En un país plagado de crisis, entre ciudadanos hartos de los mismos procesos cargados de ambición desmedida y con empresarios que han hecho de la “responsabilidad social” un sello de espejismos, nace una nueva camada de personas queriendo hacer las cosas bien: los emprendedores sociales.
El Emprendimiento Social, a diferencia del convencional, prevé una alternativa a la necesidad de los jóvenes del México actual que buscan que su trabajo diario tenga un impacto positivo y tome un sentido real. Donde el entorno empresarial es importante, sí, pero siempre privilegiando y priorizando la razón social del proyecto, producto o servicio que se pretende comercializar.
Los emprendedores de la vieja escuela buscaban satisfacer una necesidad y comercializarla. De ahí lograr maximizar sus procesos hasta el grado de escalar el negocio. Lo que a la postre les permitiría vivir bien y obtener una condición económica estable.
El emprendedor social viene integrado con un chip distinto, le interesa impactar la vida de miles de personas antes de acrecentar su cuenta bancaria. Definitivamente, como todos alguna vez, busca crecer profesionalmente y obtener el éxito en la forma que mejor les represente, pero no están dispuestos a llegar a él mediante la banalización del dinero en manos de unos cuantos y sin parar la monstruosa desigualdad social.
Hace un par de años, cuando recién me graduaba de la carrera, todos mis cercanos me preguntaban “¿Dónde vas a trabajar?”, “¿Vas a iniciar tu propio negocio?” o “Hay que echarle ganas para asegurar un puesto e ir creciendo hasta jubilarte”. Nadie me preguntó ”¿A cuántos vas a impactar con lo que sabes ahora?”.
Quiero aclarar, porque es necesario hacerlo, que ser un emprendedor social no necesariamente significa ser un “alma de Dios” o un “ente de la caridad”. Ser emprendedor social significa ser empático con lo que sucede a mi alrededor, sensible ante las necesidades sociales y estar dispuesto a privilegiarlas mientras nos apoyamos en un modelo de negocio rentable, un proceso escalable y una forma innovadora de introducirlo a las comunidades.
En México debemos entender que hacer las cosas bien es un gran negocio, que se puede vivir de hacer lo que más amas en la vida y que los negocios pueden ser tan redondos que alcancen a beneficiar a toda una comunidad, no solo a mi familia.
Ya hemos dado ese gran primer paso, pero necesitamos impulsar la esencia y el alma de cientos de miles de emprendedores sociales que están dispuestos a darle sentido a su trabajo pero que viven con el miedo de perder su “seguridad laboral” (que de seguridad no tiene nada).
Centramos el emprendimiento en las personas. Una vez que le atiendes la necesidad social de una persona, estarás atendiendo la de cientos de miles en el país con esa misma carencia.
Creemos que las empresas que atienden el entorno local, generan mejores comunidades y con ello mejores posibilidades de negocio. Lo hacemos de una manera innovadora, el mexicano lo es de nacimiento. Impulsamos a los emprendedores sociales que, de verdad, están moviendo al país.
En tiempos donde algunos de los millennials se identifican con “Lady wuu”, “Los XV años de Rubí” o recientemente con “La Mars”, donde la cultura del esfuerzo se está sustituyendo por todo lo desechable, necesitamos hacerles frente con ideas y proyectos que le den rumbo- de verdad- a una generación que no ha podido encontrarlo.
Ésta revolución ya está en marcha, ¿te nos unes o sigues el tren de los millennials perdidos?
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