Cada que una noticia como los asesinatos ocurridos en el municipio de Juárez, Nuevo León cimbran a nuestra comunidad se empieza a buscar culpables.
Un dato que inmediatamente trascendió en los medios es que Brandon, el presunto asesino, acaba de salir de un centro de rehabilitación en donde no completó sus meses de tratamiento y que además era usuario de cristal.
El cristal es una metanfetamina que está arrasando con las y los jóvenes de esta entidad.
Su precio es muy muy bajo y es altamente adictivo; puede producir brotes psicóticos a quien lo consume y paranoia extrema.
Es muy fácil culpar al usuario, es común que se criminalice a quienes consumen sustancias y abusan del alcohol.
Personas como Brandon, quien seguramente viene de una larga cadena de pobreza, violencia y falta de oportunidades, corren mucho mayor riesgo de desarrollar adicciones por su entorno social y económico.
Él no llegó a tener problemas de adicción porque quiso (por increíble que parezca, la gente cree que un adicto es así por gusto y que podría dejar de consumir si así lo quisiera).
La adicción no tiene qué ver con los valores o la moral de alguien, es una enfermedad mental que tiene muy pocas opciones para que quienes la padecen alcen tratamiento.
Solamente una de 100 personas que llegan a un grupo de 12 pasos como AA o NA consiguen permanecer sin consumir un año.
Algo que es fundamental es entender que la adicción a las drogas y al alcohol es imposible de superar sin ayuda profesional y que en México y en Nuevo León todavía no tenemos políticas públicas que permitan que personas en condición de vulnerabilidad reciban tratamientos gratuitos.
Yo he vivido en carne propia este problema, en un mes cumplo 9 años de estar sobria y de tener una vida útil y feliz, pero para conseguir esto he tenido que recibir muchísima ayuda.
No puedo comparar mi caso con uno como el de Brandon, porque yo tengo privilegios: pude pagar una clínica profesional y privada, terapia con profesionales, tener un grupo de 12 pasos, tener trabajos, entretenimiento, hasta el lujo me doy de hacer ejercicios de meditación y agradecimiento. No me puedo comparar.
Sin embargo, lo que sí sé es lo difícil que es combatir el demonio de la compulsión, ese mano a mano con la bestia de la adicción, la enfermedad nos iguala.
Lo que nos hace diferentes es que unos tenemos puertas de salida y otros no.
Es responsabilidad de todas y todos como sociedad que casos como este multihomicidio ya no sucedan, tenemos que unir esfuerzos para romper estos círculos terribles de violencia.
Es urgente que no solamente volteemos a ver este tema cuando ocurre una tragedia, sino tomar cartas en el asunto desde lo público, pero también desde lo privado.