Los mexicanos Lissa y su esposo, José Antonio Alatorre de 54 años, no han podido distinguir el día de la noche desde el 3 de febrero debido a que se encuentran atrapados y en cuarentena en su camarote en el crucero Diamond Princess, en Yokohama, Japón, tras activarse casos de coronavirus, por lo que intentan mantener el buen ánimo y una actitud positiva, aunque se siguen reportando por lo menos 135 contagiados.
Alatorre es controlador de tránsito aéreo en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, ofreció una entrevista telefónica y detalló que él y su esposa partieron en el crucero el 20 de enero, sin saber de la existencia de un brote de coronavirus en la ciudad china de Wuhan que se extendería hasta convertirse en una emergencia internacional.
El matrimonio decidió vacacionar, pero el 3 de febrero, un día antes de que terminara el viaje en el barco, la pesadilla se hizo realidad: el capitán anunció que se aceleraría la llegada a Yokohama porque una persona que bajó en una parada en Hong Kong había dado positivo a la enfermedad. A partir de ese momento, explica José Antonio, “nos encerraron“.
Se encendieron las alertas y el resto de las 3 mil 700 personas que viajaban en el barco fueron evaluadas, incluyendo José Antonio y su esposa. También se les entregó un termómetro y se les pidió tomarse la temperatura constantemente. En caso de que supere los 37.5 grados centígrados, deben alertar a la tripulación.
Señala que el estar encerrados en un camarote, sin ventanas, y casi sin poder salir, no ayuda mucho. “Nuestra única ventana es una televisión conectada a la cámara del barco“.
Desde el 3 de febrero, cuando se les ordenó no salir, sólo han podido tomar algo de aire tres veces, una hora por vez: el 6 de febrero, luego el 8 y hoy, 11, la última vez, de 10 a 11 de la mañana. “Todas, con mascarilla puesta y, la primera, incluso con guantes“.
Tendrán prioridad para tomar sol aquellos cuyo camarote sea interior y no tenga ventanas o balcón.
“Si requerimos algún utensilio, nos lo dan a través de la puerta. No podemos salir y ellos no entran“.
José Antonio y su esposa pasan los días poniéndose al tanto de lo que está pasando con su comunidad religiosa y mantienen un plan espiritual dado que son Testigos de Jehová. Platican con sus amigos (el barco abrió la señal de internet gratuitamente desde el 3 de febrero). “Es increíble cómo el día se nos pasa volando“.
“Hacemos estiramientos que recomendaron aquí un programa sobre cómo poder ejercicio en un lugar cerrado“.
Hasta ahora, lo que se sabe es que al menos hay otro matrimonio mexicano en la embarcación, y dos trabajadores también mexicanos. La fecha oficial que se les dio para el fin de la cuarentena es el 19 de febrero, “si no sucede algo extraordinario. Todo depende de cómo se vayan suscitando las cosas“.
No obstante, han podido comunicarse con sus familiares en la Ciudad de México. “Están preocupados. Nosotros tratamos de mantener la actitud positiva, con buen ánimo… Si saben que nosotros estamos muy mal ellos se iban a sentir desesperados de no poder hacer nada en absoluto“.
José Antonio es optimista y en la entrevista asegura que no podía estar en mejor compañía, refiriéndose a su esposa. “Es mi gran compañera… Ella me anima, yo la animo… Qué mejor e estar al lado de la persona que más ama uno“.
Con información de Zócalo