Nuestra democracia supone que el gobierno es una gran empresa que vende esperanza mediante proyectos políticos a unos ciudadanos que tienen en el voto su moneda de cambio buscando, sin respuesta alguna, un bienestar reflejado en su calidad de vida.
En los últimos años hemos presenciado sucesos históricos en el ámbito empresarial, grandes monstruos han quebrado en su contienda con las pequeñas empresas y otros han tenido que evolucionar para poder subsistir. Netflix registra en su vitrina la caída de un gigante que no supo detectar la necesidad de su consumidor, mismo que pronto se mudaría al mundo digital y culminaría con el cierre definitivo de Blockbuster.
El gobierno concebido como una gran empresa no está lejos de necesitar una profunda evolución en su sistema como parte del cambio social que hemos estado viviendo. Las candidaturas independientes no son una preocupación menor en un sistema que las minimizó, y que tuvo que cobrar factura con gobernadores, alcaldes y diputados independientes que triunfaron en el voto a voto; otros ya perciben esa vía como la plataforma ideal para acceder al poder sin necesidad de pasar los filtros largos y profundos del sistema partidista.
Las redes sociales ya han dado muestra de su poder de influencia y su capacidad absoluta de viralizar propuestas, candidatos, pifias y logros de un sin número de propuestas políticas.
El gobierno del futuro debe contemplar desde ya que los medios de comunicación masivos de siempre quedarán apagados por el mundo digital; las redes sociales ya han dado muestra de su poder de influencia y su capacidad absoluta de viralizar propuestas, candidatos, pifias y logros de un sin número de propuestas políticas.
Considerando que la población que accede a Facebook tiene la capacidad de ocupar un país del tamaño de la República Popular China, el quinto poder se ve obligado a estudiar, invertir y acaparar el mundo digital a fin de no perder su monopolio histórico y su influencia para hacer ganar o perder candidatos a su conveniencia.
Con el gobierno del futuro necesitamos también al ciudadano del futuro que exija-proponga no solo en redes sino en las calles; porque la nueva modalidad digital exhibe tanto a gobernantes como ciudadanos corruptos y mire que de los dos perfiles tenemos para aventar.
Ya no es tan irracional pensar que la mayoría de los ciudadanos puedan recibir información útil, selectiva y clasificada; ya no está tan lejos la aparición de profesionales que tomen la función de jueces de la información entre ciudadanos y gobernantes a fin de que estos trabajen en equipo.
En México nos ha costado años entender que hacer el bien sí es un gran negocio, el gobierno del futuro deberá entender también que buscando lo que sus discursos promulgan cada elección sí es posible generar riqueza para todos.
En México nos ha costado años entender que hacer el bien sí es un gran negocio, el gobierno del futuro deberá entender también que buscando lo que sus discursos promulgan cada elección sí es posible generar riqueza para todos. Y el que no lo entienda que se atenga a desaparecer del mapa.
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