Hoy como todas las mañanas, luego de revisar los correos cotidianos y demás pendientes laborales, ingresé irrevocablemente a Facebook, Instagram, YouTube, Twitter. No hace falta recalcar la tendencia actual de nosotros los jóvenes: “los hípsters”, “los millennials”, y cuanta subcultura existe. El texto de hoy, no hace referencia a ninguna noticia del día ni a hechos políticos relevantes. Creo que ni siquiera podría definir muy bien sobre que escribo hoy o el tema que se desarrolla en estas breves líneas, pero eso sí: sé por qué lo hago. Sin ánimos ni afán de sonar como la niña hippie-ñoña, luego de varios días de disque análisis sociológico en redes sociales (tan chafo o poco aspiracional como eso pueda sonar) me di cuenta que hoy por hoy, los jóvenes nos atrevemos.
Así, tal cual. Nos atrevemos. Nos atrevemos a hacer lo que mucha gente considera inconcebible, innecesario, muy “mainstream”, incluso hasta como sin chiste. Pero, ¿saben qué me causa algo de problema, honestamente? Que cada vez veo a más gente haciendo lo que yo no me quise atrever por el famoso miedo al qué dirán, por no sentirme suficientemente preparada. Y que flojera la verdad. No tengo la menor duda de que los jóvenes mexicanos somos talentosos y si no lo somos, seguimos intentando hasta en verdad serlo, porque la vida no es más que eso, creer en sí mismo. Y sí, ya sé que suena cursi pero vaya que los clichés por algo son clichés. Lejos de que si la gente se la cree o no, considero que lo mejor sería primero trabajar en lo que sí sabes y crees de tí, porque al final termina por potenciar incluso muchos de nuestros talentos ocultos o dormidos. El chiste es atreverse.
Ahora bien, pienso también que es sumamente importante y esencial una cosa: ser honesto consigo mismo. Y es que no es nada diferente a estar a gusto con lo que se dice y lo que se ha hace. Tener una especie de paz y satisfacción con las acciones propias y la congruencia de ellas, las cuales inevitablemente se ven reflejadas en la sociedad que se construye día a día. Tener la tranquilidad y serenidad de hacer las cosas bien porque se encuentra intrínsecamente ligado a nuestra personalidad. Atrevernos a elegir querer hacerle un bien a nuestro prójimo porque queremos, y no sólo por tratarse de alguna imposición social, ley o norma.
Me parece que lo que hacemos a partir de nuestra verdadera esencia como seres humanos, es lo más cercano a experimentar la calma y despreocupación de la que hablo. He llegado a pensar que la forma más pura de rebeldía radica en el nivel de fidelidad y lealtad que nos proveemos personalmente, y en la capacidad de saber distinguir, identificar, de señalar y denunciar lo que se encuentra podrido, corrupto e impune en la sociedad.
Atrevámonos a pensar colectivamente, como mexicanos, como jóvenes que ya están cansados de pan con lo mismo y que saben que pueden cambiar el rumbo del país.
Me parece más que extraordinario que los jóvenes se atrevan a soñar, a crear, a innovar para sí mismos, para desarrollar sus talentos y vida profesional; pero creo que es imperativo hoy por hoy también atrevernos a diseñar, y construir el México que sabemos nos merecemos. Atrevámonos a pensar colectivamente, como mexicanos, como jóvenes que ya están cansados de pan con lo mismo y que saben que pueden cambiar el rumbo del país. No por moda, si no por convicción.
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