salida definitiva de la federación. A ello se ha sumado Coahuila, Tamaulipas, Chihuahua y recientemente Jalisco, con un grupo de empresarios poderosos e influyentes que respaldan la propuesta de la desafiliación en materia fiscal.
La “5T” tendrá lugar en voz de los cientos de miles de ciudadanos que hoy están perdiendo su empleo, la cara de los miles de pequeños y medianos empresarios que hoy están cerrando los negocios que tanto les costó levantar y la de un país que hoy siente que la 4T fue más un sueño lejano, que una realidad posible de construir.
Seguirán con el aeropuerto de Santa Lucía, el proyecto de Dos Bocas, la ridícula rifa del avión presidencial y la narrativa de echarle la culpa a todos los anteriores antes de asumir, de una vez por todas, la responsabilidad de un país que ha visto pasar casi dos años de gobierno sin el menor índice de cambio real.
No nos confundamos, la “5T” no es una revolución electoral ni política, no tiene la cara de ningún partido de oposición ni es una narrativa contra el presidente de México.
Lo que sí representa es el despertar de los mexicanos, que han entendido que no hay gobierno y no hay presidente capaz de transformar por sí solo a México… eso nos correspondió siempre a nosotros, solo a nosotros.
Lo escrito, escrito está.